Ningún
lugar mejor podría imaginar el creador del “caballero de la triste figura” que
esta hermosa ciudad antigua de Cáceres que rodea con sus piedras milenarias la
propuesta de Miguel Murillo; que por estructura y concepto; está más cercana a
la perspectiva postmoderna de revisitación (y actualización) de los clásicos De
la mano de la compañía villanovense “Teatrapo”, el dramaturgo pacense, presenta a un Cervantes atípico. La
obra busca la complicidad del público. Tarea harto ingrata para el cómico si no
hay implicación del respetable, oficio que precisa de tablas y soltura. En
estas lides, solventa su personaje con
eficacia y bonhomía sanchopancista, el conquense Juan Carlos Castillejo. (El
mal del Arriero). Añadir que la compañía se ha visto obligada a "renunciar"
a parte de la escenografía para "aprovechar al máximo" la
arquitectura de la plaza de San Jorge.
El
texto nos muestra al Cervantes cautivo en “Los Baños de Argel”, al Cervantes en
ergástula por malversación durante su etapa de recaudador de impuestos, al
Cervantes que tiene una hija con la esposa de otro.
El
hombre excomulgado, el que siente una; nada sana; ojeriza por Lope de Vega, el
que tiene puesto el pie en el estribo…”Soñando Cervantes” es un espectáculo que
juega con las sensaciones, con los aromas y los platos de la era cervantina. No
en vano se presentó en “Grastroweekend” (Los Manjares de Cervantes), o en
Alcalá de Henares donde la propuesta era mucho más interactiva y los atavíos
del siglo décimosexto, se transmutaban en trajes de cocinero. La obra trasgrede
claramente las tres unidades Aristotélicas, mezcla lo trágico con lo cómico, lo
lúdico con lo dramático en un juego de espejos perspicaz y jocoso. El
espectador acompaña con palmas cuando la cofradía gastronómica interpreta el
“Chin, chin con la olla podrida” o sufre con la agonía del escritor junto a la Muerte Velada, sonríe con las peripecias
del orate Don Quijote o siente la angustia del pie “puesto ya en el estribo”.
La apuesta era arriesgada. La hibridación cómico/trágico/lúdico, requiere
“desfacer” algunos lances. El texto de Murillo los sortea con eficacia, apoyado
por la notable interpretación actoral, la original música, la ecléctica escenografía y sumando elementos audiovisuales mixturados con tramoya clásica
Eva
Marciel luce con donosura los ropajes del siglo áureo como una segunda piel,
proyecta la voz con claridad, juega con los tempos, las inflexiones, aprovecha
su timbre cristalino, o coquetea con la expresión corporal para ofrecer una
Dama Velada y una Catalina de Salazar, de lo mejor de la función. Destacar la
“vis cómica” de Jose Carlos Valadés
(maestro de ceremonias), interpretando al jocoso y satírico "Licenciado
Gastro-Prieto", la versatilidad de Chema Pizarro (excelente y trabajado
timbre) recreando la locura poética de Alonso Quijano, la festiva
interpretación de Roser Pujol; que compone una Dulcinea certera y humorística;
contrapunteada por la mundana Teresa Panza que dibuja Manuela Serrano, con
certeza y gracejo. Rafael Núñez soporta el peso del ilustre manco con verbo
nítido, siempre apoyado por la acertada escenografía de Laura Ferrón/Diego
Ramos y las imágenes en movimiento de Nieves Ferrer/ Félix Méndez tras los ventanales.
En
esta panoplia cervantesca están presentes y mixturados, los personajes y
escritor, en un ejercicio de metateatro que transita por La Galatea, la amante y actriz Ana Franco, la falsa
princesa Micomicona, Auristela (Los Trabajos de Pérsiles y Segismundo), El
Licenciado Vidriera o la mora Zoraida de “Historia del Cautivo”. La partitura
es solventada con su acostumbrada eficiencia (ya escribió la música de “El
Caballero de Olmedo”) por el especialista Luis Delgado (La Musgaña, Los Músicos
de Urueña), utilizando modos tonales habituales en la era de la vihuela y la
zampoña, con profusión de percusión o reviviendo unos aires de “tarantella”,
cuyo alegre compás puede seguir el público con palmas. La colección de
instrumentos musicales en tiempos de Cervantes, comisariada por este
compositor, se encuentra itinerante con el titulo de “Sonando Cervantes”, sin
la “ñ”. Todo un “gastroespectáculo" de la compañía villanovense, que bajo
la certera dirección de José Fernando Delgado arrancó numerosos aplausos.
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