Curiosamente
este proyecto llegó del brazo del entrañable Mr.Alfred. Aprovechando un periodo
de inactividad del sátrapa David O. Selznick, intentó que algún estudio se
interesara por un remake de su obra “El Enemigo de las Rubias”. El creador británico
pretendía rodar; esta vez en color y con sonido; otra versión de su primer
éxito comercial del mundo silente. Solamente consiguió vender a la Fox los derechos de la
novela. Esta productora asignó a John Brahm la realización de una obra sobre la
que, no podemos hacer especulaciones, en caso de haberla guiado con sus riendas
el buen “Hitch”. Sobre todo teniendo en cuenta el notable resultado destilado por un director con escasa gloria hasta ese momento. La historia
de Mr. Slade, el huésped acogido por una familia en su ático, procede de la
notable novela (la mejor de esta autora) de Marie Belloc Lowndes, titulada “El
Huésped” publicada en 1913. El argumento estaba basado (remotamente) en los crímenes
de “Jack el Destripador” en el otoño de 1888. La lista de adaptaciones de esta
historia, capaz de captar el horror psicológico más inclemente para instalarlo
en la cotidianeidad fue aprovechada por el cine en varias ocasiones. Fue el
mismo “Hitch” quien en 1927 dirigió una de las mejores películas de terror de
la etapa muda: The Lodger. A Story of the London Fog.
En este “proto-noir”, el
orondo cineasta, sentó las bases estilísticas y temáticas de sus futuras creaciones,
incluyendo su “cameo” en la misma. Fue el ínclito Jack Palance quien en 1953 se
introduciría en la piel del serial killer más mitificado de la historia. “Man
in the Atic” devino en una esforzada interpretación del característico. La
novela era difícil de conseguir en el mercado castellano hasta su publicación
por ediciones “Menoscuarto”. Publicada primeramente por entregas, define un
personaje cercano a la mitología de “Jack the Ripper”, ya que no es exactamente
este personaje histórico. Se trata de un investigador (asegura ser Antropólogo)
que alquila habitación en una mansión venida a menos, que necesita los
ingresos. Los propietarios comienzan a sospechar.
El espectador conoce desde el
principio quien es el asesino Esta es una de las características del film: la
ausencia del hitchconiano Mc Guffing, o del clásico y recurrente whodunit
(¿Quién lo ha hecho?). Marie Belloc ya era una importante escritora antes de
pergeñar este siniestro asesino entre la niebla. Escribió 70 libros, aunque en
nuestras fronteras no es demasiado conocida. También pesa sobre ella la sombra
de su hermano Jean-Hilaire Belloc, una de las figuras más destacadas del
pensamiento y literatura británica, amigo de Chesterton, opositor al
capitalismo y al socialismo. Incluso desarrollaron la teoría del “distributismo”,
entre tardes de té pasadas con Bernard Shaw (Pygmalión), semilla grecolatina de
“My Fair Lady” y HG Wells (La
Guerra de los Mundos, El Tiempo en sus Manos). Este cuarteto
se pasó la vida (mientras Wells creaba los Morlocks y el barbudo Shaw el origen
de Elza Doolitte), lanzándose alfilerazos humorísticos, corrosivos e ingeniosos
en un sano ejercicio de tolerancia política que deberíamos tratar de imitar.
Jean resultó un notable
autor de biografías sobre personalidades como Robespierre o Napoleón, pero fue la
fémina de la familia quien pasaría a la posteridad por las versiones que la gran
pantalla haría de su novela. Antecedente de todas las damas del crimen
literario, con una construcción psicológica de personajes acertada e intensa
creación de atmósferas. En el 2009 una apreciable versión de “El Huésped” fue
realizada por el director canadiense David Ondaatje. The Lodger, es un estudio
sobre la sombra de la sospecha y las apariencias. Sobre la supervivencia de los
Bunting, a quienes el huésped paga generosamente, frente al miedo a su
personalidad dudosa. Hay que aclarar que la situación de miseria en la novela
es reflejada muy suavemente en esta versión de “The Lodger” (1944).
La primera
diferencia apreciable sobre los crímenes canónicos de “Jack” se encuentra en la
recreación del entorno y uso de decorados.
