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Además
posee un corrosivo sentido del humor subversivo, para derrumbar las
arquitecturas de lo políticamente correcto. En “Elle”, las sombras de Jung y de
Freud son alargadas. Ya en la obra original no existía un propósito de
moralizar, objetivo que toma el director con gusto del controvertido escritor
cuyas obras nunca dejan indiferente, recolectando pasiones y animadversiones.
Para Verhoeven este personaje amoral; de pasajes subterráneos y rincones
oscuros en la mente; es un regalo para desplegar toda su artillería sediciosa.
El escritor Philippe Djian ya fue adaptado al cine por el director Jean-Jacques
Beineix, cuando su novela “37º2 le Matin”, se convirtió en la exitosa “Betty
Blue”, con una extraordinaria partitura de Gabriel Yared.
En
1986, de la mano de Yves Boisset llegó a la pantalla “Bleu Comme L´enfer”, otra
negra adaptación de su universo. En “Betty Blue” ya encontrábamos el
acercamiento una perturbación límite de la protagonista, que evoluciona hacia
esquizofrenia catatónica. El personaje de Betty (cautivadora Beatrice Dalle) presenta
síntomas de manual: agitación psicomotriz, tristeza, indiferencia, escaso
control de los impulsos, que la convierten en un trastorno histriónico de la
personalidad.
Para
filmar “Elle”, Verhoeven se mimetiza con el estilo fílmico francés y utiliza
París como decorado de la enfermiza trama. Cámara en mano se convierte en
escriba del devenir enfermizo de los personajes. El lenguaje crudo, sin rodeos
del escritor galo, es un reflejo de las vivencias de sus personajes, basados en
datos reales.
Philippe
Djian utiliza un habla vulgar, cotidiana, coloquial. Hay reminiscencias de la
novela norteamericana y el “hard boiled,” en su escritura, sus climas oníricos,
anegados en océanos de alcohol, sus desiertos urbanos al modo de Wenders,
(absorbiendo a James Cain y su negrura) envueltos en un clima de
existencialismo desesperanzado y trufado de diversas referencias literarias o
míticas. El uso de coloquialismos dificulta la traducción. También la
obstaculizan el uso de contrasentidos o frases hechas, las paronimias (palabras
similares fonéticamente), los “falsos amigos” y las expresiones idiomáticas.
Estos escollos; junto a la utilización por parte del traductor de eufemismos
castellanos para velar la dureza del vocablo galo original; constituyen el
“corpus” para las traslaciones a nuestro idioma de la obra del escritor
gabacho. El film no refleja léxicamente su estilo; que alcanza su límite de
vulgaridad en “Por qué no un Porno?, con descripciones de literatura pulp o
explotaition o narraciones sin capítulos (en el caso de “Oh…”). En ocasiones se
precisa de un diccionario especializado en argot para comprender los textos.
Por otro lado el personaje de Michèle (formidable Isabelle Huppert) es pintado
con rasgos mucho más patológicos, que la reivindicativa propuesta de rechazo
del status quo e independencia que escribiera para la protagonista original
literaria.
El
guión nos adentra en tierra prohibida. Lo que en “Betty Blue” constituía una
intensa carga erótica, en “Elle” es una dependencia patológica. El juego
cromático de tonos azulados y rosáceos de la historia de “amor fou” que se
utilizaba en aquella, se transforma en una paleta apagada y ocre en este
desquiciado universo habitado por Isabelle Huppert. Y es que la hembra fatal de
“Elle”, mantis religiosa y desestabilizadora, es la más intensa de las
protagonistas de Philippe Djian.
“Blue
Comme L´Enfer” se ha convertido con el tiempo en un título de culto, de
atmósfera oscura. Una road movie perversa bajo un cielo azul. Básicamente la
paleta filmográfica de Verhoeven maneja el tornasol del exceso, la
deshumanización de personajes y la pincelada de la controversia moral. Incluso
en productos aparentemente más comerciales como “Desafío Total” o “Robocop” el
rosario de traiciones, inmoralidades y sevicias, es la denominación de origen.
En “Los señores del Acero” el holandés
se pasea de la mano de la ultraviolencia por una Edad Media oscura, bizarra,
amoral y obscena, donde uno de los mercenarios ofrece a una dama un alimento
que no se encuentra en los estantes de ninguna tienda. En este film, el
personaje más miserable resulta ser la; aparentemente ingenua víctima; recreada
“cum laude” por la actriz J. Jason Leigh. Algo impensable en producciones teñidas
de romanticismo naif como “Ivanhoe”, “El Talismán” o “El Príncipe Valiente,
pongo por caso. Con la destroyer “Showgirl”, el director da carpetazo al sueño
americano con un esforzado ejercicio sobre la vulgaridad, la tosquedad y el
inframundo del “lap dance” que supuso la debacle para Elizabeth Berkley
(después recuperada en CSI Miami), y para todo el elenco que protagonizó esta
versión explotaition de “Eva al Desnudo” en clave de erotismo kitsch, hoy
convertida (misteriosamente) en obra de culto.
En “El
Cuarto Hombre”, el neerlandés y su guionista alteraron algunos pasajes de la
novela de de Gerard Reve. Deudora de la visión hitchcokiana del sexo, y llena
de símbolos e imaginería inteligentemente dispuestos para despistar al
espectador. Una narración en clave onírica y rocambolesca, con paleta de vivos
colores y aires de pesadilla feérica, que constituye el culmen de las
obsesiones lúbricas y místicas del autor. Tal vez su mejor aportación al cine.
