“Amor
y Amistad” es toda una rareza dentro del corpus literario de Jane Austen y el
regreso cinematográfico de Whit Stillman. Esta novela primeriza, que escribiría
cuando tenía 24 años, no fue publicada hasta 70 años después.
El
verdadero título “Lady Susan” hace
referencia a la artera (pero atractiva) protagonista. Una antihéroina atípica
para su siglo, que en la piel de la británica Kate Beckinsale destila talento y
escuela. Los que tan sólo conozcan a la protagonista por sus performances, envuelta en traje dominatrix, como Selene, para la saga “Underworld”, se llevarán
una grata sorpresa. Aunque Beckinsale ya nos había regalado soberbias
interpretaciones en “Mucho Ruido y Pocas Nueces”, la romántica “Serendipity”, la versión de Poe “Asylum”
o la televisiva “Emma” (1996), basada también en la novela de Austen.
Lady
Susan de Vernon, está adscrita al estilo epistolar. El director ha trasladado
las cartas originales de la novela a imágenes sin que se perciba el artificio,
conservando la acidez oculta tras la aparente banalidad de los diálogos. Un
juego de apariencias, frivolidades y
maquinaciones no demasiado lejano del mundo que conocemos. De hecho en el libro,
las 41 cartas se entrecruzan como un rompecabezas, consiguiendo definir a los
personajes pese a las limitaciones descriptivas del formato epistolar. Bastante fiel con el argumento, excepto algún
pequeño detalle para evitar escenas innecesarias y acortar metraje. Aparte de
esto, añadir algún “invento” del guionista en el epílogo; que no desvelaremos;
y que convierte en una inmoral absoluta a la protagonista, descrita como “la coquette más consumada de Inglaterra”.
Lady
Susan es una”femme fatale” de apariencia inofensiva, que derrocha talento y
naturalidad en los lacerantes diálogos, en los plano-contraplano que Stillman
elige como recurso visual, junto a un esplendida fotografía y un diseño de
producción de “qualité. El director, basándose en el texto de Austen, consigue paliar
la acidez con el disfraz de la sátira y el vodevil. Mitigar las tramas
sibilinas de la protagonista con el ligero aroma de la carcajada. Estamos ante
una cinta esencialmente verbal, donde el dominio de la palabra sobre la imagen
es patente. En “Amor y Amistad” la esgrima del lenguaje derrumba todo el
edificio del “cine de época” para presentarnos unos personajes actuales en sus
pensamientos y actitudes. Hay instantes de (aparente) descontrolada verborrea,
que requieren un edifico actoral sólido y un largo bagaje cinematográfico,
cuando la cámara está presente en primeros planos. Cuando escudriña gestos,
actitudes y ocultaciones. En ese sentido son impecables las aportaciones de una
encantadora Chloë Sevigny, sus conversaciones subidas de tono con Lady Susan,
las pláticas donde manipula a un apocado Xavier Samuel, o la impresionante
presencia de un icono destroyer como Stephen Fry.
En
Lady Susan, la manipulación forma
parte de su naturaleza, no es forzada ni impostada. La Vernon destila veneno
como las flores se abren ante el sol, como el agua fluye en el manantial,
haciendo girar el mundo alrededor de su dedo meñique al tomar el te de las
cinco.
Lady
Susan opina sobre los hombres y deja sentencias como la que espeta a su amiga sobre
su matrimonio de interés (Stephen Fry): “Demasiado viejo para ser gobernable, y
demasiado joven para morir”.
Si
el talento actoral es patente en los papeles principales, no lo es menos el
descubrimiento del secundario Tom Bennett. Un gentleman apocado y mostrenco. Inútil
pretendiente que consigue llegar al corazón con su torpeza vocacional y su irritable
presencia.