Nos encontramos en Whitechapel, una
zona misérrima que el escritor Jack London reflejó en su libro “La Gente del Abismo” (1903), un
lugar donde la miseria habita las paupérrimas calles, las prostitutas
sobreviven en callejones insanos. La enfermedad y la delincuencia de las bandas
señorean las calles. Nada de eso hay en esta visión de John Brahm, que juega
acertadamente con una fotografía casi expresionista. Brumas inquietantes,
farolas con halos y empedrados en claroscuro. Pero las casas, los habitantes y
(sobre todo) ese local de music-hall donde trabaja Kitty (excelente Merle Oberon),
no guardan ninguna relación con el terrible barrio infrahumano del mundo real. Ni
las zonas mejores del East End habrían soñado con una vivienda o un mobiliario
como los de la casa donde alquila habitación Mr Slade. Sin olvidar el aparatoso
vestuario de la “cantante” Kitty. Un influyente crítico estadounidense valoró
la obra como “el mejor relato de crímenes escrito”.
Exageraciones aparte, esta
historia remotamente inspirada en los crímenes de “Jack the Ripper”, ha servido
para realizar un notable ramillete de películas en su vertiente canónica. La
del psicópata, habitador de callejones. Antes de la invasión de teorías
conspiratorias teorías de “familias reales inglesas”, “médicos alienados”,
“masonería” y demás ramillete imaginativo cuyo culmen lo constituye la notable
realización “Asesinato por Decreto”, hasta llegar a “Desde el Infierno”,
fallida (pero esforzada) adaptación de la suprema novela gráfica de Alan Moore
y Eddie Cambell. De imposible adaptación a la pantalla, con la teoría de la
conspiración como bandera.
La versión de Moore cuenta a su favor con la
inclusión del personaje real que dirigió la investigación. El inspector
Frederick Abberline (Johnny Deep).Esta es la primera edición en lengua
castellana de la novela, salvo una edición de 1944 en Argentina con el curioso
titulo de “El Huésped Excéntrico”. A saber que entendía por “excentricidad” el
traductor. En el capítulo de curiosidades cinéfilas reseñar que la
identificación con el papel del extraño Mr Slade, por parte del intérprete
Laird Cregar fue tan intensa, que cuando a Otto Preminger (que andaba
preparando Laura) el productor Zanuck le presentó el plantel de artistas que
iban a interpretar la mítica producción de cine negro, se negó a admitirlo.
Zanuck le comunicó a Preminger el actor que había elegido para interpretar al
carismático Waldo en la película, éste entro en cólera. << ¡Laird Cregar!
Todo el mundo lo identificara como The Lodger…>>A Clifton Webb le vino de
perlas la exclusión de Laird, ya que le cayó uno de los papeles emblemáticos de
la mítica cinéfila. A su favor hay que decir que lo bordó y que el tormentoso
rostro de Cregar; más cercano a la interpretación expresionista y al
amaneramiento; no hubiera superado la sutil ironía y la acidez corrosiva del
elegante “Waldo” dibujado por Clifton Webb. La mayoría de los asesinatos del
film se producen en fuera de campo. No es el objetivo de la cinta el exceso de morbo.
La tensión narrativa se sostiene sobre las sospechas, la duda, el inevitable y
profético desenlace que se cierne sobre la encantadora cantante de music-hall
interpretada por Merle Oberon (Cumbres Borrascosas, The Dark Angel).
La
perfomance de Lair Cregar convierte a este “inquilino” en un notable ejercicio
de estilo, muy al uso de los correspondientes villanos o perturbados que se
asocian con este actor, que también desgranaría el pianista atormentado del film
de culto “Concierto Macabro”. En esta obra coincidiría de nuevo con el
característico Georges Sanders (Eva al Desnudo, El Retrato de Dorian Gray), que
en “The Lodger” interpreta al inspector de policía a la caza de este “quimérico
inquilino”. Cregar consigue sesgos de empatía en su personaje y lo humaniza.
Incluso en la memorable escena final, el director lo presenta como un animal
acorralado por la policía (remite al Peter Lorre de “M”), que es también una
víctima de sí mismo, antes de la fatal poesía visual del desenlace.
