En 1966 el
dramaturgo Jorge Llopis satirizaba en el escenario del Bellas Artes aquellas
desaforadas tragedias helénicas, pletóricas de maldiciones, suicidios,
parricidios y nefastos pecados a manos deidades veleidosas. "Los
Pelópidas" es vocacionalmente iconoclasta, como ya lo fuera aquella
"venganza de Don Mendo" de Muñoz Seca. Aquí, el metateatro está
presente exprimiendo una ironía corrosiva, con situaciones de un surrealismo
atroz y desenfadado, donde el absurdo campa a sus anchas ¿Acaso no lo hace en toda
la Tragedia Clásica? Para ello, Llopis toma los arquetipos y los vuelve del
revés, les arranca la piel en que habitan y los deja desnudos. Cautivos y
desarmados ante el absurdo y la desmesura de la narrativa trágica.
Florián Recio
adapta los ripios de Llopis para esta hilarante astracanada, le añade
situaciones próximas y referencias reconocibles por el público, partiendo del
lenguaje de los 50 y con cariñosas referencias castúas.
La veterana
compañía Suripanta, aborda el desafío en una escenografía (Ana Garay) llena de
trampillas (casi un trasunto de las comedias de puertas) y casi con aire de
vodevil. En esta vuelta de tuerca del panegírico heleno nada es lo que parece.
Los amantes son hermanos, los hijos son padres, las criadas; herederas; las
fámulas se convierten en madres y un largo etc, desternillante. Sobre todo en
el último tramo.
En "Los
Pelópidas" lo importante es el verbo. La utilización del lenguaje como
arma arrojadiza, como denuncia, del absurdo como postura intelectual frente al
absurdo cotidiano. Aquí la labor de Florián Recio ha sido notable, en cuanto a
contribuciones personales se refiere, sobra una joyita de texto de los que ya
no se escriben (desafortunadamente) hoy en día. La apariencia estrambótica y
surrealista de la trama. oculta cargas de profundidad de amplio calaje,
sostenidas por una literatura dramática de primera división, plena de
inteligencia, de juego verbal, donde el retruécano o el análisis lúcido y
humorístico de la condición humana, son la contraste.
Bien saben los
amantes de Talía que; pese a la patina que cubre a los interpretes del drama en
estado puro; la comedia es la más difícil de las artes.
Y esta compañía
sale con orejas y rabo (si es políticamente correcto el símil taurino) de esta
aventura tebana. y casi "montypythonesca"
Los actores
demuestran las tablas y el buen hacer de la compañía, en roles tan
diferenciados como el usurpador Phideos (Simón Ferrero) y su aire
"makinero", que regresa al escenario en el epílogo para bordar una
sorpresiva madre (Arsinoé) en este embrollo heleno-genealógico, Paca Velardiez
se aposenta en el piel de Electra para extraer una "vis cómica"
certera que caricaturiza las heroínas de la Hélade clásica. Excelente también
Eulalia Donoso con una Yocasta desternillante, y casi expresionista, con
influencias de aquella "Doña Urraca" de posguerra. dibujada por
Miguel Bernet Toledano, habitada de luto de pies a cabeza. Todos los actores de
este montaje dirigido por Esteve Ferrer, cumplen sobradamente con sus roles.
haciendose cercanos, e insuflando vida. Destacar a la divertida Menesta (Ana
García), al sorprendido rey Ántrax, que retorna a un mundo del revés,
interpretado por Pedro Rodríguez de cuidada dicción y "vis cómica"
notable. Otro personaje destacable es la creación que Eva Rodríguez hace de una
Creosota disparatada e impetuosa. Juan Carlos Tirado recrea un Faetón de
Estraza que representa a todos aquellos acólitos, escuderos, criados y pícaros
que acompañan al protagonista en la dramaturgia clásica. Su personaje consigue
el equilibrio entre lo esperpéntico en el lenguaje gestual (sobre todo al
inicio), para madurar en un imprescindible amigo-filósofo. Posee un notable timbre
y proyecta la voz con precisión.
Jesús Martín
Rafael extrae con naturalidad (está sembráo, dicen en mi pueblo), un Zeus
esperpéntico y tronchante, para transmutarse en mensajero que hace parecer
sencillo el arte de la comedia. Se echa de menos una música diegética más
eficiente, que jugara con personajes y situaciones, representando con sonidos y
notas los estados de ánimo, los constantes cambios y; sobre todo; un leitmotiv
para las originales apariciones de los personajes en las trampillas, etc . El
maquillaje y caracterización han corrido a cargo de Pepa Casado, con vestuario
de Maite Álvarez y eficiente diseño de iluminación de Juanjo Llorens
El publico
pacense rió sin parar con esta hilaro-tragedia donde los arquetipos helénicos
(y universales) se aproximan desde la vertiente del humor más satírico.
Propuestas tan valientes como esta, sirven para hacer el teatro más próximo,
para darle un sesgo de vecindad. Aunque tras la aparente sencillez de este
puzzle helénico, hay mucha enjundia, muchas tablas y (afortunadamente) mucha
inteligencia.
REPARTO
Pedro Rodríguez
Paca Velardiez
Juan Carlos
Tirado
Eulalia Donoso
Jesús Martín
Rafael
Ana García
Eva Gómez
CUADRO ARTÍSTICO
TÉCNICO
Diseño de
Iluminación: Juanjo Llorens
Diseño de
Escenografía: Ana Garay
Diseño de
Vestuario: Maite Álvarez
Dirección de
Producción: Pedro Rodríguez
Ayudante de
Producción: Pilar Gómez
Producción
Ejecutiva: Suripanta S.L
Versión:
Florián Recio
Autor:
Jorge Llópis
Dirección:
Esteve Ferrer
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