No
ha traicionado Stillman sus comedias urbanitas, los escarceos amorosos de “Metropolitan”,
su espíritu cosmopolita y su visión de la burguesía neoyorquina. En “The Last
Days of Disco”; donde ya dirigió a Kate y a Cloe; atribuladas ante el mundo que
se les ofrece tras la universidad. Los personajes de Jane Austen pese a vestir
corsé y polisón, pese al salto temporal narrativo, no se alejan demasiado de
las inquietudes, trapicheos y manipulaciones de todas las épocas. Recordemos
los maliciosos personajes de Choderlos de Lacros en aquellas “amistades
peligrosas”. Alejada ostensiblemente de otras obras de Austen, esta pequeña
novela muestra el lado más cattier de
la novelista. Mucho más maliciosa que la romántica “Orgullo y Prejuicio”, con
un personaje totalmente alejado de aquella “Emma” que enredaba en las vidas
ajenas con intenciones positivas y nada maquiavélicas.
El film deviene apología del “postureo”, de la inanidad de una burguesía que pasea por jardines, del “dolce far niente”, ese no hacer nada (o no hacer otra cosa que intrigar) que tendría sospechosos paralelismos en la sociedad actual. La banda sonora es prodigiosa. Con prólogo purcelliano con “Los Funerales de la Reina Mary”, que ya utilizara Kubrick en “The Clockwork Orange”, el director nos lleva a la utilización de la música como parte del ritmo narrativo, ya que las incluye en las transiciones como un guante. Las escasas escenas de calles, pasillos y elipsis, son contrapunteadas con obras de Haendel, Bach, o Charpentier, que transcurren con fluidez y se merecen un capítulo aparte por la cantidad de aportaciones. De no ser por el marcado clasicismo de las composiciones, podríamos estar ante un lubitschiana comedia de puertas y pasillos como “La Viuda Alegre”.
El film deviene apología del “postureo”, de la inanidad de una burguesía que pasea por jardines, del “dolce far niente”, ese no hacer nada (o no hacer otra cosa que intrigar) que tendría sospechosos paralelismos en la sociedad actual. La banda sonora es prodigiosa. Con prólogo purcelliano con “Los Funerales de la Reina Mary”, que ya utilizara Kubrick en “The Clockwork Orange”, el director nos lleva a la utilización de la música como parte del ritmo narrativo, ya que las incluye en las transiciones como un guante. Las escasas escenas de calles, pasillos y elipsis, son contrapunteadas con obras de Haendel, Bach, o Charpentier, que transcurren con fluidez y se merecen un capítulo aparte por la cantidad de aportaciones. De no ser por el marcado clasicismo de las composiciones, podríamos estar ante un lubitschiana comedia de puertas y pasillos como “La Viuda Alegre”.
La
paleta cromática es suave, delicada, hay un hermoso (y delicadamente estudiado)
equilibrio en la fotografía del director belga Richard Van Oosterhout. Simetrías
en esos personajes enmarcados por espejos, que forman parte de arcadas, en
exquisita composición pictórica de vocación teatral y pulcritud británica. El
director maneja con seguridad las entradas y salidas, los múltiples secundarios,
los elaborados diálogos literarios, para destilar un producto fresco y
accesible, sin renunciar a la acidez, los dobles sentidos y la denuncia social atemporal.
Tesis
claramente matriarcal, donde los protagonistas varones devienen fantoches
manipulados, excepto el amante de Lady Vernon, al que el director mantiene
(inteligentemente) al margen visual hasta el epílogo, donde con un solo plano
nos trasmite todo el “intríngulis”, la verdadera naturaleza del personaje y su
peso en la trama. La frase, entre envidiosa y despectiva, de la concuñada de
Lady Susan define un personaje al que Kate Beckinsale saca todo el jugo
posible:
“Tiene
un asombroso entendimiento de la naturaleza de los hombres”
También
Jane Austen la tenía para la época. Una comprensión entomológica. De eso no
cabe duda. Los “austeritas” están de enhorabuena.
Lo
mejor: La dicción de la hermosa Kate Beckinsale en V.O, una fuerza de la
naturaleza para la antihéroina más oscura de la Austen.
La frescura narrativa que la británica imprime a un personaje mefistofélico y rizado.
La frescura narrativa que la británica imprime a un personaje mefistofélico y rizado.
La
cómica utilización de letreros para presentar a los protagonistas. Aquí los triángulos
amorosos son trapezoidales.
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