jueves, 21 de septiembre de 2023

Armonía Concertada: Un viaje mágico con vihuela. XXXVIII Festival de Música Sacra de Badajoz.

 

                 

La soprano María Cristina Kiehr y el vihuelista Ariel Abramovich

El comienzo del XXVIII Festival de Música Sacra y Antigua de Badajoz no podía ser más prometedor. De la mano de dos figuras señeras en el campo de la música antigua, se ofreció, en el marco de la Iglesia de la Concepción, un recorrido “imaginario” por la música para vihuela, basado en las copias de la época que han sobrevivido. El primer desafío está el reduccionismo tan al uso en aquella época. En ofrecer obras que, comúnmente, el espectador ha escuchado como estaban escritas originalmente (a 3, a 4 o a 5 voces). Después está la levedad sonora de la vihuela, unida a la finura y elegancia que solicita el instrumento. La dulzura obtenida del instrumento, queda subyugada por la escasa potencia sonora y el tono oscuro de la vihuela histórica. Una vihuela bien construida solicita, además, de agudos bien definidos y riqueza en los registros medio y grave. La vihuela suplica un ritmo constante por parte del tañedor, técnica adecuada en los dedos y control de la dinámica para enfatizar las diferentes partes. De todo esto, y mucho más, se pudo disfrutar en este concierto que presentó un paisaje sonoro “ficticio” pleno de sensibilidad y maestría.

No podía faltar la presencia de Juan Vázquez con varias obras, ampliamente celebradas por el público y un vis “De los álamos vengo, madre”, convertida ya en un estándar de concierto. Estamos ante unas interpretaciones complejas, hay que sostener las líneas en condiciones, ofrecer flexibilidad. No es nada fácil.

María Cristina Kiehr se mueve con soltura en todos los niveles, fluye, adensa. Posee un claro vibrato y empasta certeramente con la fragilidad de la vihuela. Desgrana con fluidez los colores de su voz, es elegante en la línea y se enfrenta al fraseo con solvencia, en obras que no buscan el lucimiento sino la contención, con diáfano timbre.  La sonoridad de la iglesia facilita la expansión del instrumento sonoro que, en algunos instantes, solapaba el discurso del tañedor.


Abramovich se lo cobraba con creces en las piezas y momentos instrumentales. En las intabulaciones, como ese nostálgico y soberbio Mille Regretz (Josquin son palabras mayores) que ascendió hacia las arcadas de la iglesia con sublime pulcritud. Admirable como Josquin juega con los recursos retóricos y la catábasis, en esa textura de acentos fonéticos y silabas que encajan con las frases musicales. Las obras de Josquin Des Prez son monumentos arquitectónicos por su equilibrio y proporción, sin obviar el componente melancólico y el dominio del espectro emocional. Resulta reconfortante escuchar como las intabulaciones y la voz desnuda, no dejan por el camino toda su capacidad evocadora e introspectiva. No es de extrañar que fuera una de las obras favoritas del Emperador en Yuste.

El vihuelista solventa con pulcritud la elaborada escritura de los pasajes de Narváez con pulsación diáfana y elocuente.

Para Abramovich, este programa es un ejercicio complejo, hay que reducir las texturas de varias partes a un solo instrumento, conocer el contrapunto a fondo, tomar lo esencial de las líneas cantadas. Un lío, vaya.



Cristalina la propuesta de la soprano en O Dolce vita mia, una villanesca del flamenco Adrian Villaert, instalado en Italia e introductor de algunas de las características de su tierra natal. Sería uno de los fundadores de la Escuela Veneciana con bastantes textos de Petrarca en una obra todavía basada en modos antiguos. Celada dicción de María Cristina Kiehr para decir el verso.

Oh dulce vida mía, qué te he hecho que me amenazas a cada momento con tus palabras. Y yo me derrito como la nieve al sol

Chiare, fresch´et dolci acque es una obra con letra de Petrarca. En su original polifónico alterna pasajes de contrapunto imitativo con pasajes homofónicos. Es una obra muy silábica que carece de melismas. Del conocido como “compositor de los ricercare”, Abramovich interpretó una obra que llevaba precisamente ese título: Ricercare. El tañedor obtiene un delicado sonido de yema en los punteos, un sonido templado, de matiz intimista y casi ascético. Difícil equilibrio, en obras que pudieran devenir monótonas, sublimadas por el fraseo cristalino de Kiehr y la correcta ornamentación de Abramovich.

También estuvo presente el Cancionero de Upsala con “Si de vos bien me aparto”, un emotivo villancico anónimo.

El programa presentó una paleta coherente entre lo real y lo imaginario, donde la vihuela va marcando el sendero, creado a partir de los libros de vihuela, que han sobrevivido desde el siglo XVI. Estamos ante un paisaje sonoro de reinvenciones, hermoso y necesario, que resucita la literatura ibérica e italiana para voz y cuerda pulsada. Un paisaje donde confluye la experiencia de ambos intérpretes. Las vivencias de Abramovich con las intabulaciones y la trayectoria de Kiehr en la música antigua. El resultado pudimos disfrutarlo (cantado y tañido) en el inicio del Festival de Música Sacra y Antigua de Badajoz.

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