jueves, 21 de septiembre de 2017

The Limehouse Golem. Vuelve el Grand Guignol

            



Juan Carlos Medina
Año: 2016
Duración: 109 minutos
Género: Thriller - Intriga
Nacionalidad: Reino Unido
Intérpretes: Olivia Cooke, Bill Nighy, Douglas Booth, María Valverde, Eddie Marsan


Los espectadores menos avezados quizás, ante  los primeros asesinatos, crean encontrarse envueltos en una película de subgénero gore o del más cómico splatter. Otros aventuraran una revisitación del latino giallo, basándose en la estética y el cromatismo del film. Ninguna de estas predicciones de higadillo y casquería son acertadas. The Limehouse Golem es un rendido homenaje (estético y conceptual) del abuelo paterno de todos esos subgéneros. Bienvenidos al Grand Guignol. Los clientes de la época victoriana precisaban de matanzas, salpicones de sangre (splatter) y otras delicias sobre el escenario, quizás para olvidar la dureza real de su cotidianeidad. Escenas grotescas, mutilaciones, ejecuciones y barberos asesinos se mezclaban sobre las tablas, para ofrecer la catarsis a un abarrotado y variopinto público formado por perdidas, borrachos, marineros y algunos miembros de la alta sociedad amantes de emociones fuertes o depravadas, deseosos de ver los ancestros de los actuales efectos especiales, que el visionario Oscar Méténier ofrecía al extremo inferior del escalón social. Sujetos que no se admitirían en otros lugares. Entre desmayos y gritos, el género se traslado a Inglaterra a principios de los 20, donde se le dio un envoltorio más gótico y se minimizó la violencia, debido a la censura existente en las artes británicas.
The Limehouse Golem es, ante todo, una propuesta atmosférica que toma lo mejor de aquel Grand Guignol y lo mixtura con travestismo, referencias a Jack the Ripper, novela negra y los famosos Penny Dreadful. Aquella literatura barata de thriller gótico que la clase obrera compartía o alquilaba, al no poder pagar ni siquiera ese “penique”, para seguir las atrocidades de Sweeney Todd y de otras vidas nada edificantes.
El director Juan Carlos Medina debutó con cine de género con una apuesta espinosa y arriesgada. Miscelánea de Guerra Civil con terror. En “Insensibles” la factura técnica disipaba los pequeños escollos de una propuesta balbuceante  y somática sobre niños que no sienten dolor. Aquí se ha empapado de referencias cinematográficas y cinéfilas como el mítico Golem al que dio vida el rabino de Praga, icono  del cine silente, e incluye el personaje del escritor George Gissing, casado con una ex­-prostituta,  que en su novela “New Grub Street”, pergeñaría un retrato despiadado del mundo marginal y artístico londinense.

Olivia Cook preguntándose: ¿Que sabía ella de los ferrocarriles?
Pero ningún acercamiento fue tan real como la inmersión literaria y humana de Jack London, que escribió una denuncia imprescindible: “La Gente del Abismo”(The People of the Abyss. 1903). En ella narraba la miserable e inhumana vida en el East End de Londres. El autor experimento en carne propia la degradación y la miseria, durmiendo en calles, burdeles, para describir y revelar las infrahumanas condiciones que la literatura victoriana al uso suele obviar.
En medio de este abismo se encontraba el barrio obrero de Limehouse, denominado así por sus hornos de cal. Los marineros fueron apodados "Limeys" o "Lime Juicers" ya que tenían raciones regulares de jugo de limón cuando en el mar para evitar el escorbuto. Pero lo más probable es que la teoría de “hornos de cal” sea la correcta, ya que el nombre de Limehouse es anterior a las raciones de escorbuto de marinero. En aquella época era igual de sórdido que el Whitechapel donde realizó sus fechorías el Destripador, con el añadido de barcos y asentamiento de fumaderos de opio donde el mismo Conan Doyle (Sherlock Holmes) acudía en busca de suministros. Y también era visitado por Chales Dickens para ver a su padrino.



