Nos
encontramos ante un film honesto y valiente. La directora Cate Sthorland se atreve
con el otro lado del espejo. Evita, con apreciable criterio, el lugar común y el
cliché que tanto daño han hecho al cine histórico. Más aún cuando se tratan matices
ideológicos. “Lore” es una narración sobre seres humanos víctimas de su situación
vital, esclavos del tiempo y la sociedad en que viven, intentando escapar de
sus demonios. Por ello tan sólo se incide en el lado humano de los
protagonistas. Incluso el padre de Lore, tan solo se nos muestra en su faceta
familiar y afectiva. El horror aparecerá después. Cuando ella descubre que el
oficial de la fotografías que los aliados muestran al pueblo de un campo de
exterminio, es el mismo padre amante que guarda en su bolsillo. La directora cuece
a fuego lento una historia terrible y desesperanzadora, porque esos pequeños
fanatizados, que interpretan canciones nacionalsocialistas para una abuela
aferrada a la foto del hombre que iba a salvar Alemania, son victimas de un
mundo que ellos no han elegido, de una familia que tampoco eligieron y ahora de
una venganza que no se merecen. El viaje iniciático de Lore (Saskia Rosendahl)
pasa por la perplejidad, la incomprensión, la vergüenza, incluso por la
iniciación al sexo. La joven actriz se come la pantalla literalmente. Y lo hace
sin histrionismos. Con un desgarro interior y una madurez impropias de su
bagaje interpretativo. El guión está inspirado el libro “El Cuarto Oscuro” de Rachel Seiffert
que fue finalista del Broker Price en el 2001. Seiffer escribió tres relatos,
con influencias de Coetzee, (Helmut,
Lore y Micha) sobre distintas épocas de Alemania con conocimiento de causa. Seiffer era nieta de un destacado miembro de la Gestapo. Lore camina sobre un
mundo que se desmorona en un peregrinaje que comienza con la frase de su madre:
“Nunca olvides quien eres”, para terminar desnortada en casa de una abuela que
aún vive en el pasado. Por el camino va conociendo la mezquindad de los seres humanos, la delación, el robo y aprende
a habitar en la piel de los otros. También descubre los horrores que se les
ocultaban y ve como sus conciudadanos siguen aferrados a que “todo eso es
imposible” y son montajes publicitarios de los americanos. La autora opta por
el preciosismo como coartada, por el fotograma a lo Terence Malick para
mostrarnos la inocencia robada por el veneno de las ideologías.
A lo largo de
su periplo, Hannalore descubrirá los cadáveres de las mujeres violadas y
mutiladas por los presuntos “salvadores”, creando unos sentimientos encontrados
y marcando su vida para siempre. Acertadamente se huye de toda la parafernalia al
uso, incluso desubica geográficamente. Tan solo con pequeños datos podemos
situarnos en este panorama postapocaliptico, centrado en las vivencias
cotidianas y la supervivencia de un grupo de niños. Dura, corrosiva y cruda, es
capaz de fusionar la fotografía espectacular con instantes poéticos, con el
dolor y las vejaciones propios de esos momentos. Las influencias visuales beben
desde Jane Campion, hasta Antonia Bird y su “Cumbres Borrascosas”. La historia
de Lore es universal, aunque coyunturalmente la cinta se situa en los últimos días
del Tercer Reich. Podría haber sucedido en cualquiera de los totalitarismos que
adoctrinan, destruyen infancias y reparten el dolor por el mundo, obligando a los
hombres a matarse por una ideología absurda, una bandera o un credo.
Partiendo
de su perfecto peinado germano a lo “gretchen” de los inicios, hasta la mujer
desollada espiritualmente del epilogo, la joven actriz nos muestra un caleidoscopio
de emociones en primeros planos. Un desnudo total del alma. Lore va
comprendiendo el engaño desde el disparo que su padre hace al perro, tras
decirle que lo van a entregar a una familia. A partir de ahí su descubrimiento
del mundo, las mentiras, la violencia, la llevan a filtrar todo la vida que les
habían mostrado sus padres y sus creencias. Aquí no hay maniqueísmos, no hay
buenos ni malos. Solo una inmensa gama de grises donde los hombres sobreviven.
A Hannelore se le ha caído la venda. Su
hermana le invita a bailar en casa de la abuela, a retomar la vida de antaño, a
pasar página. Para ella, eso es imposible. Es una víctima más. Aunque no lleve
una estrella de judía cosida en la ropa.
Lo
mejor. La espectacular fotografía. Las interpretaciones reposadas .Una
espectacular banda sonora del pianista Max Ritcher.
Lo
peor. Que se queden situaciones por desarrollar que en la novela van mucho más
allá y facilitan la comprensión del entorno social.
Curiosidades:
La familia que aparece en la cartera del chico judío en una fotografía, es la familia del marido de la
directora que tuvo que abandonar Berlín en
1936.
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