A
S Byat es hermana de la novelista Margaret Drabble y su nombre real es Antonia Susan
Drabble. Llegó al mundo literario desde el académico, siendo su novela “La
Posesión, un romance”, que consiguió el premio Man Broker 1990, la más
divulgada junto al tomo que contiene las dos historias “Morpho Eugenia y El
Ángel Conyugal”. Apasionada por el mundo del darwinismo y la zoología, vierte
sus obsesiones sobre el texto seminal de esta película donde el acercamiento
entomológico a una familia de entorno victoriano, disecciona sus conductas como
si de insectos se tratara. Análisis cínico y corrosivo sobre las sociedades
humanas y su “presunta” superioridad, todo el
film es una comparación entre las conductas de las comunidades de
insectos y la nuestra que sirve para cuestionar algunos de nuestras certezas,
siguiendo la estela de las teorías darwinianas. El determinismo a que somos
sometidos por nuestra biología, la herencia, la genética es desarrollado en un entorno
eduardiano donde las apariencias ocultan termitas entre las paredes. Donde la
división entre sentimiento e intelecto se diluye, entre arte y cultura,
poniendo sobre la mesa el verdadero concepto de humanidad.
La percepción de
creencia como algo legado a través del aprendizaje histórico, del instinto
frente a la inteligencia, o la predeterminación como especie, gravitan sobre la
obra de Byat. Adaptada para la pantalla por Philip Haas (El Misterio de la
Villa), que escribió el guión junto a su esposa. El director opta por una
estética de época alejada del formalismo ivoryano, pero también lejana a las
incongruencias estéticas y conceptuales de Greenaway. Philip Haas opta por la
elegancia externa para mostrar las corrientes subterráneas, los tormentos soterrados
que fluyen bajo esa sociedad bienpensante. Las referencias a las similitudes
entre las sociedades de insectos y la humana son reforzadas con insertos de
comportamientos de hormigas junto a las actividades humanas. Toda la mansión
Alabaster de hecho funciona como una colmena gigantesca.
La madre es una
especie de abeja reina constantemente sobrealimentada por los sirvientes, el
hijo Edgar Alabaster (Douglas Henshall) es un gañan que hace las veces de
zángano de colmena y dedica sus ocios a sembrar de bastardos la campiña. La
hermosa Eugenia Alabaster (Patsy Kensit) parece más preocupada por el color de
sus extravagantes ropajes ¿alas?, y su apariencia, en una clara referencia al
apareamiento. El diseño de vestuario recalca el concepto larvario del entorno. Los
trajes de Eugenia pasan desde el rayado de una abeja hasta esos collares y
cenefas florales imposibles que lucen en las fiestas. Las niñas utilizan
extraños vestidos similares a caparazones, elitros o una especie de
exoesqueleto que refuerza la construcción visual de esta microsociedad, donde
los criados ni siquiera hablan (insectos obreros), o se vuelven cara a la pared
cuando se cruzan con sus amos. A este mundo endogámico llega el naturalista
William (un solvente Mark Rylance) para romper la estructura de la colmena
enrarecida. La relación de William con la institutriz Matty ( Kristin Scott
Thomas), que fue nominada al premio “Chlotrudis” por su interpretación, les
lleva a comprender que son distintos al resto de habitantes de la casa, de piel
lechosa y espíritu aún mas delicuescente. El original literario contiene
Cuadernos de Campo y la transcripción de un cuento que escribe Matty sobre
insectos y animales, que obviamente la versión fílmica ha de evitar,
centrándose en largas charlas entre William y el patriarca del clan sobre temas
teológicos o culturales. Todo muy “british”. El autor abusa de la simbología
para los subrayados y solventa la difícil adaptación de un texto eminentemente
literario, sembrado de detalles, excesivos elementos, pero mantiene la sutileza
y carencia de morbo del texto de A S Byat.
