En Finlandia la locura de la caza
de brujas llegó tardíamente, doscientos años detrás del resto de Europa; pero
las características de miedo a lo que quiebra la estabilidad, la misoginia y el recelo ante el conocimiento fueron exactamente los mismos. El tratado sobre brujería
“Malleus Maleficarum” (Martillo de
Brujas), nace del fanatismo y la oscurantismo y las tinieblas mentales de dos
frailes dominicos: Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, y contenía lindezas de
este calibre:
“Toda brujería proviene del
apetito carnal; que en las mujeres es insaciable.”
“Tres vicios parecen tener un
espacial dominio sobre las malas mujeres, a saber, la infidelidad, la ambición,
y la lujuria”.
Con estos profundos análisis
sociológicos, basados en sus conocimientos del mundo femenino, este tratado fue
la piedra base para los procesos inquisitoriales. Lo cual no es de extrañar. No
se podía consentir ese apetito carnal
“insaciable” que natura otorgaba a la mujer y relega al varón a producto de
usar y tirar…
El juez Nils Psilander (Magnus
Krepper), fue el tristemente encargado de los juicios en que se basa esta
propuesta finlandesa. Psilander logró añadir, el condenado Pactum
Implicitum , es decir, el pacto del diablo indirecta / inconsciente, que era
una nueva visión de la brujería. Por primera vez, el hombre reconocía vínculo
entre la brujería y Satanás, tal como lo hicieron en el continente en los
países en los que juicios de las brujas eran comunes.
Un ferviente iluminado que se
creía en el deber de limpiar las Islas Aland de magia negra y peligroso
paganismo. Los hechos sucedieron en 1666 y recrean los verídicos juicios por
brujería que acabaron con la vida de inocentes
mujeres de la zona. La iglesia y el estado se habían propuesto plantar las
creencias y hábitos más atrasados en aquel rincón del mundo, aunque la política
y el poder andaban en realidad detrás de aquellas mascaradas de superstición.
Esta fue la primera persecución de supuesta brujería en Escandinavia y el
principio de un genocidio escasamente recreado en el cine. Un arte que, sin embargo, si
se ha acercado en diversas ocasiones al mundo de la hechicería y sus derivados.
Obras maestras como Haxan/La Brujería a Través de los Tiempos (1922), del
Benjamin Christensen, abrieron las puertas para otras propuestas, algunas de
alta calidad como “Maid of Salem” (1937), donde Paramount invirtió un alto
presupuesto, incluyendo a Claudette Corbert, o “The City of The Dead”(1960),
donde un villorrio perdido flota en medio de espectrales nieblas. Obras como la
mítica “La Máscara del Demonio”(1960), con la actriz-fetiche del género
(Bárbara Steele) quemada en la hoguera o la intensa “Trilogía de las tres
Madres” que el italiano Darío Argento dirigiría en “Suspiria, Inferno y La
Madre del Mal”, no fueron más que necesarios precedentes para llegar al terror
psicológico de “La Bruja” (2015) donde lo parámetros de la locura escapan a la
simple narración de hechicería para adentrarse en los rincones oscuros del
hombre.
El intenso miedo del varón ante
la inteligencia y los valores de la mujer están presentes en este subgénero, en
el que no pueden faltar experiencias liberadoras (sexuales y mentales), así
como conocimientos del entorno y la naturaleza que la “ciencia” imperante no
podía consentir.
Todos los nombres de las
muchachas protagonistas son realas y han sido extraídos de los registros
clericales originales. Aunque parte de la realidad ha sido obviada, ya que los
testimonios de los niños fueron fundamentales en el proceso El diseño de
producción es notable para los presupuestos de que se partía y la ambientación
de época está bien realizada y consigue sumergir en un mundo donde el
conocimiento se tornaba peligroso y el inmovilismo constreñía las vidas de
quienes veían más allá de sus fronteras. Los habitantes de estas islas de
suaves colinas, hoy ideales para el turismo en bicicleta sufrieron el horror
del oscurantismo y el miedo que nace de la ignorancia.
El film sigue el esquema que
inauguraran obras como “Las Brujas de Salem”, basada en la dramaturgia de Arthur Miller
(El Crisol). La vida de una pequeña comunidad alterada por la acusación de
trato con el maligno, donde surgen los rencores, envidias y temores que en este
caso se llevaron por delante la vida de desdichadas mujeres. La directora,
Saara Cantell, había realizado historias donde el amor apasionado y las
descripciones complejas de la mujer son el principal protagonista (Encuentros,
2010), e introduce una historia de iniciación sexual que se convierte en el eje
del guión y origen de la caza de brujas.
Una espléndida fotografía de
naturaleza, que también se recrea en notables primeros planos de la actriz Tuulia Eloranta, que interpreta a Anna, una
adolescente inconsciente de sus actos y de la interpretación que la teocracia
hará de ellos.
Interesante el sesgo argumental
que presenta, a diferencia de otros maniqueos protagonistas, a un juez que cree
estar haciendo lo correcto, hasta que comprende sus errores y tiene rasgos
plenamente humanos.
Fanáticos misóginos y enemigos de la medicina
natural, del libre albedrío y del pensamiento individual frente a mujeres que
no pertenecían a la clase dominante y un modo de controlar la “sexualidad
incorrecta” y silenciar a las que pretendían alzarse frente a la estructura social
establecida.
Hermosa banda sonora de Stein
Berge Svendsenin, descriptiva de instantes y vivencias. El film tiene una clara
estructura teatral (interiores, diálogos intensos) ya que está basado en la
obra “Yo seré la Novia” de la dramaturga Leena Virtanen, pero su fotografía y
manejo de cámara la alejan de cualquier concepto de cine/teatro.
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