jueves, 28 de marzo de 2019

Hostiles. Un western honesto y salvaje.


                                     


Hostiles” podría formar parte de esa tesis que presenta a los hombres blancos como depredadores de los verdaderos nativos en la línea de “Soldado Azul”  (Ralph Nelson. 1970), parábola de la guerra del Vietnam, o “Dances with Wolves” (1990. Kevin Costner), con su mensaje anticolonialista y ecologista. Pero la propuesta de Scott Cooper (Corazón Rebelde, Black Mass, La ley el más fuerte) tiene muchas más aristas. Dentro de una propuesta con reminiscencias clásicas, el director consigue narrar una historia “de siempre”, es decir un drama de raíces clásicas, utilizando todos los estilemas y el armamento del género. Cooper sabe narrar, y se toma su tiempo para ello. 

El tempo es pausado (excesivo para quienes esperen balaceras y parafernalia al uso), que también las hay, pero en su justa medida. Después de la terrible escena inicial, el viaje iniciático de los protagonistas no apasionará demasiado a los amantes de la pirotecnia visual. El director cocina a fuego lento las emociones, las vivencias y los claroscuros de un grupo de personajes condenados a convivir a su pesar. Christian Bale extrae de su oficial resentido, cruel y taciturno, uno de sus mejores papeles. Personajes a la búsqueda de la redención en un entorno existencialista, donde  la fatalidad planea sobre todos los personajes, que deben hacerse cargo de sus actos. En el debe de este soberbio film, podríamos anotar el deseo de que se exprimiera más el personaje de la excelente Rosamund Pike. Wes Studi nunca decepciona las expectativas como un jefe guerrero en sus últimos días. Scott reúne un grupo e personajes variopintos y nos introduce en sus fantasmas personales. Les hace convivir y enriquecerse con el forzado contacto. Conforme  avanzan en el conocimiento del otro, la visión que tenían de su enemigo empieza a cambiar y que ambos encuentren la redención que están buscando. Pero aquí no hay un verdadero happy end. Cuando comienzan los títulos de crédito, sabemos que en realidad no se ha arreglado nada. Si Bale (Capitán Blocker) y el jefe Cheyenne “”Halcón Amarillo” (Wes Studi) han odiado de forma unidimensional al enemigo, sin percibirlos como personas, cosa que aprenden durante el viaje la realidad es todo continúa igual. Los antiguos enemigos, se unen contra un enemigo común, los cheyennes, a los que ven de forma unidimensional como antaño hicieran entre ellos.

La utilización fordiana del paisaje es sobresaliente, con largas panorámicas (Masanobu Takayanagi) y recreación del espacio vital (Arizona, Nuevo México y Colorado), tan desolador como las propias vidas de los protagonistas. Otra de las bazas fuertes es la interpretación de Ben Foster, cuya aparición como prisionero, destinado a un tribunal militar,  nos informa del motivo del tormento del capitán. Ambos fueron partícipes en la matanza de los lakota en Wounded Knee. Los diálogos entre ambos sobre la justificación de la violencia son de lo más intenso y esclarecedores acerca de las motivaciones y fantasmas que sobrevuelan el  guión. Scott Cooper consigue que no empalicemos demasiado con los protagonistas. 
No es ese el objetivo, nada de crear una historia maniquea de buenos y malos. El mensaje es sombrío, desconcertante, desasosegador hasta el último fotograma donde compartimos el cansancio vital del protagonista. Un soplo de aire fresco en el territorio maltratado del western.


 


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