A
medida que avanza el metraje, el aparente paseo por esta metáfora victoriana,
se ensombrece y va aproximándose a la oscuridad hasta el convulsivo epílogo. La
impresión de encorsetado y empolvado drama de época, deja paso a un sinsabor
donde los ángeles no son nada seráficos, y los insectos les superan en dignidad
y humanidad. Donde el puritanismo oculta soterradamente la realidad de la
colmena. Alegoría del bien y del mal en clave de abeja reina. Sir Harald
Alabaster únicamente vive para clasificar su colección y le ofrece al recién
llegado William, que le ayude con sus conocimientos de naturalista. Durante el
primer encuentro con Eugenia, ella baila con sus hermanas como un trío de
mariposas. William la bautiza como “Morpho Eugenia”, debido a su belleza. La
compara con la mariposa neotropical de la Guayana Francesa. Esa belleza externa
es refutada en el epílogo donde Eugenia Alabaster dice que “para que le ha
servido ser tan hermosa”. El director recalca esta idea de
belleza/transformación insertando un plano donde una polilla hembra surge del
capullo y abre las alas para transformarse en el hermoso vestido de Eugenia. En
la primera secuencia, el baile febril, casi orgiástico de los nativos del
Amazonas, sus pinturas corporales, contempladas por turbado William, se funden
con los colores de los vestidos en el salón de baile en una analogía atávica de
ritual de apareamiento. O metáfora de la función de hormiga macho que William
va a cumplir, sirviendo y fecundando a la reina.
Durante
sus constantes embarazos, Eugenia comienza a seguir los rituales de su madre.
Siempre tumbada, atendida por el servicio que la sobrealimenta y una actividad
incesante alrededor de criados mudos, lacayos cuya existencia únicamente tiene
sentido para su bienestar. El bucle se cierra con la infertilidad de la hermana
(Saskia Wickham/ Rowena Alabaster). Tan solo puede existir una reina en este
microcosmos.
No
está exenta la obra de una ácida crítica al papel de la mujer en este entorno
encorsetado victoriano. Matty, la institutriz es una mujer culta, refinada,
científica, que incluso recita extractos del “Paraíso Perdido” de Milton,
sometida al rígido sistema de clases de la época. Pero el mismo William se
siente abochornado cuando le dice: Piensas mucho…para…
-Estabas
a punto de añadir para “una mujer”…
William comienza a sentirse oprimido,
esclavizado en un mundo al que no pertenece y sobre el que no tiene ningún
control. Eso lo acerca a Matty, que rechaza los roles impuestos por el entorno,
las jerarquías sexuales y el clasismo. Ambos luchan por escapar de una sociedad de insectos que impone sus normas y
estructuras, luchan por un mundo donde la sociedad no imponga funciones a las
personas y aplaste sus libertades. El texto de A S Byat es capaz de mezclar posmodernidad
con corsés victorianos, contiene hermosos diálogos sobre ciencia o religión,
con uso de la hipertextualidad y la reflexión moderna. La sombra de Jung aletea
sobre este guión. El pensamiento analógico y la metáfora (mucho más densa y
conceptual en la obra escrita, más perceptiva en la visual) forman parte del
colectivo social de la Mansión Alabaster.
El
reverendo Alabaster combate las implicaciones teológicas que conlleva el
nacimiento del darwinismo y encarga seguir los principios de Linneo para la
clasificación de sus especies. El patriarca trata de escribir una obra
filosófica que le apague la angustia existencial. William clava una aguja (nada
sutil metáfora) después de su boda, sobre una mariposa capturada. ¿O es acaso
al contrario? “Ángeles e Insectos”
deviene analogía con el imaginario artrópodo, sin huir de una aproximación a la
sociobiología o la crítica social de la colmena como superorganismo, orden
establecido y metáfora de las propias células. ¿Está el comportamiento
condicionado genéticamente? ¿Son estos códigos los que organizan las
sociedades? Una vez más el enfrentamiento
entre el “relojero” que defiente Harald Alabaster, incluso citando a Pangloss,
el maestro del “Candido” de Voltaire; que tiene la firme creencia de vivir en el
mejor de los mundos posibles; frente al relojero ciego, indiferente,
determinista, con la selección natural funcionando para el bien de cada ser. “Morpho
Eugenia” bucea entre motivos mitológicos (mariposa esfinge, ave fénix)
camuflado bajo la apariencia de cuento
de hadas donde la eugenesia conduce los aconteceres de ese “huis clos”, ese
mundo sellado que conforman los límites de las posesiones de los Alabaster.
Como en la mayor parte de la cinematografía británica, el diseño de producción
es excelente, las interpretaciones correctas (¡Ese delicadisimo ingles en
v.o.!) a pesar de la aridez del argumento y las propuestas “destroyer” que
dinamitan cualquier parecido con la estética de otros autores visualmente
“british”. Destacar las sobrias y contenidas (la pasión en el interior)
interpretaciones de Jack Rylance y Kristin Scott Thomas, y el controvertido
personaje de Eugenia, tan bien perfilado por Patsy Kensit. Una obra no apta
para todos los estómagos.
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