Festival de Teatro Villa Romana de
Torreáguila
En
los tiempos que corren que nazcan iniciativas culturales de cualquier ámbito,
es una satisfacción para el espectador, ya vengan de iniciativas privadas o
públicas. Si, además, se recupera un entorno histórico o artístico el resultado
es para nota. Los orígenes de la villa se remontan al siglo I y en sus restos
se detectan tres fases con similitudes con la Casa de Mitreo de Mérida, aunque
con algunas particularidades que la hacen única.
La
villa, que supuestamente perteneció a un general romano retirado, recibe
visitas procedentes de numerosos puntos de la Península Ibérica. Los restos de
la villa romana de Torreáguila comenzaron a excavarse en el año 1984. Dieron
como resultado el surgimiento de una antigua instalación agrícola dotada de
lagares, termas y almazara que la sitúan entre las primeras de estas
características en nuestro país.
El yacimiento ha proporcionado numerosos
hallazgos de equipamientos y ajuares, lo que hizo que los habitantes de Barbaño
lo denominaran como 'El Tesoro'. Entre los restos más característicos se
encuentra una hebilla en forma de águila erguida, revestida de piedras de colores.
Sólo existen seis ejemplares en todo el mundo.
Clásicas Envidiosas. 28 de Julio. Martelache
Una
parodia “chespiriana” para el inicio del Festival. Con un texto de Chema
Rodríguez-Calderón y estreno en Extremadura.
Esta
fantasía Isabelina se pregunta ¿Qué pasaría con Hamlet si Ofelia no tira al
río? Aquí los personajes del bardo de Avon, se salen de las líneas del guión y
el príncipe vikingo da un giro de 360º. Un estudio de radio años 50 y música de
Sinatra. Durante el periodo Isabelino, las mujeres no podían subir al
escenario, por eso la obra esta representada por hombres. La propuesta de
Martelache es un desternillante espectáculo con Juan Madrid Delgado, Pedro
Bachura o Julian Ortega, que jamás caen en el exceso, pese al difícil
equilibrio entre la actualidad, los clásicos y la búsqueda del gag inteligente,
en su exacta medida. Impactante el personaje de Julieta, rompiendo todos los
esquemas mentales e históricos. La negativa de esta Ofelia unamuniana, conlleva la boda y el consiguiente (y desternillante)
cambio de toda la historia oficial. Dirigida por Juanma Cifuentes, una
refrescante, innovadora y descacharrante para las noches de estío, con sobresalientes
interpretaciones.
El Cerco de Numancia. Verbo
Producciones. 29 de julio
Para
esta edición el Festival cuenta con una representación que ya triunfara en el
Festival de Mérida. El Cerco de Numancia,
de acento extremeño. Adaptación de un texto de Cervantes un tanto maniquea
(buenos y malos) pero efectiva. Notable escenografía, representando los
campamentos, legiones y música en directo de “La Octava”. Un mensaje universal
y atemporal. Parábola sobre la humillación, la esclavitud y la obligatoriedad
de elegir un bando. Esta obra consiguió (con todos los méritos) el premio de un
público que apreció la dirección de Paco Carrillo, para esta versión de un
texto de 1585 sobre la manipulación ejercida desde el poder. La escenografía
conceptual incorpora bandas rojas y lanzas, humo, etc, en un texto “más ameno” que el original, y
que sube por tercera vez a los escenarios, después de las versiones de 1961
(Tamayo) o la de 1998 (Manuel Canseco). Es una oportunidad de ver la mejor
tragedia del Siglo Áureo, con un coro magnífico que transmite la eterna
historia. Enorme trabajo actoral que
regala una parábola sobre los pueblos oprimidos.
Los Pelópidas. Suripanta Teatro. 30 de
Julio
Otra
obra de raigambre castúa llega de la mano de Suripanta. Estrenada en 1966 por
Jorge Llopis, uno de los grandes dramaturgos humorísticos del la posguerra, esta
sátira pasó de ser una de las obras más representadas en teatro aficionado al
olvido. Los personajes arquetípicos de las tragedias helenas desfilan por el
escenario, desmitificados, humanizados o satirizados en estos “Pelopidas”,
dirigidos por Esteve Ferrer, plenos de
humor. Antrax regresa al hogar y encuentra a los pretendientes de Electra y al
usurpador Phideos. El mismo Llopis la definió como una hílaro-tragedia. “Los Pelopidas”
tienen vocación de gamberrada, de la iconoclastia más furiosa para derribar
mitos y clásicos, subvierte la dramaturgia helénica y la muestra del revés, en
paños menores. Hasta el punto de que
Florian Recio opina que Llopis fue el verdadero demiurgo del “scary movie”, de
la caricatura teatral del clásico, del derrumbamiento humorístico de lo
trágico. Paca Velardiez, Pedro Rodríguez, Juan Carlos Tirado o Eulalia Donoso,
entre otros; habitan la piel de estos mitos descafeinados con escenografía de
Ana Garay, vestuario de Maite Álvarez y
caracterización de Pepa Casado. Unos versos desternillantes que nos
remiten a la heterodoxa “La Venganza de Don Mendo”. Una propuesta refrescante y
renovadora para las cálidas noches de Julio, con juegos de palabras, alusiones
a la actualidad política, cachondeo, ripios, homenajes al astracán, hipérbole
como arma y el absurdo cotidiano de los
sobrevalorados mitos. Una oferta con personajes que dicen que “cualquier tiempo
pasado fue mejor” o recitan la receta de la “chanfaina”.
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