La
Academia del Cine Español, con la colaboración del Teatro López de Ayala y la
Filmoteca de Extremadura, ofreció este evento único dentro del ciclo Gas
Natural Fenosa de Cine Itinerante, con la proyección de una de las películas
nominadas a la 31 edición de los Premios Goya, presentada por David
Garrido Bazán, director de la Filmoteca y la presencia de la protagonista Anna
Castillo, con posterior coloquio.
"El
Olivo" es una propuesta honesta, sencilla, sentimental (no sensiblera) que
navega por el océano de las emociones humanas. Sin renunciar a la amargura de
temas como la reciedumbre del mundo rural, los efectos catastróficos de la
crisis o la desertización del planeta. Parábola en clave costumbrista y paisaje
sereno
Con predominancia de cámara en mano, naturalismo en las interpretaciones, y ese
punto de locura necesaria para llevar a cabo una empresa utópica, pero
necesaria para el espíritu.
"El
Olivo" es un cuento postmoderno, con un aura mágica y positiva que hace
prevalecer las emociones sobre el espectáculo y lo interior sobre la pirotecnia
visual. Parábola que elige el naturalismo frente a la afectación (no hay más que ver la
presencia de Manuel Cucala, el yayo) y el inconformismo sobre lo acomodaticio. Icíar
Bollaín consigue equilibrar los momentos dramáticos y cómicos sin transición, surgiendo directamente de la
cercanía de personajes con fluidez y espontaneidad para enlazar las subtramas. El
espíritu de Ken Loach gravita sobre esta cinta. No sólo por la intervención de su guionista-fetiche:
Paul Laverty, sino por ese universo cercano, verosímil y punzante que comparten.
La acerada crítica social que está presente en
toda la filmografía de Bollaín, se vierte sobre la quijotesca empresa de Alma
(excelente Anna Castillo), acompaña de dos escuderos de solvente
interpretación, como el versátil Javier Gutiérrez (Alcachofa) y el lacónico
Rafa (Pep Ambrós). Jugando con esos efectivos primeros planos de Alma, donde la
actriz demuestra que no es necesario el histrionismo (poner caras) para
destilar emociones, y con largas panorámicas mixturadas con acertados y nunca
excesivos flashbacks.
En la paleta cromática, uso natural de la luz de Sergi
Gallardo (Los Niños Salvajes, Elisa K). En el soundtrack, una proporcionada
partitura que sólo suena en los momentos precisos, dejando a la naturaleza el
resto del pentagrama. El olivo, símbolo del territorio perdido de la infancia,
quizás es solo excusa argumental. No importa demasiado que Alma pueda estar equivocada
y la enfermedad del yayo no tenga nada que ver con el olivo, sino con la
naturaleza de las cosas. La alegoría es tan importante en este microcosmos como
la propia verdad. En esta fábula (entre rural y road-movie castiza), el mensaje
está por encima de las excusas argumentales. Por encima del tópico, como ya es
habitual en las películas de Icíar Bollaín. La lucha contra los gigantes (o
molinos), el David derribando a Goliath, y la lucha por las propias raíces.
Bollaín resuelve un guión agridulce, en el que no renuncia a continuar con su militancia, ya manifestada en obras anteriores: El matriarcado rural, la burbuja
inmobiliaria y la España Profunda en “Flores de Otro Mundo”, la violencia de género; pictóricamente reflejada; en
“Te doy mis Ojos”, el impacto del Descubrimiento y el legado colonial en “También la Lluvia". La
arquitectura del film se sostiene sobre la capacidad actoral de Anna Castillo
que se merienda la cámara (literalmente), la sobriedad (aparente) de Pep Ambrós
en un registro que solicita mucho más de lo que aparenta, el carisma y
versatilidad de Javier Gutiérrez, capaz de trascender del drama a la comedia en
segundos y el naturalismo de el yayo (Manuel Cucala). Un paseo por el
territorio perdido de la infancia, por el regreso a las raíces. No es un cuento
con final feliz.
No es una fábula complaciente. Es una historia naif de
perdedores. Es cine de autor, cine social, drama, ocasional comedia
costumbrista, Cine español…de calidad.
Banda
Sonora:
Pascal Gaigne colabora por cuarta vez con la directora. El pentagrama
está estrechamente relacionado con las situaciones vitales. Una sección más
vital y dinámica, que nos refiere la parte de la road movie, los instantes
intimistas y las emociones, tomado como referencia el olivo. El protagonismo
instrumental se resuelve con variaciones donde juegan teclado, maderas y
cuerda, incluso un acordeón. Con un cierto aroma minimalista. La BSO transmite
emociones y la evolución de los personajes. Hay una división bipolar que se
adapta a la historia. Juega con notas sostenidas que utiliza para emocionar y
transmitir recuerdos, emociones vitales con notas pausadas. El epílogo es un
elegante diálogo cuerda/piano lleno de esperanza. El tema 1 es un inicio
cristalino, ligeramente edulcorado, melancólico pero decidido, que se convierte
en leitmotiv. No huye el score del
sintetizador y la celesta para evocar la memoria y las raíces. Para exponer
esta obra dual, que diferencia marcadamente (musicalmente) los personajes de el
abuelo y Alma, o los lugares geográficos (España y Alemania) para desarrollar una
obra de “aparente” sencillez compositiva. El músico ha nominado las piezas con
los nombres de “Parte 1” hasta “Parte 5”. Estas secciones están claramente
definidas y son un prodigio de ilustración de personajes y situaciones. Su
anterior obra El Faro de las Orcas, ya fue reseñada en este blog. La solvencia
de Gaigne está presentes en obras como la excelente “El Sol del Membrillo”,
o en la partitura minimalista y nostálgica de “Azul Oscuro, casi Negro”. Con ejecución de la
Orquesta Sinfónica de Bratislava, comandada por la experta batuta de David
Hernando Rico, con predominio de la cuerda y diálogos de pizzicatos. En el piano, un habitual, Javier
Pérez de Azpeitía. El propio
compositor utiliza la celesta y la mandolina. También hace su aparición el arpa
y algún solo de clarinete y violoncelo, para una partitura estructurada en
forma de “suites”.
Lo
mejor: Que las empresas se involucren en proyectos culturales, A cambio se
puede visionar un apreciable, esperpéntico y divertido cortometraje. Obviamente de
cariz publicitario.
Que el público que no acudío a las salas, pueda visionar cine español de calidad.
Lo
peor: Como siempre sucede en “todo de gratis”: la presencia de espectadores que
jamás van al cine y no saben comportarse, o directamente no les gusta el cine.
La
“extraña” situación de filas vacías con localidades bien situadas, mientras desde una esquina de la sala, ves la película en escorzo…
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