No
fue hasta 1981 que los musicólogos pudieron recopilar y ordenar y la obra de Joâo
Pedro de Almeida Mota, un autor a caballo entre España y Portugal y
perteneciente a ambas tradiciones. En La
Alfama se encuentra su partida de bautismo (1744). Cantante en la Hermandad
de Santa Cecilia y San Vicente de Mora, maestro de Capilla en Braga. Se
desconoce porque se estableció en Galicia, como cantor de la catedral de
Santiago. En 1775 ingresó en la de Lugo como cantor. Tras diversas vicisitudes
vuelve a Lisboa hasta que los invasores franceses cerraron la Capilla Real
(también la Ilustración se equivocaba), hasta terminar en la catedral de
Astorga. De allí se rescatan la mayor parte de sus obras, cuyo estilo se
enmarca dentro de la más pura tradición ibérica. Supera las doscientas
composiciones entre misas, obras para órgano, canciones y los famosos cuartetos
que la agrupación Bonne Ensemble
trajo con exquisito criterio al Salón Noble de la Diputación.
Una
de sus composiciones más destacadas fue descubierta en la vecina población de
Vila Viçosa: La “Pasión para solistas, coro y orquesta”. Algunos de estos
cuartetos fueron grabados por el “Cuarteto Capela” en 1998, pero ninguno
coincide con los interpretados novedosamente dentro del Festival Ibérico de Música
de Badajoz. Estos 16 cuartetos tienen la peculiaridad de ser las únicas obras
escritas para esta formación que se conservan en Portugal y estaban destinados
a celebraciones y fiestas en la Corte. Esto queda patente en los aires “galantes”
inconfundibles, con influencias notables de Boccherini, Pleyel. Aunque quizás sea
haydiana la prevalencia en su composición (tratamiento de las secciones, contrastes
dinámicos, disposición de las líneas melódicas y las secuencias, utilización del
crescendo y diminuendo) aunque el
autor madura su propio estilo. Destaca en estas obras el uso del
violonchelo (Diana Vinagre) para dialogar casi al mismo nivel de los violines,
en respuestas que no se limitan al bajo continuo y enriquecen las posibilidades
del instrumento, al que solicita pasajes protagonistas. Sobre la partitura,
Almeida está al nivel de cualquiera de sus contemporáneos. Aquí la expresión “injustamente
olvidado” es de lo más precisa, cuando se hace referencia al desconocimiento
que existe de su obra. Incluso algunas de éstas fue atribuidas, erróneamente, a Inácio António de Almeida.
Carlos
IV fue un gran amante de la música de cámara. Incluso compró dos violas, dos violines
y un chelo a Stradivarius y contaba con una agrupación de músicos estable y un
copista. España se convirtió en uno de los centros más importantes para la
producción de cuartetos de cuerda en la Corte de este rey melómano y avezado
violinista, sin duda fomentador de este corpus de cuartetos ibéricos. En
algunos archivos españoles figura como Juan Almeida. El descubrimiento que se
hizo por parte de Filipe de Sousa en el vecino Palacio Ducal de Vila Viçosa en 1967de
la partitura del oratorio “La Pasión de Jesucristo” para solistas coros y
orquesta, hizo aflorar la existencia, casi ignorada de este compositor luso en
los albores de los años 80. A continuación serían las investigaciones de
Humberto D´Avila, las que dieron frutos para conocer a este enigmático
compositor, que comenzó siendo cantor en la Se de Lisboa. Como curiosidad decir
que se dedicó a componer obras sacras y villancicos, que al estar prohibidos en
Portugal, tan solo podían interpretarse en las iglesias españolas, donde
gozaban de gran popularidad. El ensemble Bonne
Corde desgranó algunos de estos cuartetos de un compositor que vivía la transición
del Barroco al Clasicismo. Diana Vinagre ya había demostrado su precisa
digitación, técnica certera, digitación precisa y enorme sensibilidad durante
la interpretación; en la iglesia de San Andres, de la “Sonata para Violonchelo
de Bononcini”, junto al Ludovico Ensemble en la anterior edición del Festival. En estas dinámicas obras, el empaste con las otras cuerdas (Varoujan Doneiyan, Maechthild
Kartow, Raquel Massadas) consiguió recrear la esencia galante y lúdica de los cuartetos "Per divertimento di Su
Majestà Cattolica", con
precisión y enorme belleza. Incluso con los necesarios tiempos muertos para
afinar las cuerdas de tripa tan sensibles a los cambios atmosféricos. Otro
acierto de la programación del Festival Ibérico.
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