En
los tiempos que corren donde la banalidad y lo superficial campan a sus anchas,
pensar en las postrimerías es una posibilidad remota y no deseada para una
sociedad hedonista. No siempre fue así. Hubo un tiempo en que la liturgia funeraria,
basada en creencias de resurrección, formaba parte del corpus habitual de la
vida. Tanto en la península ibérica (objeto de este concierto) como en el resto
de Europa. Las partituras creadas para estos oficios forman parte de los
instantes más hermosos de la creación musical, no sólo en esa época, sino en
todas. Desde la Edad Media, la oración por los muertos, incorporada a la
liturgia canónica en el siglo VIII y el Oficio de Difuntos, reglamentado, lo
hizo en el siglo IX. Este oficio nace de la Oración por los Muertos. En torno
del Siglo VIII el Oficio de Difuntos ya era un compendio claramente estructurado
en vísperas, maitines, laúdes, convirtiéndose en oración oficial de la iglesia.
Con algunos pequeños cambios en el tiempo como la sustitución del “Ne reocorderis peccata mea”, habitual en
el siglo IV, por el “Libera Me, Domine”,
deja ya un oficio perfectamente estructurado, que formalizaba el dolor ante la
muerte y la confianza en alcanzar la casa de Dios. El programa elegido por Gradualia es extenso y erudito,
abarcando archivos ibéricos para mixturar una imaginaria liturgia, dónde los
autores proceden de diversas fuentes. Todas las partituras son sublimes
composiciones de los mejores autores del periodo. Sería prolijo realizar un
repaso de todas las obras que se interpretaron, tan distintas y tan hermosas,
pero con el nexo común del viaje al más allá y el recuerdo del difunto.
No
podía faltar el canónigo pacense Juan Vásquez,
uno de los mejores polifonistas del periodo que precisamente llamo a su obra
magna “Agenda Defunctorum”, el más
completo y hermoso compendio de música para exequias del Renacimiento Español.
El
invitatorio “Regem cui omnia vivunt”,
casi cisterciense, a modo de fabordón, sube hasta perderse en las largas notas
del “adoremos” final, y el motete “Sana
Me, Dómine” o el tracto “Sicut Cervus”.
Estas obras del pacense, fueron desgranadas por la agrupación, elevando paulatinamente
los ascendentes melismas hacia los hermosos frescos del techo pintados por Adelardo
Covarsí, destacando el estilo de Vásquez:
su alternancia entre el canto llano y los episodios polifónicos. Las obras están
escritas para SATB. En el “Regen cui
omnia vivunt”, Vázquez alterna el canto llano del versículo del salmo, que
es la parte fija en los maitines del difunto, con las estrofas del salmo,
introduciendo diferente métrica y ambiente. Pero siempre con esa contención que
solicita la situación. No debemos olvidar la importancia que para este programa
tienen lugares como el Palacio Ducal de Vila Viçosa, donde varios de estos
compositores debieron de confluir y tomar referencias entre ellos o los
archivos musicales catedralicios o la misma biblioteca de Elvas, donde apareció
el magnífico “Cancionero”. Hermoso y
bien desarrollado el “Réquiem Aeternus”
De Victoria, perfecto empaste y un
aprovechamiento de la notable sonoridad del Salón de la Diputación. Alonso Lobo se puede situar a la altura
de polifonistas como Morales, Guerrero o
Victoria. Su música se oía por doquier y es el último compositor clásico polifónico
de la Seo de Sevilla. Gradualia
solventó con profunda emoción las distintas secciones de este motete SABT, esta obra fue celebrada
por Lope de Vega en su “Peregrino”.
Alo
largo del concierto, Gradualia,
dibujo una paleta soberbia del Oficio de difuntos y de las interinfluencias
entre autores (la Missa María
Magdalena de Lobo está basada en un motete de su maestro, Guerrero)
La
obra “Réquiem Aeternam” fue resuelta
haciendo disfrutar de ese embellecimiento retórico que Victoria imprimió en su Officium
Defunctorum, con expresión afectiva del texto, como esa auxesis que gravita
sobre “dona eis réquiem” del Agnus Dei, donde Victoria se aparta de la textura homofónica de esta figura.
Las
ricas armonías, tan características del la polifonía portuguesa, dieron paso a Estêvao de Brito con su “Circumdederum me” y su concepto; menos rígido
que sus contemporáneos hispanos; acerca de la utilización de las homofonías,
utilizando a veces frases imitativas y madrigalismos. De este autor,
posiblemente nacido en Serpa, se tiene escasa bibliografía debido al terremoto
de 1755
Otra
aportación hispana con apellido luso, fue al concierto fue Estêvao López Morago con “Versa
in Luctum”, una pieza de composición imitativa, intensa, elaborada
minuciosamente, con sacudidas repentinas de homofonía. A Morago le gusta la disonancia y la intercalación de los efectos
antifonarios con cuartas disminuidas.
Durante
el concierto estuvo presente esa dualidad entre la majestuosidad polifónica hispana.
Más austera y cercana al pesimista concepto mortuorio, la partitura portuguesa
El
concierto de Gradualia (Delia Agúndez,
Ana Cristina Marco, Diego Neira y Simón Anduenza) fue un hermoso paseo por el
amor y la muerte en el contexto de la tradición polifónica mortuoria de la península.
Una ruta espiritual que nace de un completo trabajo, fruto de investigación en
archivos y horas de ensayo que quedan patentes en la calidad de las voces, la
precisión de las secciones, el control de los tempos. Gradualia fusionó sus voces "a lo sagrado" con el hermoso entorno de las pinturas paganas de Adelardo Covarsí. Numerosos
aplausos y vis para el público que
llenaba el salón. Lo cual es motivo de gozo para quienes se inyectan polifonía
en vena. Sobre todo teniendo en cuenta que con el mismo horario el 41 Festival
de Teatro programaba una joya como “Finding
Joy”. Enhorabuena a Gradualia y
al InDICCex por su exquisita programación.
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