En primer
lugar la conversión no tiene lugar al modo habitual: un mordisquete
directamente a la carótida y bienvenido a la familia. Las vampiresas
protagonistas de Byzantium utilizan una larga uña del pulgar para sondar
artesanalmente las arterias del respetable. Aparte de esta incursión
espelelológica, el acceso al universo de las sombras se realiza siguiendo un
mapa que les lleva a una isla remota. En una cueva tiene lugar el encuentro con
un doble ¿benefactor? que les concede la inmortalidad. Aquí Jordan y la
guionista mixturan el material del universo transilvano con la mítica del
doppelgänger. El doble que todos deberíamos tener en un universo paralelo.
Edgar Allan Poe escribió un magnifico cuento sobre este gemelo, un doble
pertinaz, en su magnifico William Wilson. Esta es uno de los mejores “Relatos
extraordinarios” del autor, ya que confluyen los dos protagonistas en un marco
espacio-temporal y establecen una relación que termina negativamente para
ambos. En el campo del cine una poética obra como “El Estudiante de Praga”
también se aproximó al componente duplo de la personalidad en clave de terror.
Huyendo de cualquier versión truculenta o tarantiniana del mito, las vampiresas
de Byzantium
están condenadas a pasar la eternidad junta. No poseen poderes extraordinarios
y además se ven obligadas a trabajar.
Gemma Atterton (imposible una
vampiresa más sensual) trabaja como prostituta para mantener a su hija y a ella
misma. Aquí Jordan aprovecha para la crítica social descarnada. La madre; convertida
en prostituta durante las guerras napoleónicas por un militar; le dice a la
hija ante sus reproches: “En que otra cosa podría trabajar”. Nada ha cambiado
en el mundo. Byzantium
es un ejercicio sobre la memoria.
La memoria que una soberbia Saoirse Ronan (no
se puede decir más con menos gestos) vuelca en las cuartillas que escribe cada
día, arranca y lanza por la ventana contando su historia de siglos. ¿Cómo es la
memoria de alguien que es inmortal? Para alguien que vislumbra el tiempo como
una repetición constante de lo ya vivido. Jordan soluciona visualmente este
devenir agónico (la inmortalidad es lo que tiene) a base de planos en espejos y
ventanas, a los que se asoman las protagonistas, que se reflejan en los
espejos. Otro tópico hecho añicos. Hay violencia y sangre a borbotones, pero no
chirrían en el conjunto, ni rompen el halo de poética enfermiza, pausado, que
nace de la relación entre Saoirse Ronan y un adolescente terminal (y viscoso),
interpretado con maestría por Caleb Landry Jones. Toda la narrativa es un canto
al miedo a la soledad. Jordan apuesta por un cromatismo irreal, reflejando la
sordidez y una belleza siniestra de atmósfera opresiva, apoyada por la lánguida
fotografía de Sean Bobbitt (12 años de Esclavitud, Shame, Hunger). La Aterton es un animal cinematográfico
como ya demostrara sobradamente en "Tamara Drew". En cuanto a Saoirse
Ronan, crece como la espuma oceánica, desde sus papeles adolescentes, consiguiendo
interpretaciones intensas (esos ojos, Dios mío) sin necesidad de aplicar
excesos y desmesuras (Desde mi cielo, Hanna, Camino a la Libertad ). Esta actriz
parece escapada de un cuadro de Dante Gabriel Rossetti. Sublime el duelo de
Eleanor con la profesora leyendo las páginas del trabajo en el colegio donde
ella le cuenta su verdadera historia. Consigue transmitirnos el terror de la
mujer, mirando al rostro prerrafaelita de Saoirse, en un “tour de force”
inolvidable. Neil Jordan opta por elegantes flashbacks donde se cuenta la
historia pasada de las protagonistas, alternando con los descubrimientos en el
presente. En esta narración reconstructiva, el director aprovecha para sacar
toda su artillería lúgubre y barroca. Lo hace de modo elegante, y en esta
rememoración la fábula gana muchos puntos. No falta la retroalimentación y los
referentes fílmicos. En una de las secuencias, Eleanor apaga con desgana y
hastío el televisor donde se puede ver una escena de “Drácula, Príncipe de las
Tinieblas” de Terence Fisher, en un divertido juego metacinematografico.
