viernes, 9 de noviembre de 2018

De Maestros a Discípulos. OEX. Carmen Solís y Jorge Rodríguez Norton. Director: Miguel Romea.






S. Tanéyev. Dúo para soprano y tenor sobre la obertura de «Romeo y Julieta»
S. Rajmáninov. Sinfonía nº 2
 La orquesta primició con los bajos insinuando las notas. Un cadencioso y  leve clarinete, unos glissandos fluidos de arpa, un tema misterioso al que siguen los violines. Los acordes son calmados, casi de oración o meditación. La voz; de amplio rango; de Carmen Solís, inicia el famoso diálogo de Sokolovsky sobre ruiseñores y alondras. Le contesta el tenor, se unen en dueto, sufren, se aman, Julieta se despide diciéndole que “trae luz a su amor”.
 Detrás la cuerda y el viento-metal dibujan una textura calmada, contemplativa. Las voces crecen y se adensan, crecen al tiempo que el drama de los amantes hasta llegar a esa melodía que columpia las notas en un continuo flujo y reflujo. Ágil y controlado el instrumento de Carmen Solís,  paleta vocal plena de matices, control en los pianos, mixturándose con el hermoso timbre del tenor. Los agudos sostenidos y meditados, la emoción a flor de piel para un dúo; escasamente representado; con el que el público pacense pudo disfrutar de la ópera de Tchaikosky que pudo ser y no fue. El finale, reposado, apagándose en piano, con la alondra trayendo luz a su amor en una larga cadencia. Los numerosos aplausos dejaron patente que Carmen Solís, sí es profeta en su tierra. Un arreglo de Tanájev exquisitamente cantado








En una época en que los compositores se hallaban preocupados por los colores del tono y sus diversas refracciones orquestales, y se encontraban más fascinados con las nuevas combinaciones armónicas (cuando la melodía, concebida como un ingrediente vital de la composición, se hallaba casi olvidada), la capacidad de Rachmaninoff se exteriorizó en la creación de una forma melódica renovada.
Tanto Tanéyev como Rachmaninoff, comparten la doble faceta de  extraordinarios pianistas con una notable carrera concertística y creadores de un importante catálogo de obras sinfónicas.
Los esbozos de Tchaikovsky comienzan 29 compases antes de la primera entrada de la voz de la soprano. Tchaikovsky había compuesto las partes vocales, siguiendo el libreto escrito por Alexander Sokolovsky, que adaptaba desenvueltamente la tragedia de Shakespeare. Los compases de cierre de esta composición no se encontraron en los bocetos de Tchaikovsky, pero Tanéjev los extrajo de la Overture-Fantasia. La partitura de Tchaikovsky-Tanéyev es un dúo escrito como composición independiente. En el se incluía la interrupción de la escena por parte de la Enfermera, cantada por una mezzo-soprano, que trae noticias de la madre de Julieta. Sergey Tanéyev fue amigo íntimo, alumno de Tchaikovsky.
En el Dúo para soprano y tenor (1894) de Tanéyev encontramos el popular tema principal del Romeo y Julieta de Tchaikovsky, desarrollado por los dos protagonistas en medio de una atmósfera sentimental, dramática, que agoniza al igual que su infausto amor. El éxito de la música de Tchaikovsky puede deberse a que fue el menos ruso de los compositores rusos. Mientras el Grupo de los Cinco (Balakirev, Borodin, Cui, Mussorgsky, Rimsky-Korsakov) lidiaba por mantener y difundir el carácter auténticamente ruso de la música de concierto, Tchaikovsky trataba de quedar al margen de ellos. Seguía sus propias inclinaciones musicales, creando un concepto mucho más cercano a la percepción europea que al mundo eslavo.
La obertura escrita por Tchaikosky para su Romeo y Julieta, capitula con los alineamientos de la forma sonata más que al argumento real de la obra shakesperiana. No hay que obviar la aportación de Mily Balakirev, líder de los “Cinco Grandes” que gustaba de entrometerse en la música ajena. Detalló métodos de trabajo, aportó tonalidades para las diversas secciones a un bisoño e irresoluto Tchaikosky, que le ofreció el manuscrito para ser corregido. Las suntusosas melodías se entrelazan capa sobre capa, representando las secciones particulares de la trama.
La obra destila una gran atmósfera fatalista, sentimental y lánguida.
Es un ejemplo de música programática. La primera representación de la escena del dúo, en la finalización de Sergey Tanéyev, tuvo lugar en octubre de 1894.
Debido a su gran duración, la Sinfonía n.º 2 ha sido objeto de varias revisiones, especialmente en las décadas de 1940 y 1950, que redujeron la pieza de la hora aproximadamente a unos 35 minutos. Hoy en día, sin embargo, la pieza suele interpretarse en su versión completa, a veces con la omisión de la repetición del primer movimiento.
La segunda sinfonía está teñida de un fuerte sabor eslavo, aunque los intérpretes europeos se aproximan a ella desde una perspectiva romántica.
 

