Rodada en paralelo a la mítica obra de Tod Browning (Dracula. 1931) durante las horas nocturnas en las que el plató estaba libre, Drácula Georges Melford. 1931) se ha convertido en obra de culto para los cenáculos de cinéfilos y cinéfagos irredentos.
Cedido a la Universal (desde la Fox), Georges Melford; con menor presupuesto; destila una apreciable película cuyo metraje, superior a la de Browning, le permite un desarrollo más amplio en la trama. Las diferencias van desde los movimientos de cámara; mucho más numerosos en la versión española; hasta un erotismo más patente en el vestuario de Lupita Tovar (Mina Harker), pasando por una superior iluminación.
Esta historia vampírica es toda una rareza con intérpretes excesivos de gestos exagerados y una patente falta de dirección de actores. La utilización de la voz es teatralmente excesiva, los diálogos se cortan al modo escenario con pausas innecesarias y un insólito tono desenfadado en las primeras secuencias. Un pecado inasumible en una película de terror que solicita la creación de ambientes desde el inicio.
Quizás lo más chirriante del film sean los inasumibles acentos castizos de campesinos supuestamente transilvanos. Los nobles británicos tampoco reflejan demasiado bien su alcurnia con esta fonética populachera y anacrónica que no facilita la atmósfera gótica que solicitaba el relato. El actor cordobés Carlos Villarías no consigue extraer la naturalidad oscura que regala Bela Lugosi, pese a que el hispano era mejor actor que el rumano.
Si uno de los puntos fuertes de la obra de Browning fue la anacrónica y arriesgada utilización de El lago de los cisnes, con su toque gótico y misterioso, en el caso de la versión hispana el resultado el ambiente está cercano al cine de Florián Rey o a la querencia zarzuelera.
Las frases lapidarias no ayudan en exceso a tomar en seria el guión:
Todo ser ha menester sangre para
seguir viviendo.
Los muros de mi castillo están
cuarteados.
El personaje que más se enriquece en este Drácula es Eva Sewar (Lupita Tovar) La mayor carga de erotismo visual (precursor de las futuras obras de Hammer) nos presenta un personaje que escapa al encorsetamiento de la sociedad victoriana. Una depredadora que disfruta de su perversa libertad. La misma actriz se refería a su interpretación: <<Los latinos tenemos una forma muy diferente de expresarnos, más emotiva. Y creo que los estadounidenses simplemente eran algo apagados».
El propio Lugosi alababa la interpretación de Carlos Villarías a quien consideraba “un actor muy elegante que interpreta muy bien el papel de Drácula”. Villarías era el único actor autorizado para estar presente en el rodaje de la obra de Browning y ofreció un vampiro de cuento de hadas siniestro y desquiciado. Fueron 22 noches bajo el guión de Baltasar Fernández Cué, jefe de publicidad extranjera de la RKO Pictures y responsable del departamento de español de la Universal.
Melford aprovecha con más eficiencia los decorados con la ayuda de George Robinson (fotografía) y consigue instantes de pesadilla como las reacciones de los marineros en el barco, aquí bautizado como Elise. El actor que encarna a Rendfiel (Pablo Álvarez Rubio) es con mucho lo mejor del elenco. Su representación de la locura es de enorme clasicismo trágico. Una performance desmesurada, frenética y melodramática, de mórbida pirotecnia, capaz de fluctuar entre la locura y la razón en un instante, como en la secuencia de la mosca.
Melford utiliza tomas panorámicas con grúa y un generoso uso de efectos de niebla, amén de manejar con soltura la composición de escenas, con audaz estilo de cámara que traza arabescos por el decorado. La aportación de Lupita Tovar está impregnada de pasión, desinhibición y cierto salvajismo ancestral. Todo ello aleja el film del híbrido teatral que dirigió Browning, mucho menos cinematográfico en sentido estricto. Tan solo por esa composición final, absolutamente genial, con Val Hensing contemplando del cuerpo de Rendfiel al pie del decorado de la escalera del castillo (Hermann Rosse y John Ivan Hoffman), con iluminación expresionista, le merecería la pena al cinéfilo visionar la película.
Este film fue un trabajo realizado por inmigrantes. Un elenco que tenía que trabajar duramente durante horas extras. Sin el mismo apoyo y con la responsabilidad de entregar la misma calidad o superior. Hoy se ha convertido en obra de culto.
Al menos, al utilizar por la noche los escenarios, podríamos decir que todos eran “hijos de la noche”.