Siempre
existe gran expectación en el aficionado cuando la programación del Festival de Mérida anuncia una ópera. No
en vano existen ilustres precedentes. Desde esa formidable Medea (Caballé, Carreras), que ya subyuga desde su intensa,
majestuosa y dramática obertura (anticipando la ópera romántica), pasando por la
grandilocuencia trágica de Herodiade, habitada de la intensidad romántica de arias tan enormes como “Il es doux, il est bon”. La “Salomé” https://elgabinetedekaligari.blogspot.com/search?q=salome de Strauss, dejo un altísimo
nivel entre las piedras milenarias, con un montaje espectacular en lo musical y
en la imaginería. No tuvo tanta suerte Camille Saint-Saëns en lo operístico
como en el resto de su obra. Esta ópera, con reminiscencias de oratorio, es la
que se representa con más regularidad. Los
intérpretes se enfrentaban a un desafío marcado por la orquesta, casi a la
misma altura, sobre la que tenían que proyectar la voz y a una puesta en escena
casi cecilbemillesca, con gran
cantidad de actores y movimiento escénico. Casi un peplum operístico. La rigidez
del primer acto se transmitió a la voz del tenor Noah Stewart, en esta sección (con ecos de
los grandes oratorios haendelianos),
mostró un timbre velado, que fue creciendo y relajando a medida que transcurría
la historia. Aunque su papel solicitaba mayor densidad dramática y peso (vocal
y escénico), pese a poseer un físico envidiable, acorde con el mítico personaje
bíblico. Sansón y Dalia solicita un
tenor heroico. Casi de raíces wagnerianas. Este papel es todo un desafío para
los tenores.
Maria
José Montiel es un animal escénico desde su primera aparición. Su presencia
solemne, voluptuosa, bastaría para rellenar el instante, pero si a eso le añadimos
ese fiato controlado, los hermosos pianos, el modo de desenvolverse en la zona central y baja, la limpieza de los
agudos, el lirismo sensual de la sinuosa melodía, entendemos que el israelita
se postre a sus pies. La mezzo
utiliza todas sus herramientas vocales y dramáticas para el personaje más
fascinante (después de Carmen) que ha dado la ópera francesa. Una ópera que ha
confiado sus papeles protagonistas a mezzosopranos en abundancia de ocasiones.
El aficionado disfruta esa forma de dibujar a
pinceladas las semicadencias, del descenso; nada escolástico; de semitonos en “Mon
coeur s´ouvre à ta Boix”. Esa emisión redondeada, ese color cálido en “Printemps
qui commence”. Resulta comprensible que el pobre Sansón no pudiera
resistirse a tal nivel de seducción. Este es un caramelo para las mezzo y una de las piezas que definen la
ópera francesa. Para la bacanal, el compositor realizó una divertida parodia
del estilo grandilocuente del teatro francés. Este es uno de los instantes más difíciles
para el Coro de cámara de Extremadura; dirigido por Amaya Añúa; que se
ve obligado a realizar un “tour de force”
para empastar las voces; rodeados de un voluptuoso cuerpo de baile.
Envueltos y
participando en una coreografía de bacanal, que no favorece precisamente la
concentración del cantante. Sublime el instante en que cantan desde las
escaleras. Con el añadido de llegar sin aliento después de recorrer un largo
espacio. O ese estremecedor coro masculino (Hymne de Joie), de raíz
monódica, con reminiscencias del canto bizantino (plainchante), que celebra el
éxito de la rebelión. Certero empaste y clara definición de las líneas con un
bellísimo resultado. Segura, limpia y potente la proyección de voz de David Menéndez
(Sumo Sacerdote), de amplio registro dramático, que se escuchaba con nitidez
incluso en aquellas secciones del teatro en que daba la espalda. Poderosa voz
cobriza del bajo Simón Orfila (Viejo Hebreo) y notable en su rol de Abimelech,
el barítono Damián del Castillo, de poderoso instrumento. En su tercer
segmento, la ópera se llena de melodías recurrentes, casi autoreferentes, donde
predomina lo sinfónico sobre el canto.
El director, Paco Azorín, ha optado por
situar históricamente el argumento en una vivencia contemporánea y triste. Un
complicado montaje que utiliza caballos, con más de trescientos actores, pertenecientes a diversos colectivos
de discapacitados que enriquecen; con su profunda humanidad; el escenario. Con
instantes de pura y sincera emoción y dolor, grabados por la cámara de una
reportera de guerra. Los actores encargados de coordinar los diferentes grupos
cumplen un papel hermoso y esencial para la agilidad dramática. La escenografía
(Carlos Martos) juega con unas enormes letras con el nombre de ISRAEL. Las proyecciones contienen mensajes
sociales y reivindicativos en los textos. Un lúcido análisis de la ilógica del
ser humano con disfraz actual, pero errores de todas las épocas.
Destacar
la participación de colectivos de personas con discapacidad de Extremadura: la
ONCE, la Asociación de Discapacitados Auditivos de Badajoz (ADABA), la
Asociación de Padres de Niños Autistas de Badajoz (Apnaba), la Asociación de
Padres de Personas con Discapacidad Psíquica límite de Badajoz (AEXPAIMBA), el
colectivo de afectados por el síndrome de Asperges de Extremadura (ASPERGEX),
Plena Inclusión Montijo, Plena Inclusión Llerena, Plena Inclusión Zafra, Plena
Inclusión Mérida y la Asociación de Discapacitados de Mérida AFADISCOP. Otra de
las imprescindibles aportaciones es la de los grupos de teatro aficionados. Aldaba
Siglo XXI, Cambaluz, Candilejas, Createatro, Espacio Trece, Garnacha, Orozco,
IES Emérita Augusta y Cooperativa Santa Eulalia, La Porcíuncola, Plétora
Teatro, Sienteteatro, Tam, Teatro para la vida y TAPTC?
La
orquesta, con una dirección de Álvaro Albiach pasional y plena de lirismo que
planeaba suavemente durante los instantes de acompañamiento vocal y volaba en
los instantes plenamente orquestales, llenándolos de plenitud lírica o
intensidad dramática (o de plegaria); sin furiosos golpes de pincel; según
solicitaba la escritura. La OEX
extrajo todo el ardor tímbrico de la orquestación, para combinarlo con la severidad
de la construcción musical. Excepcional esa Danza
bacanal de sabor arábigo, lúdica y
vitalista. Preciso juego en todas las secciones, destacando los contrabajos y
chelos o el descriptivo y simbiótico trabajo del viento metal, tan necesario en pasajes descriptivos. Un espectáculo
enriquecedor, pleno de matices. Sirva como excusa para solicitar más apoyo a la
realización de ópera en nuestra región. Profesionales “haberlos, haylos”. Y de
los buenos…
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