1º Movimiento.
Largo-Allegro moderato en Mi menor
La partitura, que se divide en los cuatro movimientos clásicos, con un ritmo lento en la tercera posición, bebe directamente del sinfonismo de Tchaikovsky. Se mantiene en el principio de evolución interna, basado en las transformaciones de un tema básico: Un “lema”. La lánguida introducción del primer movimiento (Largo) se basa por completo en este "lema", una melodía de siete notas, posiblemente inspirada en un canto litúrgico ortodoxo
Presentó la orquesta el primer y solemne tema. Naciendo en los graves para ser expuesto por los violines, hasta ser desarrollado con profundo rigor romántico por la orquesta. Los chelos y contrabajos introducen el lema melódico en la textura densa y profusa del Largo  Siete notas para el lema, que surge casi desde la penumbra, extrayendo esa sonoridad impresiva, espléndida (y opaca) Nace un breve sólo desde el corno ingles. Surgen las referencias cruzadas, que hace emerger la excelencia del universo idiomático del compositor. Entradas contrapuntísticas, tresillos, coda abruptamente interrumpida. La melodía balsámica crece y decrece, la cadencia del corno nos conduce al allegro, construido en la forma clásica de sonata. El lirismo se incrementa durante el segundo tema, dibujado por el clarinete, secundado de inmediato por la cuerda con primoroso detalle. Este es un movimiento donde la agrupación oscila entre instantes melancólicos, iluminados, elevaciones trágicas y veladas para lucimiento de todas las familias, controlando el ímpetu del movimiento.
El progreso en los disímiles ritmos, efectos y armonías es delicado y hermoso, para extraer los dos temas (el segundo en Sol Mayor), soportado en su mayor parte por una cuerda precisa. Como también hubo precisión en la coda que culmina el infinito idiomático del maestro ruso, rompiendo el clima en la parte central, desarrollando un cosmos amenazador y cargado (según modelo de la Patética de Tchaikovsky), que termina abruptamente, tras una catarata de notas, en un repentino piu mosso. En la reexposición, los toques en puntillo de los metales rememoraban a Tchaikosvky, (el final del primer movimiento de  la Patética).
Magnífico este primer movimiento de la OEX. Voluptuoso y decadente en su justa medida. La orquesta extrajo; con precisión quirúrgica, el aura de misterio que impregna la partitura, ese delicado equilibrio entre lo borrascoso y la serenidad que subyace en este movimiento.



2º Movimiento. Allegro Molto
 El tema principal está inspirado en el Gregoriano Dies irae, ésta referencia sería el auténtico fil rouge de tanta producción sinfónica del autor. Se trata de un Scherzo animado, brillantemente orquestado con forma de Rondó (ABACABA), de pletórica vitalidad y pleno de contrastes, que abrió una trompa con reminiscencias de  Borodin. A lo largo del concierto, las trompas utilizarían la técnica bouché, a modo de sordina, con la mano introducida en la campana. Acordes quebrados surgen desde el clarinete  formando arabescos, le sigue el oboe, para después ser perfilados con pulcritud por los violines. En la estructura de la sinfonía tradicional rusa, el scherzo precede al movimiento lento (costumbre establecida por Borodín y Balákirev). La sección media del trío, amplia de lirismo y suntuosa,  comienza con un fugato lanzado por segundos violines, lo secundan los primeros y las violas. El efecto del trío semeja un desfile o feria de pueblo. El compositor introduce la misma melodía del “Dies Irae” un canto gregoriano para los difuntos que aparece en muchas de sus obras. Unas certeras trompas cortan el primer motivo. La coral que nace de los metales es turbadora.  El tema  enigmático de la coral de los metales se expondrá más tarde en la cadencia del último movimiento. En el final, un largo crescendo, donde la OEX recapitula los anteriores arabescos.