El
malogrado Lair Cregar era también capaz de interpretaciones como la del
encantador demonio de “El Cielo Puede Esperar”, acompañado de una esplendorosa
Gene Tierney (con la que repetiría en “Anillos en sus Dedos”), antes de morir
por una dieta de adelgazamiento llevada al extremo. A lo largo del guión
aparecen las razones por las que el enajenado misógino odia a las actrices. A
diferencia del asesino original que mataba “desdichadas”, adjetivo utilizado
para designar a las prostitutas en aquella época. El film se encuentra encuadrado dentro del terror
victoriano-gótico, su estética remite con frecuencia al expresionismo alemán
como coartada estética con profusión de luces de gas, contraluces, siluetas y
el protagonismo de la arquitectura de callejones, esquinas, etc. Kitty Langley
(Oberon) representa esa inocencia que el tarado no es capaz de soportar,
apareciendo aquí un personaje que luego sería tótem en el terreno del cine
negro: la inocente virginal que aboca a la destrucción a los hombres sin ser
consciente.También juega con los convencionalismos
sociales y la misoginia acostumbrada en la época (actriz-mujer-fácil-prostituta), tópico infame que la doble moral mantenía soterradamente. Si
añadimos que en el baile del can-can, Kitty ofrece un “terrible” panorama de
muslamen y ropa interior de encaje a los ávidos espectadores, comprenderemos la
turbación del “inquilino”, que sólo puede buscar una solución drástica. El
juego de palabras de la canción “Trote de Paris”, interpretada por Kitty en el
escenario, enciende los instintos homicidas del justiciero misógino.
“¿Está cansado de su esposa?,
Entonces venga
conmigo y nos vamos a Paris.
En Paris
bailamos mucho el “trote”
Le estoy
invitando a que me permita enseñarle
Todo lo que sé
Demasiada
provocación para el perturbado…
Sara
Allgood (Dr. Jeckyll y Mr. Hyde) perfila una casera de clase media victoriana
con acierto y oficio en su sempiterno rol de matriarca. Todos los secundarios
contribuyen a subir el listón del film, como el excéntrico marido de la casera
Bonting, interpretada por Sir Cedric Hardwicke y su interesante juego de
teorías sobre el asesino. La cámara juega a mostrar parcialmente el rostro del
depredador, aislándolo. Como en la vida Cregar quedó aislado de papeles como el
Waldo de “Laura” o el Lord Wotton de “El Retrato de Dorian Gray”, debido a sus
características físicas. Fue la misma Merle Oberon quien le aconsejó que
perdiera peso para convertirse en actor principal. Cregar tras perder a su
pareja homosexual y presionado por Zanuck, trato de “normalizar” su vida.
Sometido a cirugía bariátrica para perder peso, murió durante el
post-operatorio a los 31 años. Los papeles que hubieran sido asignados a Cregar
fueron aprovechados por el canadiense Raymond Burr, también homosexual (Ironside,
La Ventana
Indiscreta ) quien nunca desmintió su falsa relación familiar
con el finado, con el fin de obtener contratos.
Curiosamente en esta cinta, el
whodunit (¿Quién lo ha hecho?), que tanto juego diera a la novelística de
Agatha Christie, John Dickson Carr o G. K. Chesterton; es conocido desde el
inicio. Por esto el peso se asienta sobre la estructura dramática y el poco
previsible final. Es, por tanto, una inversión del misterio tradicional para
averiguar quien es el culpable. La recreación de Londres, el interior de las
tabernas, los reflejos en espejos, las siluetas, los callejones, se convierten
en un personaje más de la mano de Lucien Ballar, que también iluminó el “Atraco
Perfecto” de Kubrick. El pasado en el teatro expresionista del director, antes
de huir del horror real de Alemania, se deja vislumbrar en todos los
fotogramas.
El director de fotografía no desperdicia planos. Juega con los
elementos que tiene (nieblas, quinqués, calles húmedas) y los exprime con
acierto, influenciado en su estética por obras como “El Fantasma de la Opera ” y “El Retrato de
Dorian Gray”. El éxito de la alienada interpretación de Laird Cregar, le valió
una nueva película dentro del género, también dirigida por John Brahm, la
mítica “Concierto Macabro” (Hangover Square. 1945), donde interpreta a un
pianista atormentado. Brahm se convertiría en un eficiente director de
televisión, mas de 150 filmes, que terminó realizando episodios de la serie de
culto “La
Dimensión Desconocida ” o “Alfred Hitchcock Presenta”, en una
vuelta de tuerca cinéfila, ya que “Hitch” había dirigido la primera versión de
esta novela.
El guión de Barré Lyndon (La Guerra de los Mundos) es eficiente, de diálogo
ágil con irreverencia “british”, donde las prostitutas se convierten en
“actrices” o coristas (Código Hays) para suavizar la trama. Destacar que Lyndon
también escribiría el guión para “Man in the Aticc. 1953) donde el hierático
Jack Palance sería un nuevo Mr Slade. La verdadera enjundia se mantiene latente,
pero lo suficientemente oculta. Aunque los espectadores más avispados sabían
entrever en las conversaciones de Mr Slade, mostrando el cuadro de su hermano,
y hablando de la belleza, las connotaciones subterráneas de la trama.
