Fotografías: Francisco Collado |
En
1966 el dramaturgo Jorge Llopis satirizaba en el escenario del Bellas Artes
aquellas desaforadas tragedias helénicas, pletóricas de maldiciones, suicidios,
parricidios y nefandos pecados a manos deidades veleidosas. "Los
Pelópidas" es vocacionalmente iconoclasta, como ya lo fuera aquella
"venganza de Don Mendo" de Muñoz Seca. Aquí, el metateatro está
presente exprimiendo una ironía corrosiva, con situaciones de un surrealismo
atroz y desenfadado, donde el absurdo campa a sus anchas ¿Acaso no lo hace en
toda la Tragedia Clásica? Para ello, Llopis toma los arquetipos y los vuelve
del revés, les arranca la piel en que habitan y los deja desnudos. Cautivos y desarmados
ante el absurdo y la desmesura de la narrativa clásica.
Florián
Recio adapta los ripios de Llopis para esta hilarante astracanada, les añade
situaciones próximas y referencias reconocibles por el público, partiendo del
lenguaje de los 50 y con cariñosas referencias castúas.
La
veterana compañía Suripanta, aborda
el desafío en una escenografía (Ana Garay) llena de trampillas (casi un
trasunto de las comedias de puertas) y con aire de vodevil. En esta vuelta
de tuerca del panegírico heleno nada es lo que parece. Los amantes son
hermanos, los hijos son padres, las criadas; herederas; las fámulas se
convierten en madres y un largo etc, desternillante. Sobre todo en el último
tramo.
En "Los Pelópidas" lo importante es el verbo y la utilización del
lenguaje como arma arrojadiza, como denuncia, del absurdo como postura
intelectual frente al la grisura cotidiana. Aquí la labor de Florián Recio ha sido
notable, en cuanto a contribuciones personales se refiere, sobra una joyita de
texto de los que ya no se escriben (desafortunadamente) hoy en día. La apariencia
estrambótica y surrealista de la trama. oculta cargas de profundidad de amplio
calaje, sostenidas por una literatura dramática de primera división, plena de
inteligencia, de juego verbal, donde el retruécano o el análisis lúcido y
humorístico de la condición humana, son la constante.
Bien
saben los amantes de Talía que; pese a la patina que cubre a los interpretes
del drama en estado puro; la comedia es la más difícil de las artes.
Y
esta compañía sale con orejas y rabo (si es políticamente correcto el símil
taurino) de esta aventura tebana. y casi "montypythonesca"
Los
actores demuestran las tablas y el buen hacer de la compañía, en roles tan
diferenciados como el usurpador Phideos (Simón Ferrero) y su aire
"makinero", que regresa al escenario en el epílogo para bordar una
sorpresiva madre (Arsinoé) en este embrollo heleno-genealógico, Paca Velardiez
se aposenta en la piel de Electra para extraer una "vis cómica"
certera que caricaturiza las heroínas de la Hélade clásica. Excelente también Eulalia
Donoso con una Yocasta desternillante, y casi expresionista, con influencias de aquella "Doña
Urraca" de posguerra. dibujada por Miguel Bernet Toledano, habitada de
luto de pies a cabeza.
Todos los actores de este montaje dirigido por Esteve
Ferrer, cumplen sobradamente con sus roles. haciendose cercanos, e insuflando
vida. Destacar a la divertida Menestra (Ana García), al sorprendido rey Ántrax,
que retorna a un mundo del revés, interpretado por Pedro Rodríguez de cuidada
dicción y "vis cómica" notable. Otra creación destacable es la que Eva Gómez hace de una Creosota disparatada e impetuosa. Juan
Carlos Tirado recrea un Faetón de Estraza que representa a todos aquellos
acólitos, escuderos, criados y pícaros que acompañan al protagonista en la
dramaturgia clásica. Su personaje consigue el equilibrio entre lo esperpéntico
en el lenguaje gestual (sobre todo al inicio), para madurar en un
imprescindible amigo-filósofo. Posee un notable timbre y proyecta la voz con
precisión.
Jesús
Martín Rafael extrae con naturalidad (está sembráo, dicen en mi pueblo), un
Zeus esperpéntico y tronchante, para transmutarse en mensajero que hace parecer
sencillo el arte de la comedia. Se echa de menos una música diegética más
eficiente, que jugara con personajes y situaciones, representando con sonidos y
notas los estados de ánimo, los constantes cambios y; sobre todo; un leitmotiv
para las originales apariciones de los personajes en las trampillas, etc . El
maquillaje y caracterización han corrido a cargo de Pepa Casado, con vestuario
de Maite Álvarez y eficiente diseño de iluminación de Juanjo Llorens
El
publico pacense rió sin parar con esta hilaro-tragedia
donde los arquetipos helénicos (y universales) se aproximan desde la vertiente
del humor más satírico. Propuestas tan valientes como esta, sirven para hacer
el teatro más próximo, para darle un sesgo de vecindad. Aunque tras la aparente
sencillez de este puzzle helénico, hay mucha enjundia, muchas tablas y
(afortunadamente) mucha inteligencia.
REPARTO
Pedro
Rodríguez
Paca
Velardiez
Simón
Ferrero
Juan Carlos Tirado
Eulalia
Donoso
Jesús Martín Rafael
Ana
García
Eva
Gómez
CUADRO
ARTÍSTICO TÉCNICO
Diseño de Iluminación: Juanjo Llorens
Diseño
de Escenografía: Ana Garay
Diseño
de Vestuario: Maite Álvarez
Dirección
de Producción: Pedro Rodríguez
Ayudante
de Producción: Pilar Gómez
Producción
Ejecutiva: Suripanta S.L
Versión: Florián Recio
Autor: Jorge Llópis
Dirección: Esteve Ferrer
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