Adagio en La Mayor
Este es un fragmento arrebatadoramente romántico, teñido de nostalgia. El Adagio fue  cantado con precisión y belleza por el clarinete y la sección de oboes, Estamos ante uno de los temas más hermosos que escribiera el ruso. Esta gran romanza para orquesta es atacada por la formación arrancando un crisol de sentimientos románticos.
Pasajes y diálogos elocuentes en el oboe, cuerno, la trompa inglesa y el violín y; sobre todo; ese fantasía protagonizada por una difícil labor respiratoria del clarinete, con largas oraciones. La orquesta extrayendo una hermosa textura polifónica de la serenitud de este movimiento, que da vueltas pero no se repite. Dos temas fundamentales sustentan esta verdadera romanza para orquesta: Un sublime primer tema en los violines. La cuerda recrea esa nostalgia romántica rachmaninoviana, hasta imponerse en el clímax, navegando después por el tema lírico del primer movimiento, en un retorno cíclico. Es el momento de la recapitulación y la bella coda.  Inmenso el fortísimo, donde la orquesta ataca el motivo inicial  y aproxima al segundo clímax.  El desvanecimiento en diminuendo dejaba la sala llena de melancolía y belleza hasta el dolor, llena de júbilo, en contraste con el conflicto tempestuoso de los anteriores movimientos. Ese es un movimiento atrevido si se deja a la desmesura campar a sus anchas, escorando hacia un romanticismo mórbido. Pero la OEX extrae una textura arrebatadoramente nostálgica, de línea serena y alto vuelo lírico. Sin abismarse en el exceso de emotividad, un peligro que subyace en todo el corpus romántico. La riqueza expresiva que solicita Rajmaninov no es equivalente a desmesura, y esto lo comprende la batuta de Miguel Romea, guiando a la orquesta hacia el clímax, pintando una textura intensa, de cuidado encaje polifónico, pero con la sobriedad que requiere la escritura, sin el arrebatado vértigo del romanticismo desaforado. Fraseando cuidadosamente el movimiento para eludir el exceso romántico.
Miguel Romea interpreta la partitura a niveles de fisicidad, con amplio lenguaje gestual e indicaciones precisas a la orquesta, dibujando en el aire la intensidad de los instantes. Las elecciones melódicas someten la escena, imbuidas de temas populares de los "melos" rusos. La construcción armónica se basa en los dos temas dominantes: uno expuesto por las cuerdas varias veces, otro confiado al clarinete, acompañado por una orquesta que no oscurece sus semitonos, se vuelve refinada y cautelosa. Cuando la orquesta recapitula y se va aproximando al pp final. El diminuendo que indica la partitura, se convierte; literalmente; en un verdadero “desapareciendo”, casi un suspiro...

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Allegro VIVACE.
En la tradición sinfónica rusa, los motivos y los temas se unen colectivamente en el finale basado en un tema cíclico. La orquesta desarrolló un moviendo amplio, en forma de sonata. Un hermoso tema inicial en tresillos, vitalidad y color en forma de marcha y retorno a la sentimental melodía de cuerda en el tercer movimiento. Los staccatto aportan sensación de ligereza.
Nace un diálogo hermoso de flauta y oboe, una filigrana hermosa, una nota larga de trompa con efecto bouché, que produce un tono más cobrizo.
Inician con aliento danzarín, con aire festivo, una siniestra danza con retazos del Dies Irae, para continuar con un gran tema. A continuación reconsideran la melodía. Después, el juego con escalas descendentes, en cascadas, que franquea las diversas secciones de la orquesta, y diferentes alturas. En la cadencia final, surgen las citas de Paganini (Rhapsody) y de The Isle Of The Dead. Se desvanecen las nubes de los anteriores instantes. Después de una melodía recóndita, reexpone la primera sección, caminado hacia el final. La coda sella la peregrinación espiritual, para regalar brío y luminosidad. Está perfectamente calibrado en todos los efectos retóricos, con una devoción vocacional a los  postulados de la postromantiche poesía.
La Orquesta de Extremadura supo extraer los vigorosos giros armónicos que reclama la obra, enhebrando momentos sublimes, empastando, creando una textura densa y ampulosa. Enfatizando los momentos dramáticos y oscuros, aislando los episodios con precisión.
Subrayar el color de las familias de viento-madera-metal (liderado en el Adagio por el clarinete), los clímax hendientes y la compenetración de la cuerda. Una exultante perorata de latón y timbales culmina la luminosa intensidad del finale. Saludos de la orquesta por secciones, siendo largamente aplaudidas las secciones de viento-madera-metal, sobre cuyas espaldas recae gran parte de la arquitectura de esta obra.

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