Los
mordedores clásicos parecen aburrirle. En cuanto al nombre de Clara, puede
rastrearse una estela genésica en la novela “Carmilla”, escrita por Sheridan Le
Fanu, donde aparece por primera vez en la literatura una vampiresa. Otra de las
opciones elegidas por la guionista, es el rechazo de la mujer vampiro por parte
de una hermandad de vampiros masculinos, que las repudia y trata de
destruirlas. Nunca había sido tan mal tratado el género femenino colmilludo
desde la aparición espectral de las tres arpías en negligé en el “Drácula” de
Bela Lugosi, luego remedadas por Coppola en su versión, aunque mejoradas (las
tres macizas del gineceo coppoliano eran la
Belluchi , Michaela Bercu y Florina Kendrick). Como para no dejarse
hincar el diente. En los últimos años apreciables producciones como “Déjame
Entrar” (2008), remakeada ¡como no!
en los E.E.U.U, realizaron notables variaciones del imaginario vampírico. No
anotaremos en estas aportaciones los adolescentes de hormonas alteradas por la
purpurina en la saga juvenil de Stephanie Myers.
Otro de los tributos a la
mitología es el rol desempeñado por Eleanor como “ángel exterminador” que es
identificado por ancianos y enfermos desahuciados, para que les ayude a la
transición sin dolor, succionando su sangre. La banda sonora de Javier
Navarrete acompasada con las hechizantes imágenes de este mundo en decadencia
donde hasta el nombre del hotel “Byzantium” es un juego cronológico con el crepúsculo
del imperio romano de oriente.
En algunos países ni siquiera se ha estrenado
esta película, que sin llegar al lirismo y precisión de aquel cuento de hadas
pervertido (cuento dentro de otros cuentos) titulado “En Compañía de Lobos”
(vertiente británica e intimista) donde una adolescente concentraba las
personalidades de Alicia y Caperucita, o a la precisión narrativa de
“Entrevista con el Vampiro” (vertiente superproducción del autor). Byzantium es
una, más que notable, y poética muestra de buen cine, aunque con final
acomodaticio.
El espectador puede quedarse con lo mejor del fantástico de
Jordan (mencionado anteriormente) o disfrutar de su creación más realista con
las excelentes “Juego de Lágrimas” o la efectiva “Michael Collins”, relato
irlandés encumbrado por la gracia de Liam Neesom. Sin olvidar la curiosa “En
mis sueños” con un atípico Robert Downey Jr. Aunque parte del auditorio se
decantará por la comercial/traspiés, en manos de desnortada Jodie Foster “La
Extraña que hay en mi” o la poética “Ondine” con sirena incluida.
El autor se
homenajea en el film a si mismo, con la capucha roja que utiliza Saoirse Ronan,
recién salida del licantrópico cuento. Metáfora sobre el tiempo y sus
consecuencias. De como el reloj afectaría a la inmortalidad. Palabras mayores.
El turolense Javier Navarrete (El
Laberinto del Fauno, Furia de Titanes) firma la partitura de esta cinta, con el
añadido de standards y canciones. La diferenciación temática está bien
definnida. El uso de música electrónica y zumbidos, frente al bloque orquestal
donde la cuerda y el conjunto coral son la marca de clase. De la melancolía al
tenebrismo. Del efectismo del conjunto vocal a la evocación de las obras
utilizadas de otros autores como “Sonata in C Major, Opus 2, Nº 3 del maestro alemán
Beethoven. A destacar la fusión perfecta entre las imágenes y la partitura. La
atmósfera opresiva, oscura, permite destilar notas lúgubres o intensas. Los
momentos de añoranza también tienen su movimiento en este score, donde tienen
cabida incluso interpretaciones de Atterton como la tradicional: “El Sepulcro
Inquieto” o la voz de Etta James en “Do not Cry Bebé”. A destacar “The coventry
Carol” una coral de voces empastadas, de atmósfera catedralicia. Polifonia “de
qualité”.
El tema “Eleanor´s Dream” una
mezcla de teclado y coral electrónica escalofriante con efectos atemporales.
