En
Crisis (Crisis. 1950), ya se
hallan las pinceladas del virtuosismo
que Richard Brooks volcaría sobre su posterior obra. La obra genésica es un
relato corto del dramaturgo Georges Tabouri (The Doubters. 1950) y es la iniciación del director en adaptaciones
de material literario, que después le llevaría a notables producciones como A Sangre Fría. In Cold Blood. (1966), Lord Jim (1965) o Los Hermanos Karamazov. The
Brothers Karamazov (1958). Brooks sitúa la acción en una imaginaria America
Latina, donde el dictador Farrago y su consorte (trasuntos de Perón y su esposa
Eva), gobiernan con mano de hierro. El guión sitúa al neurocirujano Eugene
Roland (Cary Grant), de vacaciones en el país, frente a una espada de Damocles que laceraría
el espíritu de cualquier persona. El doctor debe operar el tumor cerebral del dictador,
o su esposa (rehén de los revolucionarios), morirá si éste sobrevive en la mesa
de operaciones. El arduo drama moral
permite al director la esgrima verbal de unos diálogos prodigiosos.
No
podía esperarse otra cosa del guionista de Cayo
Largo. Key Largo (1948). John Huston
o de “Brute Force”. Jules Dassin
(1948). Brooks maneja con habilidad las sinuosidades y ángulos éticos de la
propuesta, o el sutil equilibrio en que se mueven los personajes, pese a las
imposiciones de la productora (La Metro controlaba todos los aspectos de sus
producciones). El neurocirujano, interpretado por Cary Grant, se encuentra ante el dilema de salvar
al dictador para que continúe oprimiendo y asesinando, ofrendando como victima
propiciatoria a su esposa. Richard Brooks maneja con bisturí la trama, donde se
mixturan el respeto al juramento hipocrático, la posibilidad de salvar del
dolor a miles de personas o la protección de la persona amada. Con habilidad va
presentando a los diversos jugadores en el tablero, para descubrirnos un mundo
donde la grisura se apodera de la sociedad y el maniqueísmo no es la medida apropiada
(los opositores no son precisamente trigo limpio). Ejercicio de disyuntiva
moral donde confluyen todas las grandes incógnitas de hombre. Desde la
desesperación, que te lleva a culparte ¿Por qué venir de vacaciones
precisamente a este país?, hasta la ambigüedad de las pasiones humanas en
circunstancias donde la dialéctica es papel mojado. Excelente paleta para un
director que siempre movió los hilos de sus personajes desde su visión
izquierdista. Seres que habitan un universo injusto, perturbado y cruel. Un microcosmos
dominado por su estética narrativa clásica y su óptica intelectual; patente en
sus diálogos certeros; incisivos, que lo elevan al nivel de uno de los mejores
adaptadores de literatura a la pantalla. Quizás es en este film, en donde más
late ese conflicto entre el autor independiente y el sistema hermético de
estudios; compartido por todos los demás integrantes de la “generación de la
violencia”; entre la coherencia ideológica y la estética.
Brooks es un intelectual
americano típico, cuyos film; según propias palabras; cuentan la misma historia.
El público no deseaba ver a Grant en este tipo de historias. Originalmente fue pensada
para Spencer Tracy y la esposa de cirujano, en realidad era la hija. Pero MGM impuso
una relación romántica para una de las escasas producciones no musicales de Arthur
Freed. Resultaba novedoso en el Hollywood de la época este acercamiento a
problemas del tercer mundo (un Hollywood todavía rabiosamente macartista), una valiente aproximación;
aunque lastrada por el presupuesto; que la obliga a ser casi una pieza de
cámara, grabada en platós. Hay una cierta indigencia en los instantes
revolucionarios, aunque también hallazgos notables, como el expresionista paseo
del protagonista por la solitaria plaza en claroscuro, con la efigie de Farrago
presidiendo las sombras, o el epílogo en la habitación del dictador, donde Cary
Gran aguarda en las sombras como un demiurgo vengador. El desarrollo es
lastrado por un costumbrismo made in USA y los tópicos localismos que; desde la
perspectiva anglosajona; avecindan cualquier país de lengua hispana. De este
modo, encontramos los imposibles acentos del elenco, y esa desatinada creencia
que relaciona el mundo del toreo (Olé) con todo lo que huela a latino, junto
con el flamenco. Richard Brooks seleccionó a los “latin lover” más reconocidos
del cine silente. Gilbert Roland, Ramón Novarro y Pedro de Córdoba, dotando de
pintoresquismo la trama. A esto contribuye, notablemente, la partitura seudo-folclórica de Miklós Rózsa, que incluye una ejecución
musical del guitarrista Vicente Gómez, interpretando a un opositor al Régimen (en
la vida real era un exiliado del franquismo). Una anómala pieza flamenca en un
país tropical. Es la primera vez
en la historia de Hollywood en que la música atmosférica de una película, era
interpretada únicamente por un instrumento, aunque la británica The
Third Man. Carol Reed (1949), tiene un puntaje musical reproducido
en una cítara. Este país de opereta, esta iluminado (Ray June) como en el cine
de los años treinta, lo cual le aporta un aire de irrealidad. Frente a la
sociedad sellada y el culto a la personalidad del líder tiránico, el médico
ofrece alegatos discursivos, lastrados por el “american dream”, que adapta; inocentemente; a las circunstancias del país.
Farrago argumenta que la libertad y la
democracia son fáciles en aquellos lugares donde las personas son educadas,
civilizadas y ordenadas. No es así en su nación, dice, donde una simple cola
para entrar al cine, se convierte en un disturbio. El líder de la oposición, Gonzáles,
no ofrece mejores opciones cuando se ríe de que las personas sean niños a quienes
se les debe decir por donde caminar. Ambos cabecillas juegan a prometer
milagros, pero desprecian a sus seguidores como necios útiles. Crisis se sitúa en esa tenue línea entre
el bien y el mal (evitando el cine de
tesis), entre la libertad y las propias afectividades, lastradas por las; nada
ocultas; referencias a su bestia negra política (Cuba). Los excelentes
diálogos, sardónicos, con una fuerte carga de causticidad, ironía y humor negro,
son lo mejor de la función. Sitúan al espectador en esa tierra de nadie donde
la ética queda eclipsada por la justicia y el espinoso dilema moral, pasa por
el propio sufrimiento. Crisis es un estudio
hábilmente irónico y terriblemente lúcido sobre la emoción y la versatilidad de
las revoluciones, ya que anuncia el clásico de Richard Brooks Los profesionales. The Professionals (1966),
y que incluye una crítica soterrada del imperialismo de Estados Unidos,
representado por el agente influyente de una compañía petrolífera. Casi como en
un esperpento valleinclanesco, el mensaje contra las tiranías nace de un país
que; en esos momentos se aplicaba en plena “Caza de Brujas”; sobre aquellos ciudadanos
que pensaban de forma distinta. A Farrago le habría parecido una hermosa
ironía.
-“Ha hecho un gran servicio no solo a
mí, sino a la gente de mi país".
-“Solo salvé su vida. No voté por usted”.
-"Ni ellos tampoco".
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