La reedición de la obra de Ramón
J. Sender “Regreso a la Aldea
del Crimen”, por parte de “Libros del Asteroide”, vuelve a poner en la palestra
una historia polémica, un clásico del periodismo donde las luces y las sombras
de la Segunda
República se confunden más que nunca. Los sucesos de Casas
Viejas, fueron la puntilla del gobierno de Manuel Azaña. Una mancha en la
utopía republicana, que no fue la única, ya que comparte el dudoso honor con la
represión minera de Asturias que el gobierno encargó a tropas de Regulares y de
la Legión ,
coordinadas por Goded y Franco. La revuelta, de corte quimérico e ilusorio; los
propios participantes pensaban que los agredidos les iban a dar las gracias y
recibirlos como camaradas; fue sojuzgada a sangre y fuego por el ejecutivo,
aplastando de raíz la revuelta comunista libertaria. Ramón J. Sender ya era un
conocido escritor y periodista. Se desplazó hasta la aldea para cubrir con una
serie de crónicas las dudas respecto a al versión oficial de los hechos. La
obra de Sender es vastísima y cubre todas las variedades literarias desde el
ensayo hasta la poesía, pasando por teatro y novela. Un autor capaz de deleitar
con una obra humorística, preñada de sorna y enjundia, como “La Tesis de Nancy” donde las
vicisitudes de una inglesa que aprende español, acompañada de un gitano,
mantienen al lector en perpetua carcajada, o escribir “Réquiem por un Campesino
Español”, un drama histórico, mientras renueva el periodismo de la época. En
realidad la obra es periodismo-ficción, ya que Sender no ve los hechos que
relata.
Con agudeza, el autor reconstruye los pensamientos y conversaciones de
los implicados. Casas Viejas era una aldea perdida de la que ni siquiera
habrían oído hablar. Las distancias no eran las mismas en aquella época, ni los
medios de comunicación, las líneas telefónicas, los caminos, etc. En medio de
una utopía que buscaba justicia social, una economía modélica, un estado
moderno y secular (no antirreligioso), un sistema de educación pública
coherente y óptima, un grupo de anarquistas decide hacer realidad su Arcadia
particular en su pueblo.
Pensando que van a ser apoyados y vistos como salvadores
por aquellos a los que van a perjudicar en sus intereses. Azaña nunca
sospecharía que una aldea perdida de la cual no había oído hablar sería
utilizada para atribuirle la frase: “Ni heridos, ni prisioneros. Los tiros a la
barriga”, en una portada de ABC. Las crónicas recogidas por el autor, sumadas a
los informes de la comisión parlamentaria e investigaciones judiciales, se
transformaron en este libro en el año 1934, tras ser publicados en el diario
anarquista “La Libertad ”.
El estilo del libro es similar al que practicara en obras como “Iman” (1930),
un periodismo narrativo, con influencias del documental y su expresionismo
entrecortado; influjos no sólo literarios; americanos y soviéticos de escritura
urgente y cáustica. Presentado como un reportaje de ficción, el autor no oculta
que los hechos ya habían sucedido; artificio lícito en lo novelesco, pero
quizás repudiable como crónica de la realidad. La narración es puramente
cinematográfica desde el viaje en avión, de corte vanguardista, retrocediendo
hasta los días anteriores, cuando él no estaba presente. Era la época de los
latifundios reclamados por los libertarios,de una utopía de reforma agraria que
moriría con la caída del Gobierno Republicano, entre regocijos de los extremos
políticos. Veinticinco víctimas fue el resultado de aquella “razzia” como
definió el cabecilla de las fuerzas del orden la masacre.
-Y que es una “razzía”, señor
- Que hay que matar a María
Santísima…
La represión brutal se llevó por
delante hombres, mujeres, niños, a los que el hambre y la desesperación les
llevaron a tomar medidas extremas en un remoto pueblo gaditano. La inoperancia,
la brutalidad y el miedo de los
encargados de sofocar la revuelta que no se atrevían a entrar en la choza donde
se refugiaban los “sublevados” les hizo optar por el fuego, quemando vivos a los que se
encontraban allí, y rematándolos si intentaban escapar.
La pluma de Ramón J.
Sender es certera , aparentemente parca en adjetivos y artificios, pero
esconde todo un andamiaje, un mecanismo de relojería que aúna lo visual del
guión cinematográfico con la calidad narrativa.