My Mother. Evocadora y sensible
en su sencillez armónica.
My Mother Was Dying. La sección
de cuerda es el juego. Evocadora y romántica. En la sección final el teclado
cambia la atmósfera y la vuelve densa y opresiva.
Navarrete tiene experiencia en la
creación de atmósferas como hizo en la excelente “El Espinazo del Diablo”, cuya
soundtrack fue nominado a los Premios Goya y Oscar en 2006. Ganó el Emmy con el
telefilm interpretado por Nicole Kidman y Clive Owen “Hemingway & Gellhorn,
una mascarada impropia de la cadena HBO capaz otrora de series como Roma o Boardwaldk
Empire. Una historia de amor entre el escritor y la periodista (germen de Por Quien
Doblan las Campanas) preñada de tópicos, con una guerra
civil/wenstern, protagonistas caricaturescos y perdidos, con profusión de
lugares comunes. Nada de esto resta méritos al pentagrama de Javier Navarrete.
En esta banda sonora, evocadora y dramática, encontramos desde canciones
tradicionales “Red River Valley” con una precioso arreglo, que se repite
después con el nombre de “Jarama Valley” (versión Brigadas Internacionales).
Gran habilidad orquestadora en temas como “Real Hoenymoon”, utilización de
guitarra española o del folklore patrio: “Ay Carmela”. Una partitura artesanal
con temas electrónicos de voces humanas en “Dachau” o “La Alegría de Riego”, de
hispánicos y folklóricos aires. La pieza “No ha muerto aún”; viento y cuerda;
es una hermosa despedida en tonos sepia. Completa un excelente álbum, donde
también encontramos temas interpretados por la cantante afro-peruana Marina
Lavalle (Amado), hermoso homenaje retro, con aires caribeños en una poderosa
voz. Iniciado en la música electrónica con músicos como Eduardo Polonio o
Carles Santos. Después pasó al minimalismo electrónico.
An Empty Island. Melodía
misteriosa, coros lejanos, totalmente acorde coros lejanos, sonidos
atmosféricos y predominio de lo electrónico.
Clara Inmortal: Lo mejor del
score. Coros, cuerda y atmósfera turbia.
Dentro del film también se
escuchan otros temas no compuestos por el autor.
Coventry Carol. Bellísima coral
tradicional interpretada por London Voices.
El Sepulcro Inquieto y Su Bebé se
ha ido por el Desagüe, son interpretados por la protagonista Gemma Arterton.
Etta James se encarga de Do Not
Cry Bebé.
También se pueden escuchar el “Claro
de Luna” de Debussy, además de Shostakovich, Schubert, y el omnipresente
leitmotiv de la Sonata in C Mayor, Opus 2, Nº 3 de Beethoven, interpretada por
Simon Chamberlain. Un adagio que a primera vista no tiene nada que ver con el
resto de a sonata. Finaliza el movimiento en pianíssimo.
Chamberlain (Cisne Negro, El
Caballero Oscuro) también fue orquestador adicional en la película de culto
“Dark City”..
Una banda sonora de tonalidad
oscura, cuya paleta acompaña el tono decadente y malsano, mixturándose con
acierto con la excelente fotografía.
Composed by: Javier Navarrete
Tracklist:
01. Main Titles (01:42)
02. Secrets (02:51)
03. No One (01:51)
04. The Coventry Carol (01:05)
05. Sonata in C Major, Opus 2, No. 3 - Adagio
(02:10)
06. Hotel Byzantium (02:00)
07. Eleanor's Dream (01:43)
08. Hunters (01:50)
09. Steal Something from Her (02:20)
10. My Mother (02:30)
11. Whore (03:07)
12. Thirst (01:08)
13. You Came for Me (02:10)
14. At School (02:07)
15. It Would Be Fatal (01:47)
16. My Mother Was Dying (04:39)
17. Ancient Knowledge (01:45)
18. An Empty Island (04:06)
19. Betrayed (00:59)
20. As Darkness Fell (03:07)
21. My Mother Saw Her Chance (00:46)
22. Iʼm Sixteen Forever (01:21)
23. Birthday Gift (01:42)
24. Clara Immortal (04:51)
25. Love Dark (02:30)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.