La Orquesta Barroca de
Badajoz primició su concierto con obras del autor más prolífico de la historia
de la música, cuya obra permanece sin grabar en su mayor parte. Teleman aporta
variedad a sus partituras, dominando el estilo italiano y el francés, escribiendo de modo profuso y siendo autodidacta en los instrumentos que, aprendió a tocar desde niño. Su primera ópera nació cuando tenía 12 años. La
orquesta desgranó los cuatro movimientos del Concierto Polaco en Sol mayor TWW
43:G7 con sonido homogéneo y compacto, tratándose de una agrupación, relativamente joven. Especialmente el Dolce, un movimiento
con color transparente de barroco galante, donde los músicos se desenvuelven
con agilidad, con notorio empaste. Teleman vierte su admiración por Chopin y la
música polaca, espíritu que había captado durante sus viajes a Sorau y
Cracovia. La Orquesta extrae todo la carga de sensibilidad desde ese prodigio
de partitura que es el Concierto a 4 en Re
menor TWW 43:d2 (1720). Excelentemente marcado el contraste entre la
profusión en los movimientos lentos y el
caudal métrico de los rápidos. Atacan el discurso melódico y armónico de los
lentos con riqueza de matices y belleza envolvente y aplican contundencia en
los recursos rítmicos de los movimientos rápidos. Deliciosa la fuga del segundo
movimiento y ese comienzo de tres partes al unísono, a una distancia de una
corchea. Bellos los ritmos sincopados del Presto, los ornamentos bien colocados y el sabor netamente barroco
que la agrupación ha conseguido en un tiempo relativamente breve.
La suite “Burlesque
de Quisotte” en Sol mayor TWW 55:G10 es una obra programática. Por tanto su objetivo es provocar imágenes e ideas en el espectador mediante la
representación musical de una escena. A lo largo de la obra la orquesta
desgrana las diversas onomatopeyas musicales, representando escenas y sucesos
del antihéroe de La Mancha. Incluso con divertidos instantes como la simpática coreografía desarrollada por los maestros. La influencia
francesa se destila en esa obertura, que atacan con ritmos punteados, hasta su
conversión en fuga. La dramatización corrió a cargo del actor Antonio Romanillo que, con amplia
expresión corporal, correcta emisión de voz y notable simpatía, ejerció de
maestro de ceremonias, narrando la historia del hidalgo de la triste figura.
Para completar el concepto holístico, sobre una pantalla se iban proyectando
los dibujos que Gustavo Doré realizara para El Quijote por encargo de la Librería
L. Hachette et Cía. (París).
Con claridad, tras la
obertura, la Orquesta Barroca de Badajoz, acomete la estructura de la obra, con influencias
francesas, con una sección rítmica lenta y punteada para contrastar con el
jubiloso allegro. Durante el despertar del hidalgo encontramos un minué, que era una danza cortesana de origen francés. Aquí aparece esa
asombrosa capacidad de Telemann para mezclar estilos e influencias y su
querencia por la experimentación y la complacencia de la audiencia a un tiempo.
Detrás del falso espíritu regio del comienzo, aguarda el carácter cómico para
“sabotearlo” con elementos como los ritmos punteados que se van desinflando,
escalas descendentes, para que la orquesta acometa un fugato ligero y llegue a
la conclusión recapitulando el material inicial.
El actor va
desgranando el sueño de Don Quijote. Surge un minueto de ingenua melodía que
recuerda el galopar del caballo, acompañado de las largas notas de la orquesta
y pausas notorias. Los ataques a los molinos se representan por notas repetidas
en un tempo rápido. Es el momento en que el caballero desnortado ataca los
molinos con su harapienta armadura y su bacía de afeitar por casco. Las notas
sirven de representación de imaginarios enemigos, dragones, monstruos y demás entelequias,
con un concepto irreflexivo, pero sin perder cierto regusto por los adornos y
filigranas, matizadas en saltos constantes de la cuerda. La narrativa es
acometida por la OBB, que implica en el dinamismo inherente al allegro e invita
al publico a seguir el decurso del episodio. La constante retoma del tema
principal nos adentra en el intercambio de pareceres entre hidalgo y criado, la
invocación previa al imaginario combate y el trágico desenlace.
Las evoluciones del actor por el Salón Noble del Casino, acompañan a las notas de la orquesta. La expresión de sentimientos viene a continuación cuando el hidalgo bebe los vientos por Dulcinea en silenciosos suspiros en la cuerda que nos conducen hacia la amada, dentro de un motivo descendente de dos notas, denominado Seufzer (suspiro), muy propio del Barroco. El pasaje está transido por la melancolía. Al siguiente movimiento, Sancho Panza es manteado por los aldeanos que se burlan de él en un motivo inverso de dos notas ascendentes de reminiscencias dancísticas campesinas castellanas que, tras rápidas escalas ascendentes, culmina en una nota grave, con uso de onomatopeyas.
A continuación, en tres tiempos y concepto
humorístico, se escucha el galope del caballo Rocinante entre pausas, punteando
ritmos hasta retornar a Rocinante y su galope. El epílogo (vivace) es alegre y
suave, con fuertes reminiscencias españolas, dado que Don Quijote se ha puesto
a dormir y sus sueños son agradables, deshaciéndose en un fade out...
"Overture Burlesque sur
Don Quichotte" fue la primera obra importante que abordó el tema del caballero de
la triste figura. Musicalmente aún se perciben resquicios
del barroco tardío entremezclados con los avances del estilo galante que ya
profetizan lo diáfano, la sencillez y lo homofónico, frente al academicismo
barroco.
Todo un acierto la
programación multidisiplinar de esta obra, donde la orquesta, dirigida por Santiago
Pereira, extrae con pericia los matices
burlescos, intimistas o épicos que requiere cada uno de los movimientos de la Suite.
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