Los
“Tonos Humanos”, tan caros al barroco
español, estuvieron presentes en la primera parte del concierto. Este género
profano se construía en torno a los amores no correspondidos, no exentos de una
cierta picaresca en sus letras e intenciones, amén de fingir aires populares en
su estructura. “Marizápalos” es una historia picaresca, un verdadero estándar
barroco que narra una historia de amores presurosos y canónigos vigilantes.
Este era el apodo con que se conocía a la actriz María Inés Calderón, amante de
Felipe IV. La pícara letra no tiene desperdicio y el ejecutante (Jacinto
Sánchez) planteó la melodía con variaciones, desde diferentes perspectivas:
rasgueos, formas de imitación melódica etc. Aquí es donde se traza la línea
entre lo popular y lo culto. En la elaboración y el enriquecimiento de la
música.
Los versos fueron escritos por Jerónimo de Camargo y Zárate. En 1657,
se publicó una versión de Miguel López de Honraba, donde Marizápalos pasa a ser sobrina del sacerdote vigilante. La
Marizápalos real terminó casi como la de la canción, “enviada” a residir a un
convento cuando el rey reconoció a su hijo.
Merendaron
los dos a la mesa
que
puso Marieta de su faldellín
y
Perico, mirando a lo verde,
comió
con la salsa de su perejil.
Ya
tendrían tiempo después de convertir la obra “a lo divino”, para redimirla. Tal
honor le correspondería al fraile barroco (con reminiscencias renacentistas) Joan
Cererols, con querencia por la complejidad contrapuntística y las relaciones
entre homofonía y polifonía que la transformaría en la bellísima “Serafín que con dulce armonía”. Con
texto, obviamente, religioso. Eugenia Boix desgrana con pasión estas obras que
solicitan registro dramático y pinceladas de humor por sus contenidos
satíricos.
José
Marín fue un músico de borrascosa biografía. Sus tonos fueron cantados en
tabernas teatros o en la propia corte, acompañados de guitarra o archilaúd, dos
instrumentos con cadencias rítmicas que se identifican con el hispano acervo.
“Ojos
pues me desdeñáis” (Manuscrito de
Cambridge), es una obra en 3/2 con ciertas reminiscencias de la “gradatio” del “Come Again” de John Dowland. Aquí el amor no correspondido y el
desdén, permiten desarrollar un lamento muy característico. Los tipos
estilísticos son los utilizados en el lamento italiano y europeo. Se estructura
en tres secciones (introducción/estribillo/copla estrófica con retorno a estribillo).
También se pueden encontrar suspiratio, catábasis,
cuartas ascendentes o melodía entrecortada por silencios. Eugenia Boix
consigue sobradamente ese “remover
afectos” que solicita esta historia de amor no correspondido, con una
secuencia melódica que recorre toda una octava. La interpretación de estos
tonos requiere aptitudes dramáticas. Gran parte de ellos se escribieron para la
escena (no así los de José Marín) y era práctica en la época que los intérpretes dramatizasen lo cantado. “No
piense Menguilla”, con su melodía de Canario, cautivadora y saltarina, que narra la promiscuidad de la
tal Menguilla, Tortolilla si no es por amor, La verdad de Perogrullo y su ofendido enamorado, etc. reúnen todos
los tópicos de despecho, desengaño y desencuentro. Algunas de estas letras son
difíciles de seguir si no se conocen. Baste poner como ejemplo que ese “vulgo de los necios” donde se regodea
Belilla, es una metáfora de “mancebía”. El lugar que frecuenta la díscola
muchacha, abundante en amantes. No en vano pertenecen a los denominados “tonos del cornudo”.
Jacinto
Sánchez interpretó; como intermedio entre los dos bloques; los “Canarios” de Gaspar Sanz. El Canario fue una danza teatral española
para pareja mixta, muy popular entre los siglos XVI y XVIII. Originaria de Las
Canarias con esquemas rítmico-armónicos repetidos por variaciones, una
estructura que señoreaba la segunda mitad del XVIII, Son numerosos los
recopiladores musicales que incluyen canarios en sus obras: Gaspar Sanz, Lucas
Ruiz de Ribayaz, Gaspar Huete, Antonio de Santa Cruz, Francisco Guerau, Antonio
Martín y Coll, Santiago de Murcia, etc
Esta
obra, de ritmo hemiolia, y, que alterna 6/8 y ¾, fue ampliamente celebrada por
el público. La popularidad de Sanz; de escasa producción; se debe fundamentalmente
a Manuel de Falla y al maestro Joaquín Rodrigo y su “Fantasía para un Gentilhombre” (1954) que utiliza esta obra. Gaspar
Sanz en su obra “Instrucción” da una idea general de la música popular de
aquellos tiempos: Danzas populares como las Folías,
el Villano, las Marionas, etc. De acuerdo con la práctica de antaño, Sanz las
ofrece tanto en una versión de rasgueo (es decir solo con la estructura
armónica y los golpes que hay que dar) como también en versión punteado. Una
excelente fuente para los estudiosos de música antigua, ya que Sanz las escribe
también "desglosadas en notas".