En las “Uvas de la Ira ”
de John Ford se respira un ambiente similar al que debían sufrir los protagonistas
de esta tragedia, pero este mundo carpetovetónico es incluso mucho más gris,
sus estómagos más vacíos. El lenguaje, costumbrista, incluso lleno de
incorrecciones y giros como saldrían de la boca de aquellos hombres que sólo
conocían el hambre y no los libros. Escrito cuando ya Sender se ha decepcionado
con la utopía vigente y tiende hacia la insurgencia, cargando las tintas sobre
los responsables: una República “atenazada”, rodeada de enemigos internos. La
historia de “Seisdedos”, un campesino de 70 años y su familia, quemados vivos,
ametrallados y la posterior ejecución de dieciséis campesinos elegidos al azar,
que se dejaron para pasto de los perros durante varios días, se vive a cada paso, guiados por esa prosa
eficiente, un fresco histórico de una época confusa y convulsa. Este trabajo le
convierte en un Truman Capote hispano, precursor de trabajos como “A Sangre
Fría”. Esta forma de hacer periodismo fue fagocitada por la televisión, ese
monstruo que te entrega masticado (y digerido) todo el alimento. El periodismo
narrativo tiene grandes representantes en nuestra literatura como (ahora
reivindicado) Manuel Chaves, Nogales, Augusto Assía y Joseph Pla, cuyas
creaciones nada adeudan al periodismo norteamericano de este género. En los
diarios de Azaña quedó claro el asombro del Presidente del Gobierno ante estos
hechos, y como se saltaron las órdenes de mando, pese a lo cual para el autor
es el responsable directo de los hechos, lo que devino en su caída política.
Tal
vez porque “a posteriori” el escritor intuyó que se podría haber equivocado al
atribuir la responsabilidad, este libro no se editó de nuevo durante la vida de
Ramón J Sender que se alistó como miliciano. Su esposa fue asesinada por los
sublevados al inicio de la contienda. Parábola desatada de esa “España
Profunda” que nunca debió existir, esa hambre (de tierras y de la otra), esa
miseria del cañizo, la chabola y la caza furtiva, que intentaron ocultar rebautizando al pueblo
como Benalup de Sidonia. La edición a que tuve acceso del año 2000 (Ediciones
VOSA SL), circuló de forma reducida, esperemos que esta nueva aventura sirva
para acercar estos hechos a muchos lectores ávidos de conocer la verdad, la
historia. Los hechos que no pueden ser manipulados ni cambiados por los
sectarismos al uso. La vida política española tuvo un antes y un después tras
los luctuosos acontecimientos, la militancia de Sender, también. El comunismo
libertario, levantado bienintencionadamente, pleno de utopía (analfabeta es
cierto) para llevar pan a la boca, es barrido por unas fuerzas que no
pertenecen a un Régimen represor o sospechoso. Son las fuerzas conjuntas al
servicio de la República ,
la Guardia de
Asalto fue creada ante la desconfianza en la Guardia Civil , quienes
masacraron a los sublevados. La preocupación de alguno de los participantes era
si el hecho “devendría acción de guerra en los haberes”.
Luces y sombras de una
lucha social que encontró enemigos dentro de su propio bando. Meses antes los
ferroviarios de la CNT
proyectaban una gimnasia revolucionaria contra la “República Burguesa”, que
terminaron con choques entre anarquistas y fuerzas de orden público, mientras
amenazaban que “vencida una insurrección surge otra, apaciguando un motín surge
otro”. El caldo de cultivo para los sucesos de Casas Viejas se estaba cociendo
a fuego lento. Los oficiales participantes en la “razzía” y entonces director
General de la Guardia
Civil , Cabanellas, continuaron su vida militar en el bando
sublevado. Tres de los oficiales participantes en la matanza: Gurmesindo de la Gándara , Carlos
Cordoncillo y Manuel López Benito, fueron detenidos en septiembre del 36 en el
Madrid republicano y entregados al Comité Provincial de Investigación Pública
que los ejecutó. Junto a la represión de Asturias esta es una de las páginas
negras de nuestra historia, tanto por parte de los sublevados con violencia, como
de la violencia del gobierno que los reprime. La lucha contra el caciquismo, el
sistema feudal andaluz y por llevar alimento a sus familiares terminó de forma
violenta. El sueño romántico/libertario chocó con la realidad de una República
que perdió la inocencia…
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