Los
juglares de Tryo Teatro Banda, presentaron una de las propuestas más
interesantes del Festival. Una historia galardona en Chile como Mejor Obra
Nacional y de la Asociación de periodistas del Espectáculo. Siguiendo el hilo conductor
de las cartas que el conquistador Pedro de Valdivia envió a Carlos V. El texto
es sólido, la narración vibrante con humorísticos sesgos y se hace leve, pese
al distanciamiento histórico con el público (desconocedor de los hechos), o la
ajeneidad de los acentos. La compañía pone en juego todo un arsenal dramático
que navega desde los modos de la Comedia
del arte, hasta el Mester de
Juglaria, desde La acrobacia circense a una notable interpretación
instrumental. En algunos casos, estos poliinstrumentistas integran el sonido del
instrumento como onomatopeya musical, para narrar el sonido de nativos
atacando, naturaleza, etc. En un juego enriquecedor y dinámico.
Diversos
instrumentos enriquecen la textura argumental y se integran en el entorno. El
tambor puede servir para simular lluvia o batalla, la trompeta sonidos de animales, etc. También juegan estos
actores-juglares con un sutil equilibrio entre lo pasado y lo presente, practicando una grácil ironía en un
texto de notable poética en la más certera línea de “enseñar divirtiendo”, pero
eludiendo el dogmatismo, el panfleto o la manipulación ideológica, lacra tan
cara al teatro actual. Destacan la excelente integración de los instrumentos y
la música, peculiaridad de gran mérito sobre las tablas. No es fácil cambiar
entre distintos instrumentos de cuerda, colocar la boca para soplar instrumentos
de viento, para declamar con limpieza a continuación, o pasar de ejecutar en el
acordeón a la acrobacia, el lenguaje corporal, la pantomima y la improvisación,
típicos de la Comedia del Arte.
Los tres actores de Tryo Teatro Banda pintan
diversos personajes con su paleta, cambiando con fluidez y afortunado sentido
del “timing”, incluso homenajeando al
teatro de marionetas con un imago que
representa a Valdivia, o dos muñecos mapuches de madera. Se juega con el
personaje omnipresente (Valdivia) y los personajes tácitos u ocasionales (Inés
de Suárez) Durante los 75 minutos que dura la representación los tres actores músicos,
Francisco Sánchez, Alfredo Becerra y Diego Chamorro, peinan el escenario o
recorren el patio de butacas, saltan, bailan, miman, o manejan instrumentos
como el guitarrón chileno, el bandoneón o la mandolina, con precisión y fluidez.
Hasta 20 instrumentos musicales adornan la espartana escena, formando parte de
un decorado que precisa poco más. La narración de la historia es el eje vertebral sobre el que se
construye un imaginario decorado histórico. Los actores poseen gran destreza y dominio
del paisaje escénico en este híbrido entre humorada y documento histórico, donde
el equilibrio entre la fascinación de la aventura, el rechazo hacia el abuso y
la opresión o la violencia de la epopeya, no están exentos de una perspectiva
crítica. El acercamiento al conquistador pone de relieve las aristas tragicómicas
de unos hechos históricos que no se pueden juzgar con ojos actuales, aunque sin
dejar de lado el mensaje reivindicativo. El texto huye del prejuicio histórico
y reivindica el olvido del pueblo mapuche en los documentos históricos. La
estrategia textual, de esta tragicomedia de los andes, se enfrenta al discurso
dominante, a caballo entre la crónica colonial y el discurso vindicatorio, sin
caer en el didactismo.
Los actores y su pupi (muñecos italiano que son replicas de los actores), protagonizan una propuesta fresca, novedosa (y al mismo tiempo clásica) y de trascendental vocación cultural. A lo largo de multitud de planos desfilan las inquietudes y ambición de Valdivia, el sufrimiento y valor del pueblo Mapuche, los engaños, las traiciones, el valor y la trastienda de la Conquista o de la fundación de Santiago.
Constituida en una alegoría de una nación inconclusa y sometida a diversas vicisitudes. La intención nunca es la creación de una imagen mítica del personaje o la manipulación a traves de lo heroico. El texto basa su soporte en la otredad, en el relato oral, en la gestualidad, en la narración como arma y el enriquecedor recurso de las canciones originales, como armazón dramático y parte de la narrativa. La falta de linealidad en la narración y lo anecdótico se esgrimen como recursos dramáticos. La utilización del atrezzo es proverbial. Los instrumentos ejercen de ambientación, musicalización o de utilería.
Así vemos
como la trutruca mapuche se transmuta en afilada lanza, un barco nace de la
estructura de un bombo, un arco de violín es una espada o una guitarra es
escopeta. El recitado es soberbio, sin altibajos. El ritmo, ágil. Estos
juglares contemporáneos manejan con soltura los códigos del clown, herederos de
la juglaría o incluso la tradición oral. Este fue el caso, tras la primera
representación, cuando una mujer mapuche
les informó que tenían que comerse el corazón de Valdivia, ya que esa era la
tradición transmitida. Juegan también con el concepto del ídolo caído, con la desmitificación
y la certeza de lo cotidiano frente a la hagiografía o la idealización histórica
manipulada. De este modo, Valdivia cae del caballo y se viene abajo su
proyecto, sus propios (y heroicos) capitanes conspiran contra el. A Tryo
Teatro Banda no le agradan los arquetipos heroicos ni la mitología
marcial. Así sea.
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