Hostiles” podría formar parte de
esa tesis que presenta a los hombres blancos como depredadores de los
verdaderos nativos en la línea de “Soldado Azul” (Ralph Nelson. 1970), parábola de la guerra
del Vietnam, o “Dances with Wolves” (1990. Kevin Costner), con su mensaje
anticolonialista y ecologista. Pero la propuesta de Scott Cooper (Corazón
Rebelde, Black Mass, La ley el más fuerte) tiene muchas más aristas. Dentro de
una propuesta con reminiscencias clásicas, el director consigue narrar una
historia “de siempre”, es decir un drama de raíces clásicas, utilizando todos
los estilemas y el armamento del género. Cooper sabe narrar, y se toma su
tiempo para ello.
El tempo es pausado (excesivo para quienes esperen balaceras
y parafernalia al uso), que también las hay, pero en su justa medida. Después
de la terrible escena inicial, el viaje iniciático de los protagonistas no
apasionará demasiado a los amantes de la pirotecnia visual. El director cocina
a fuego lento las emociones, las vivencias y los claroscuros de un grupo de
personajes condenados a convivir a su pesar. Christian Bale extrae de su oficial
resentido, cruel y taciturno, uno de sus mejores papeles. Personajes a la búsqueda
de la redención en un entorno existencialista, donde la fatalidad planea sobre todos los
personajes, que deben hacerse cargo de sus actos. En el debe de este soberbio
film, podríamos anotar el deseo de que se exprimiera más el personaje de la
excelente Rosamund Pike. Wes Studi nunca decepciona las expectativas como un
jefe guerrero en sus últimos días. Scott reúne un grupo e personajes
variopintos y nos introduce en sus fantasmas personales. Les hace convivir y
enriquecerse con el forzado contacto. Conforme
avanzan en el conocimiento del otro, la visión que tenían de su enemigo
empieza a cambiar y que ambos encuentren la redención que están buscando. Pero
aquí no hay un verdadero happy end.
Cuando comienzan los títulos de crédito, sabemos que en realidad no se ha
arreglado nada. Si Bale (Capitán Blocker) y el jefe Cheyenne “”Halcón Amarillo”
(Wes Studi) han odiado de forma unidimensional al enemigo, sin percibirlos como
personas, cosa que aprenden durante el viaje la realidad es todo continúa
igual. Los antiguos enemigos, se unen contra un enemigo común, los cheyennes, a
los que ven de forma unidimensional como antaño hicieran entre ellos.
La utilización fordiana del paisaje es sobresaliente,
con largas panorámicas (Masanobu Takayanagi) y recreación del espacio vital (Arizona,
Nuevo México y Colorado), tan desolador como las propias vidas de los
protagonistas. Otra de las bazas fuertes es la interpretación de Ben Foster,
cuya aparición como prisionero, destinado a un tribunal militar, nos informa del motivo del tormento del capitán.
Ambos fueron partícipes en la matanza de los lakota en Wounded Knee. Los diálogos entre ambos sobre la justificación de la
violencia son de lo más intenso y esclarecedores acerca de las motivaciones y
fantasmas que sobrevuelan el guión. Scott
Cooper consigue que no empalicemos demasiado con los protagonistas.
No es ese
el objetivo, nada de crear una historia maniquea de buenos y malos. El mensaje
es sombrío, desconcertante, desasosegador hasta el último fotograma donde
compartimos el cansancio vital del protagonista. Un soplo de aire fresco en el
territorio maltratado del western.
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