miércoles, 15 de marzo de 2017

Sauna (2008)

                       
 En “Sauna” el protagonismo del paisaje es una de las armas principales utilizadas por el director Antti-Jussi Annila (Jade Warrior). El manejo de la fotografía (Henri Blomberg) en medio de la  grisura amenazadora del bosque, de esa desolación (humana y vegetal) es potente y dota de densidad a esta narración sobre la posibilidad de redención de los hermanos Knut y Eric que regresan de la guerra entre Suecia y Rusia en 1595, en un paisaje casi post-apocalíptico de una dureza tremenda. Soportada sobre una escasa parafernalia, pese a lo acertado del diseño de producción que introduce con certeza en la época, sus pilares fundamentales son las intensas interpretaciones de Ville Virtanen (Open Range, Lacrimosa) y Tommi Eronen. Los dos hermanos comparten un pasado para lavar y redimir, llegan a una espectral aldea en cuyo centro hay una sauna que dicen higienizar todas las acciones pasadas. 

Dotada de una poco frecuente elegancia visual, construye un guión a caballo entre lo metafísico, lo teológico (la culpa), las diferencias entre religiones y unas bocanadas de terror atípico. Film inclasificable, produce un malestar por su querencia por las atmósferas malsanas, sus certeros diálogos y silencios inquietantes y de amplio calado sobre la iniquidad humana. Tras una última villanía, cometida en un pueblo de Karelia, arribaran a una fantasmal aldea que no figura en los mapas, Aquí la naturaleza, terrible, desoladora, de páramos cruentos y una poesía terrible, es tan torturada como el alma de los personajes, enfrentados a sus propios demonios de los que no podrán escapar sin pagar el precio de la locura. La oscuridad está dentro de los propios hermanos y se simbiotiza con esa naturaleza hostil, sin concesiones en la que sobreviven como pueden 
El tempo, ralentizado, se adecua una filosofía de vida finlandesa. El hermano mayor Eerik (Ville Virtanen) desgrana un personaje sicopático con economía de medios. Un soldado tarado, cruel, anestesiado por la visión de tanta violencia que padece frialdad afectiva. Su hermano Knut (Tommi Eronen) aparentemente sería la otra cara de la moneda, aunque en medio del cenagal, de la nieve, nada es lo que parece y la verdadera doble naturaleza comienza a manifestarse en medio de las ciénagas y de la extraña construcción que dicen los habitantes que “limpia los pecados del alma y del cuerpo”. El verdadero terror no nace de las escasas (afortunadamente) incursiones de lo sobrenatural. Es un profundo malestar en la soberbia mirada de Eerik, la ambivalencia de Knut, e incluso los ojos, aparentemente inocentes, de las niñas, sobre las que parece gravitar algo inevitable. 

Todo es un profundo malestar en esta aldea glacial, desde las mortajas y sedas de la inquietante enfermería, hasta los ácidos y turbadores diálogos entre las dos comisiones (finlandesa y rusa) que llegan al villorrio para delimitar las futuras fronteras de los dos países, hasta el venero final donde toda esperanza queda olvidada (como en el Inferno de Dante). Se agradecen estos soplos de aire fresco para un “fantastique”, encorsetado entre propuestas más limítrofes como el thriller de ribetes psicopáticos, la hemoglobina como excusa  o el efectismo como teoría, pero carentes de verdaderos universos personales o propuestas enriquecedoras en clave de  autor. 
También es de agradecer la construcción de personajes sólidos en la brevedad de los papeles, como es el caso de los  soldados rusos (Víctor Klimenko y Rain Tolú) con presencia poderosa, parquedad y contención de recursos expresivos, pero capaces de transmitir más inquietud que cualquier scream queen” gritando mientras le persigue un jambo con una sierra mecánica. Esta inquietud atmosférica en medio de la aridez del paisaje finlandés es mucho más terrorífica que los higadillos y la casquería al uso. Y en ello conlleva su propio pecado, ya que vaga por esa tierra de nadie donde puede cuestionarse su naturaleza como film de género y acercarla a ese indefinido territorio que es el film de culto. 

En las creencias y supersticiones populares la sauna no solo es lugar de purificación y sanación espiritual o física, también es el elemento relacionado con el reino de los muertos, de unión entre lo corporal y lo metafísico. A través de ella, todos los implicados descubrirán que la verdadera catarsis para ellos pasa necesariamente por la purificación de la Parca. Casi podría clasificarse esta  película dentro del subgénero del horror folk que se cultivó en Gran Bretaña en los setenta: Comunidades aisladas, tradiciones populares, ingredientes religiosos y paganos al alimón.“Sauna” es un cuento de hadas tenebroso, que juega con los arquetipos jungianos para crear un universo turbio, pleno de oscuror con el peso de la culpa como motor de un simbolismo críptico de metáforas, de purgatorios donde el límite entre la alucinación y la realidad esta tan difuminado como la niebla que rodea el mitológico poblado. Un viaje al corazón de las tinieblas, una oscurísima fábula para encontrar la humanidad perdida, porque esos corazones ya portaban las tinieblas cuando llegaron. Atmosférica y eficiente banda sonora del chelista Panu Aaltio (Spiderman 3, Perdidos), que se funde a la perfección con las secuencias con tramos como “Redemtion”, en difícil equilibrio entre un lirismo inquietante y el terror en estado puro. La aportación de Timo Aniñen: “Wedding Marc”, es una de las más hermosas de la película. Una recreación en tono clásico que cierra el círculo en los créditos dejando un sabor agridulce. Una rareza inquietante e inclasificable.




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