El inspector Kildare, interpretado por el siempre eficiente Bill Nighty, trata de encontrar al autor de los crímenes en un Londres de serie B, opresivo, libertino y habitado de sombras. El diseño de producción es uno de los puntos fuertes, aprovechando los escasos exteriores y recreando minuciosamente escenarios decimonónicos o habitaciones con una notable fotografía de Simon Dennis (Melanie, Black Sails) ya habituado a fotografiar callejones y desoladas calles de ladrillo (Peaky Blinders, Jekyll and Hyde, Ripper Street). Aunque todas estas referencias ya se encontraban en la novela germinal: “Dan Leno and the Limehouse Golem” del británico Peter Ackroyd, guionizada por Jane Goldman (Stardust, X-Men, La Mujer de Negro, El Hogar de Miss Peregrine para Niños Peculiares) avalada por una gran experiencia con la estética gótica. La guionista emite  un programa sobre experiencias paranormales “Jane Goldman Investigates”, con un sesgo bastante científico. 

Dan Leno fue un cómico de music hall especializado en pantomima, transformismo, comedia cockney y en papeles de “dame”. Con él, creció el burlesque. Pero sus preferencias artísticas le restaron puntos para ser tomado en serio e interpretar papeles Shakesperianos. Sufrió una crisis emocional y murió a los 43 años. El film homenajea iconos de la época como la representación del Bluebeard que tiene lugar en el teatro, o la inclusión del mismísimo Karl Marx como  sospechoso. Incluso el mismo detective es un prefacio de lo que sería Sherlock Holmes, también se recitan de versos del poeta Alexander Poe y hay varias referencias al escritor opiómano Tomas de Quincey y su obra “Del Asesinato considerado como una de las Bellas Artes
La dramaturgia se sustenta sobre las notables interpretaciones del veterano Nighty, sobre la naturalidad de Olivia Cooke (una Moll Flanders que consigue ascender utilizando sus astucia en un entorno machista y conservador) y el certero personaje que desarrolla Douglas Booth (casi un sosias de Freddie Mercury). Destacar a María Valverde en un esforzado rol victoriano con acento correcto. Nunca sabremos las aportaciones que podría haber hecho al personaje detectivesco el gran Alan Rickman, cuyo fallecimiento le pasó el testigo del detective Kildare a su veterano compatriota.



Hubo otros dos directores que coquetearon con la idea de llevar a la pantalla la novela de Peter Ackroyd. Las visiones del esteticista Yvory y del delirante Terry William, hubieran dado como resultado poemas visuales de lo más disímil. Desafortunadamente nunca llegaremos a verlos. Limehouse es un thriller victoriano lleno de guiños a la Hammer, con referencias al “From Hell” del ecléctico Alan Moore (la frase pintada con sangre sobre la pared)  Bill Nighty recuerda en algunos sesgos al enorme Peter Cushing en sus incursiones hammerianas. Hay retazos pulp en la narrativa, una extraña simbiosis de Dickens con David Fincher, añadiendo el manierismo de Terence Fisher.

Hermosa banda sonora atmosférica, macabra, intensa y  eficiente, del antiguo músico de jazz Johan Söderqvist (Hermanos, Cosas que perdimos en el fuego, Déjame Entrar). En la partitura hay predominio de música electrónica para matices góticos o instantes de una insana melancolía. Destacan temas como “El Golem”, teñido de un romanticismo enfermizo.
La inclusión de canciones equivocas de la época como ¿Qué sabía ella de los ferrocarriles?, escrita y compuesto por CG Cotes & Bennett Scott (1897), que en el film es cantada por Olivia Cooke, y  llevó a la cantante de Music Hall del East End, Marie Lloyd (1870-1922), ante el Comité de Vigilancia, contribuyen a la creación de un clima realista y desenfado en esos instantes:

Alguien quería perforar su boleto
los guardias y porteros llegaron ronda por la puntuación
y ella les dijo a todos que nunca había tenido su boleto perforado antes.

Otra composición I'm Waiting for Him Tonight, Compuesta por Dan Leno / Johan Söderqvist, esta escrita siguiendo los cánones musicales del music hall de la época con enorme acierto.

Lo mejor: La factura técnica, el diseño de producción y las interpretaciones.
Lo peor: Que la densidad de la trama ralentice el interés del espectador o la pérdida de detalles para atraparlo. Que se pueda adivinar el final por parte de los más avezados.





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