"...El
hombre puede destruir lo que odia
...y
amar lo que destruye.
Sé
que hay maldad en la belleza,...
...pero,
si la belleza se destruye..."
Es
recomendable ver la V.O.
aunque los subtítulos distraigan del disfrute visual que proporciona ese
claroscuro certero, gótico y melancólico. La presunta resolución del caso
basándose en el estudio de las huellas dactilares que realiza el inspector
(George Sanders), era imposible en la época de “Jack the Ripper”. La
dactiloscopia se empieza a utilizan en Inglaterra en 1901. La escasamente
preparada policía que patrullaba en los callejones de Whitechapel, ni siquiera podía distinguir la sangre humana de la de un animal.
La banda sonora,
contundente, con toques ocasionales de disonancia, poderosa, acompaña en todo
momento la intensidad de la trama y las percepciones distorsionadas de Mr.
Slade. Hugo Friedhofer (Los Mejores años de Nuestra Vida, Tú y Yo, La mujer del
Obispo. El Baile de los Malditos), firma la partitura. También hay canciones
incidentales como ese “What Cheer, Ria” (Que alegría Ría) de 1885, que los
borrachos están cantando en la calle, escrita por Bessie Bellwood y Wild
Herbert para el Music Hall.. Bessie fue una popular cantante de variedades y
persona altruista, que hizo famoso este “What Cheer Ría” y que aparece como personaje
en películas como el musical “Champagne Charlie” (no confundir con la película
de Hugh Grant de 1989) dirigida por el ex-documentalista Alberto Cavalcanti (1944),
producida por los míticos estudios Ealing, interpretada por Betty Warren, que
era un producto destinado a elevar la moral en tiempos de guerra. Ciertamente
es una película atípica de la
Ealing , uno de sus pocos musicales, con un toque de ligereza
ausente en sus otras obras del periodo bélico. También aparece en “El Hermano
más Listo de Sherlock Holmes” (1975) donde era el alias que utilizaba el
personaje interpretado por Madeline Kahn, y que le canta a Gene Wilder: Mi Name
is Bessie Bellwood…
¡Que alegre es Ría. Ría esta trabajando,
¡Oh Ría es estupenda y tiene muy buen
aspecto!,
Y todos gritaron ¡Que alegre es Ría!
La
música diegética corre a cargo de las canciones que Kitty (Merle Oberon)
interpreta (posiblemente doblada) en el escenario al alegre ritmo del can-can.
Una de ellas es fundamental en el desarrollo de la trama. Cuando la corista
interpreta “The Parisian Trote”, escrita por Lionel Newman y Charles Henderson;
un expresionista foco ilumina (aislándolo del mundo) el rostro cada vez más
torturado de Mr Slade (Laird Crear), que palidece ante lo equívoco de la letra
y la mostración lujuriosa de carne de Kitty. Esta inocente canción es demasiado
para el extraviado Slade, siendo el detonante de sus posteriores actos psicóticos. Otro de los temas de música es el alegre “Tink-a.Tin”, escrito por
John Crook y Albert Cheva
Curiosidades:
En el inicio un ciudadano lee a un ciego el cartel de “se busca”, en donde no
aparece por ninguna parte la mención de Jack the Ripper, que surge fugazmente
en la prensa sensacionalista que reparten en el barrio. Pese a los cual los
imaginativos hacedores de títulos hispanos, llamaron al film “Jack el
Destripador” para su distribución. El asesino obtiene su nombre del cartel de
una calle que lee antes de llegar a la casa/pensión “Slade Street”. Cierto que
Jack cortaba la carótida como se asegura en la conversación de los doctores en
el teatro, pero también lo hacía tras una estrangulación que no se nombra en
ninguna parte. Los grupos de policía a caballo son pura fantasía, como lo son
los carruajes lujosos utilizados en las películas “Desde el Infierno” o
“Asesinado por Decreto”
Lo
mejor: La mirada torva de Laird Gregar, en contrapicado, sobre los cuadros de actrices
que adornan la pared y que termina tapando para no verlos. “A veces llego muy tarde a casa”.
Pues sí, tarde y con prisas.
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