Para
este tercer “Sinfónico” de la Temporada, la Orquesta de Extremadura rememoró la
guerra entre Austria y Francia tras la revolución francesa con la Misa nº 10 en Do Mayor o “Missa in
Tempore Belli”, (Misa en tiempo de guerra), tal como se encuentra en el
manuscrito autografiado por el propio compositor vienés. La otra partitura es la
Sinfonía que Beethoven estrenara para un concierto de caridad para soldados
heridos: Sinfonía nº 7º en la mayor, op. 92.
La
orquesta acometió lenta y sosegadamente el primer movimiento, uno de los más
largos compuestos por el alemán, bajo la certera dirección de Víctor Pablo
Pérez, cuyo lenguaje corporal semeja acompañar la intensidad de los diversos cambios
de ánimo de una obra, que es esencialmente expresión de sentimientos y ha dado
lugar a controvertidas interpretaciones. Música pura, sin coartadas
descriptivas, sin la búsqueda de evocación, de imaginería, que carga con el
lastre de haber sido compuesta después de la programática “Pastoral”. Un ritmo
reiterativo y obstinado, basado en el pie dáctilo, que hace emerger el espíritu vitalista de la
Sinfonía, teñido de influencias pastorales y canciones populares germanas (La
Danza del Abuelo. Siglo XVII), sublimadas al estilo “guerriero” (casi una siciliana acelerada).
Después
la orquesta pasa al allegretto, memorable
y noble, teñido de sutil melancolía. Una obra extraordinaria de estructura
modélica, simplicidad y perfección. Aquí la melodía, de reminiscencias célticas
y pie dáctilo lento, (claramente perceptibles en el dúo), pasa a ser una mera
espectadora, convertida en línea que juega al contrapunto con las demás voces,
deviniendo en anécdota, un poco solapada por la fuerza de los acordes lentos,
el patrón rítmico riguroso y la armonía etérea. El segundo movimiento es de una
intensa y misteriosa melancolía que la orquesta acometió con hondo sentimiento
y depurada técnica, obteniendo un instante mágico.
Unas variaciones dibujadas
con sentimiento arrebatador, donde se van incorporando los instrumentos como
gemidos. Cuando esta presente toda la orquesta se intercala un nuevo tema, cellos
y contrabajos contra los tresillos de los violines en un movimiento
arrebatadoramente romántico. Los diversos grupos instrumentales recorren este motivo
triste hasta llegar al vibrante tutti
orquestal. Nuevamente la inspiración escocesa en la balada (Oh! Tell Me,
Harper)
El
tercer movimiento es un Scherzo, en
forma ternaria, con influencia de los himnos religiosos de peregrinos de la
Niederösterreich (Baja Austria), tema de raíz popular que se sostiene sobre un
pedal de los violines. Un brinco de alegría desatada convertida en danza.
Para
el prodigioso “finale” (Allegro con Brío), una dionisiaca melodía que los
instrumentos acometen plenos de energía en húngara danza frenética (se acusó al
compositor de estar ebrio al componer este movimiento). Este movimiento en
forma de sonata se supone representa la furia del dios Baco (vaya usted a saber
porqué) Una exposición sobre un tema irlandés (La Sabia Nora) de corte marcial.
Para el que suscribe; una catarsis final; un cierre profundo y perfecto, compartida
por todo el respetable con numerosos aplausos. Una coda brillante después de
los acordes graves y oscuros del desarrollo.
Missa in Tempore Belli
Los movimientos “Benedictus” y “Agnus Dei”,
contienen referencias a la batalla y la obra también es conocida como
“Paukenmesse” en base a la dramática intervención de los timbales y metales en
la última sección de la misa, unos sonidos militares que se mixturan casi con
una oración por la paz. El hermosos Kirie se abre como una sinfonía en forma de
sonata, donde ya se apreció el excelente empaste de las voces del Coro de
Cámara de Extremadura para un Largo/Allegro Moderato para Isabel Monar y Marina
Rodríguez Cusí, donde el “Kirie” adquiere más importancia que el “Christie
Eleison”, con tan sólo cuatro compases. Durante el “Credo” se aprecia el
sentido de la estructura Haydiano y
el coro se une antifonalmente a los solistas, con una interesante parte en obbligato para el chelo, que también
tiene un momento intensamente emocional tras el potente Gloria, de amplio lucimiento para el barítono
(Qui Tollis Pecata Mundi)
Es
apreciable el uso de los timbales, (Pauken, en alemán) un instrumento que
Hadyn rescata del uso acostumbrado, que consistía en agregar efectos dramáticos
a las trompetas y acordes de metal, a lo que el compositor (también timbalista)
comienza a añadir nuevas posibilidades como en sus obras “Sinfonías nº 100/103”,
esta última conocida como "Drum Roll".
En
la cuerda del adagio del Sanctus, con
ese bajo de estilo barroco, se encuentra el mejor Hadyn, pasional, capaz de
retomar en ese hermoso “Benedictus” la intensidad dramática, tras unos compases
“heroicos” y desgranar, jugando con las voces (en símil de pizzicato), por
debajo de la melodía de la soprano en un efecto de una perfección deslumbrante.
Para
Hadyn el proceso de composición estaba vinculado a la espiritualidad,
llegando incluso a componer con un
rosario en la mano. Añadamos la libertad de creación que le proporcionaba ser
el músico más aclamado de la época La belleza de esta obra es un sublime legado
que los solistas acometieron con perfección técnica y sentimiento. La Missa in tempore belli tuvo lugar el 26 de diciembre de 1797 en la Primitae (primera celebración de la
Misa) del sacerdote recientemente ordenado Joseph Franz von Hofmann.
Haydn
toma la opción poco ortodoxa de comenzar el Benedictus en el modo menor, y las
notas de octava staccato
sigilosamente furtivas en la introducción orquestal aumentan el estado de ánimo
bastante inestable.
Haydn
ofrece su propia resolución musical para el conflicto en la conclusión de 'Dona
nobis pacem', donde el coro al unísono proclama 'pacem' ('paz') y el sonido de
las trompetas.
Quizás
la parte más intensa es ese “Agnus Dei”
en F Mayor que comienza con un susurrante y espiritual adagio, con empleo
emocionante de los vientos para culminar en mas presto “Dona Nobis Pacem”,
absolutamente atípico desde el concepto litúrgico, Más cercano a lo épico; dibujado por la coral con gran conjunción y
una hermosísima paleta de colores. Certeras y plenas de sentimiento las
intervenciones de los solistas: Isabel Monar, Marina Rodríguez-Cusí, el
extremeño Víctor Sordo y Sebastiá Peris, en una partitura que no esta escrita
precisamente para su lucimiento, dadas las breves intervenciones. Un excelente
concierto de la Orquesta de Extremadura, el Coro de Cámara de Extremadura,
dirigidos por Víctor Pablo Pérez.
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