Esta recopilación de danzas en punteado forma, por tanto, una rica fuente,
debido a su precisa anotación, añadiendo detalles sobre afinación, encordaje,
etc. El guitarrista resolvió con solvencia y limpia digitación los adornos, corcheas
en 6/8, rasgueos, golpes, artificios y campanelas (mucho más gratas en la versión barroca de la guitarra), que recorren todo el mástil del instrumento en frases de cuatro
compases.
Es
el momento de abandonar el aire popular y la guitarra barroca para emplear el archilaúd,
mucho más acorde para una segunda parte plena de obras de gran belleza. Bárbara
Strozzi es una compositora que se incorpora a los conciertos con pleno derecho.
La “dama de la cantata barroca”, que
supo pujar en un mundo donde el patriarcado era la marca de la casa, destiló
sensibilidad y expresividad en su obra, escribiendo hasta ocho libros de
música. Ella fue una de las primeras compositoras seglares de Europa.
Barbara Strozzi |
“Si
dolce è ´l Tormento”. Monteverdi y sus “ostinato” están presentes con uno de sus madrigales más hermosos,
que popularizara el contratenor Philliphe Jawrosky. El resultado es de una
dulzura inesperada en compás de 3/ 8. Una obra a caballo entre el Renacimiento
y el Barroco (en el original, escrita para soprano, y bajo continuo) que eriza
los vellos y exige delicada estética a los instrumentistas, para la
interpretación de esta “seconda pratica”, que se enfrentaba la estructura
polifónica contrapustistica. La soprano elabora una catarata de matices donde
se misturan el aria moderna, la antigua canzonetta
y el color veneciano. Ágil en el centro y controlada en agudos, dibuja la larga
escala descendente, que retorna en medio de la modulante armonía, con las notas
columpiadas en elegante fraseo. Una preciosidad.
Resulta
sorprendente la modernidad de una obra como “Se que me muero de amor”,
nacida de la complicidad de Molière con Lully. Está escrita en perfecto español
dentro de un libreto en francés.
Pero
además de la inserción del idioma castellano, justificado en el libreto, es una
de esas obras cuya belleza, evocadora y sentida, trasciende el contexto de la
obra.
Se
atribuye la creación del género escénico comedia-ballet, al que pertenecería El
burgués gentilhombre, al propio Molière.
La
combinación de los acordes y palabras produce un efecto de gran belleza.
Eugenia Boix emite con un gusto exquisito, enfatizando los matices, pintando
cada palabra, adornándola y dejándola ir
en un continuo y oceánico reflujo.
Che si può fare?
Le stelle rubelle
Non hanno pietà.
Che
s’el cielo non dà
Un
influsso di pace al mio penare,
Che
si può fare?
La
cantata “Lagrime mie” forma parte de la ópera settima” de Strozzi, Diporte
di Euterpe, publicada en Venecia en 1659. Es un delicado lamento, construido sobre la letra del
poeta Pietro Dolfino. narra las vicisitudes de una amada encerrada por su
propio padre, lo que hace pensar que pudiera estar escrito para un castrato, Aunque Strozzi desarrolló la
mayoría de sus composiciones para soprano. Es un claro ejemplo de pintura de
palabras. El dolor queda aumentado por el intervalo de segunda aumentada y el
juego de modulaciones. Eugenia Boix dibuja las palabras con exquisitos matices,
elabora la tristeza con frases lentas, descendentes y cromáticas, con absoluto
control de la respiración. Con breves pinceladas en diálogo con el bajo
continuo. Esta pieza es un retablo de todas las posibilidades estilísticas del
canto a solo que existían a mediados del XVII.
La
Folía: Yo Soy la Locura”, aunque en realidad se trata de un
“passacaglia”; fue Compuesta por el laudista de la Corte Francesa Henri du
Bailly, con letra anónima, claramente influenciada por Erasmo de Rótterdam. La
elección de castellano muestra que se trataba de idioma cortesano y de moda.
Una ejecución en la que el archilaúd sabe permanecer en un segundo y sosegado
plano, con función básicamente rítmica, con apenas florituras. Se compuso
respondiendo a la moda española, imperante en la corte francesa. Está reseñado
por Gabriel Bataille en “Airs de varios
autores. Quinto Libro”.
Yo
soy la locura,
la
que sola infundo
placer
y dulzura
y
contento al mundo.
Sirven
a mi nombre
todos
mucho o poco,
y
no, no hay hombre
que
piense ser loco.
Como
“regalo” el dúo interpretó la Chacona “A la Vida Bona”. Imposible no
acompañar rítmicamente la expresión corporal a que invitaban los interpretes en
esta alegre danza criolla cantada, de Juan Arañes. También conocida como “El
Sarao de la Chacona”. Se trata de una obra jocosa, que invita a la
alegría, conducida por el rasgueo de la guitarra. Escrita en castellano
popular. Una divertida sátira sobre la sociedad y sus arquetipos.
Cervantes la definió como “esa indiana amulatada que nos viene de las Indias”. Todo
un “Omaggio” (homenaje) barroco. Sin
duda.
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