“Esculpe como un hombre”. La tragedia femenina, a lo largo de los siglos, ha
sido recorrer siempre el sendero detrás del género masculino. No a su lado,
como iguales. Nannerl, la hermana de Mozart componía y tocaba “como un hombre”, Mary Shelley tuvo que
esconder la autoría de su Frankenstein,
alabado hasta que se desveló que lo había escrito una mujer. A lo largo de la
historia, la mujer ha tenido que caminar de la mano (o detrás) del varón,
viendo como su pasión era apagada de raíz, su ímpetu creador, pisoteado y sus
ansias de liberación, sometidas por la estructura social patriarcal. En algún
caso, como el de Nannerl, ni siquiera nos queda la posibilidad de descubrir
ocultas algunas de sus creaciones.
Condenada al matrimonio, ya que cobrar por
la música en aquella época se consideraba el equivalente de la prostitución.
Condenada a ser “la hermana de”, como
tantas otras “esposas de” o “amantes de”. “La vida secreta de Petra Ledouc”,
es el grito desgarrador de esas mujeres a las que arrebataron sus vidas. A las
que arrancaron su pasión, su capacidad creativa. Mientras se alababa a los
hombres, a ellas se les condenaba a la sombra o al olvido. No hay nada peor que
el cautiverio a que te condena una sociedad. La imposibilidad de sacar afuera
todo ese fuego, toda esa pasión que consume al creador y que es el sendero de
su vida, su fuerza interna. De todo esto nos habla el texto de Memé Tabares. De
la lucha de la mujer por alcanzar el lugar que se merece, de la sojuzgación al
varón a lo largo de la historia.
Del castigo a la ardiente rebeldía frente a un
mundo injusto para el sexo femenino. Un mundo que te puede conducir a la locura
o la autodestrucción cuando tus ansias creativas se ven oprimidas, encorsetadas
por una cultura histórica. Inspirado en la vida de la escultora Camille
Claudel, el personaje de Petra Ledouc (Maite Vallecillo), nos muestra un espejo
en el que mirarnos como sociedad. Un espejo para avergonzarnos como especie. A
Petra Ledouc le han quitado todo. Todas sus herramientas con las que expresaba
su mundo interior, todas sus posesiones. Pero aún peor, le han robado el ser.
Mediante un simbólico juicio oral dirigido a un comité médico (el público);
rompiendo la cuarta pared; Petra narra el tormento de la creación, el torrente
desbordado del pensamiento que trata de hacerse carne, la herida luminosa
siempre abierta en el alma del artista y la terrible lucha, cuando no se pueden
expulsar los demonios. Y lo hace desde la voz desgarrada, rica en matices,
fértil en inflexiones y sensaciones de Maite Vallecillo.
Una voz que se convierte en parábola de todas las
mujeres, de todas las Petras Ledouc que han visto devastadas sus existencias,
apagado su fuego creador. La actriz
impacta desde el primer diálogo, despedaza su alma, solicitando empatía,
con notable manejo del juego corporal, para arrastrarnos al infierno de la
creación castrada. Una adicción que te arrastra a lo profundo, pero que ansías
como a tu propia vida. No lo tiene fácil. El texto de Memé Tabares es certero
como una saeta envenenada. Magnífico en el barniz externo, pero desgarrador y
militante en el mensaje. Los personajes germinan con facilidad a través de los
distintos diálogos, van ocupando su lugar en el mundo (o en la ficción), la
palabra es un instrumento para trazar caracteres y vivencias. Actitudes y
sensaciones. La puesta en escena juega, acertadamente, con los tiempos. Con un
continuo flujo y reflujo del pasado a presente, de las causas a las
consecuencias, intercalando certeras descripciones.
Los actores desarrollan los
cambios de registro con naturalidad y somatización total de los distintos
personajes: la madre, Bastián, la mujer, Julia, el médico, etc. Un
desdoblamiento notable, fluido y preciso. Pero Petra Ledouc también deviene metáfora de las prisiones interiores,
de las cárceles del alma, de esos paisajes internos en que nos encerramos
involuntariamente (amor, profesión, familia) y que condicionan nuestro devenir.
La propia autora-directora propone una espartana puesta en escena. Apenas unas
banquetas y mesas constriñen el mundo interior de la protagonista. El fondo
oscuro contribuye a crear un clima de desasosiego, de alienación y desaliento. El
vacío ornamental encuentra su espejo en el vacío interior de Petra Ledouc,
luchando contra sus demonios. Toda la estructura se apoya, pues, en la calidad
actoral, en la desnudez escénica. Maite Vallecillo, derrocha sabiduría escénica,
Nuqui Fernández, desdoblándose con fluidez y contención. Un camaleónico Jorge
Barrantes, siempre en difícil equilibrio, dado el mundo; casi irreal; en que
crecen los personajes.
Sobre el escenario se exprimen las técnicas brechtianas de distanciamiento. El
discurso es resuelto con economía de medios, apuntalado en el texto y embellecido
por la sólida argamasa de las interpretaciones; sin olvidar los generosos
juegos corporales; regalando instantes de vehemente y sincero teatro. Teatro puro
y duro para una de las obras más intensas que he visto en los últimos tiempos.
Acertada y envolvente la sección musical, un aspecto que apenas se tiene en
cuenta y es un parte más del pathos de la dramaturgia. La autora ha
incluido, acertadamente, la obra de otra
mujer. La compositora Angèle David-Guillou y su obra hipnótica “V.
for Visconti”, perteneciente al LP “En mouvement”. Una
melodía simbiótica, una línea melódica repetitiva a base de corno ingles y saxofón,
que contribuye a crear esa sensación de extrañeidad y exilio interior.
Una obra
que introduce al espectador directamente en los convulsos sentimientos de la
protagonista. Memé Tabares ha destilado y alquimizado la invisibilidad femenina
a lo largo de la historia, la terrible injusticia que te condena sin juicio por
haber nacido con un determinado género. Nunca podremos comprender el
sufrimiento, la locura, la decepción o la humillación de haber nacido artista
en un mundo de hombres, de ser condenada al olvido o al ninguneo por una
sociedad nefastamente estructurada. Ahora estas mujeres surgen, palpitan,
resurgen del océano de la historia desde la dirección y texto de Memé Tabares y
las notables interpretaciones del esforzado elenco. Petra Ledouc es un hermoso
canto de cisne, una desgarrada oda a todas las vidas que se perdieron, a todas
las creaciones que nunca fueron. La herida luminosa nunca estará curada, pero
al menos seguirá latente cada vez que se abra el telón para Petra Ledouc.
Espectáculo:
La vida secreta de Petra Leduc Autora: Memé Tabares. Intérpretes: Maite
Vallecillo, Nuqui Fernández y Jorge Barrantes. Espacio escénico: Memé Tabares.
Diseño de iluminación: Pedro Luis L. Bellot. Dirección: Memé Tabares. Compañía:
De Amarillo Producciones. Efecto Kepler.
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