Hupper
nos regala la interpretación ambigua, majestuosa e incendiaria de una psicópata
de manual. Escucharla en el idioma de Sade (pongo por caso), Sartre o el
trasgresor Bataille, aparte de ser una delicia, no deja de tener cierta ironía.
“Elle” es un catálogo antropológico, en clave pulp, de taras mentales y
conductas asociales. Verhoeven realiza una maniqueísta división entre bobos y
alienados. Un padre que parece no ser consciente de que su hijo es de raza
negra (en la novela es hijo de un traficante que cumple condena), una esposa
(Josie), interpretada con soltura por Alice Isaaz (Doce Veneno, Rosalie Blue),
que padece trastorno límite de la personalidad. Una abuela recreada por Anne
Consigny (La Escafandra y la Mariposa) que padece paradoxia, experimentando
deseo por efebos a los que cuadruplica la edad. Un narcisista diseñador de
videojuegos hentai. Michèle carece de empatía, actúa casi sin conciencia y con
frialdad afectiva. Es una depredadora que le da a todos los palos de la baraja
parafílica. Observa con prismáticos al vecino mientras se consuela, fantasea
con ser golpeada y humillada (y lo lleva a la práctica), comparte el fetichismo
de la máscara. Quizás sobra la excusa sicoanalítica de introducir un padre que
es un serial killer, para justificar freudianamente las andanzas de Michèle. En
este particular el guión hace aguas, ya que el psicópata no necesita ninguna
excusa para su conducta. Aunque sirve de coartada argumental para explicar
porqué no llama a la policía. Incluso su presunto arrepentimiento es tan
turbio, que no parece otra cosa que una forma de continuar el juego y forzar a
Patrick (Lauren Lafitte) a continuar con la violencia. Verhoeven juguetea con
quienes buscan una coartada intelectual de “qualité” y deja clavado al
cultureta de salón con la escena final donde el personaje (desaprovechada
Virginia Efira) de la esposa que solicita ver la misa del gallo en Navidad y
levanta risas entre un sector del público (todavía no entiendo el motivo), le
suelta una frase a Michèle que desmonta todo el andamiaje de este “grand
guignol”. Una bomba atómica que explota en la cara del espectador, manipulado
como un títere.
El
único personaje con empatía y capacidad de afecto es el que un sector
ideológico desearía ver vapuleado y cierra este círculo de insanía con una
frase soberbia, majestuosa, icónica que da un poco de sentido a ese mundo
soterrado, enfermizo de diván de sicoanalista en que habitan. ¿Humor negro?.
Las películas de la Ealing , “Arsénico por Compasión”, “Fargo” o “Sweeney Todd”
son humor negro en estado puro. Que entre en coma tu madre el día de Navidad
tiene la misma gracia que una subida de tensión. ¿Crítica a la familia
tradicional? Lo difícil es encontrar en el guión algo semejante a una familia
para criticar. ¿Azote subversivo de la moral tradicional? Si para revindicar un
cambio de moral burguesa es necesario toquetearse espiando al vecino y dejarse
violar repetidamente, prefiero quedarme con Buñuel y Polansky. ¿Canto a la
libertad de la mujer? Michèle, anclada en su patología es el paradigma de la
esclavitud ante los abismos de la mente. Quizás toda la explicación moral se
encuentre anclada en los ojos de ese lindo gatito voyeur, que contempla frío,
impasible, sin empatía, como violan a su dueña.
Banda
Sonora:
Anne
Dudley ya había colaborado con Verhoeven en “El Libro Negro”. El Soundtrack
ademas utiliza obras como Piano Concerto No. 2, II. Adagio Sostenuto by
Sergei Rachmaninoff, Symphony No. 6 'Pastorale' - 1st Movement by Berliner
Philharmoniker.Jugando con un tema principal cálido con elementos de thriller e
incluso psicológicos para mostrar paulatinamente la mente de la protagonista
capaz de sonar romántica, thrilleriana, plena de aflicción o morbosa según se
precise. Excelente complemento expresivo para los recovecos de la mente de
Michèle, ajustando la partitura en cada momento al servicio del desarrollo. La
música dibuja el personaje y se adapta como un guante a las exigencias del
director. No en vano su anterior trabajo devino en resultados excelentes. Hay
un uso nostálgico (e inquietante) de cuerda y teclado. Temas deudores del
thriller más clásico como “Little Psycho”, absolutamente turbadores y
atmosféricos como las notas al piano de “A Tortured Soul”, los acordes de
melodrama clásico de “A Different Ending”, o los inquietantes efectos sonoros
de “A Prowler”. Destacar el título principal, absorbente, misterioso que avanza
redondeando la melodía y columpiando las notas, en un emocionante ritornello. Anne
juega con la contextualización, evocando musicalmente la profundidad abisal del
personaje y sus diversas vivencias
Lo
mejor: Tener la conciencia de estar ante una inmensa película con una
interpretación de una fascinación enfermiza, incómoda, nihilista, poliédrica y
morbosa. De las que hacen época.
Lo
peor: Que tratándose de un mundo personal e intransferible de obsesiones y
estilemas del autor, el kultureta tenga que buscar una coartada intelectual
para justificar su adoctrinamiento. O que los árboles le impidan ver el bosque.
Que se
desaproveche una actriz como Virginie Efira. Si desean visionar otras películas
de esta actriz recuerden “Pastel de Pera con Lavanda”, donde la relación
sentimental con un autista permite una interpretación plena de registros.
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