miércoles, 19 de abril de 2017

Nannerl, la hermana de Mozart.

                      


Existen episodios en la historia que podrían ser narrados como una leyenda urbana. Sotto voce. En voz baja, entre el crepitar de las llamas de una chimenea o las sagradas paredes de una biblioteca. Dudo que en ningún otro ámbito (léase bares, campos de fútbol, etc) hubiera nadie interesado en este tipo de fábulas. Pero aquí lo lacerante; para la protagonista y para la historia de la música; es que la historia fue cierta. Una historia real y terrible para alguien a quien le tocó ser mujer en el  siglo XVIII: la desdichada Nannerl, hermana mayor a la sombra del genio. 


Desde las primeras imágenes sabemos que no vamos a encontrarnos un producto a lo milosforman. No es una reconstrucción suntuosa, apabullante, basada en el diseño de  dirección, con grandes salones y bailes exuberantes. Nannerl, acuclillada en el campo, realizando una bucólica micción, nos transmite la otra cara de la vida de los personajes. La dureza del camino. Leopold Mozart, el patriarca, se empeña en transitar Europa para mostrarlos como fenómenos de feria. Asistimos a la falta de medios, la cara menos glamorosa de la historia. La protagonista, apagada por el sol radiante de “Wolfie”, sólo puede luchar desde la sombra. No por su falta de talento, sino  por su condición esclava de miembro del género femenino. 

La familia transita por habitaciones a la luz de las velas, durmiendo todos juntos, llevando una vida austera y llena de sacrificios a la hora de estudiar los instrumentos. Hay mucha contención en la narrativa. Incluso la palpitante y presumible vitalidad de Nannerl, es ocultada por la opresión social, sin que nunca llegue a surgir el caudal de genialidad, apagado por los prejuicios sociales y culturales. Un cierto aire documental, que se agradece, acerca a la cotidianeidad de los personajes, con un cuidado exquisito para los detalles y una iluminación natural, habitaciones a la luz de velas o chimeneas. La opción de colocar al pequeño Wolfgang en un papel secundario, donde únicamente destaca su genialidad instrumental y compositiva, no deja de tener cierta justicia poética. Si en “Amadeus” era Salieri quien se encontraba con la sombra alargada del genio, en ésta, es su hermana quien ve como va creciendo y agigantándose, mientras las circunstancias eclipsan su propia vocación y capacidades.


Marie Féret compone un personaje de una pieza, subordinada a las leyes no escritas de su mundo. Una mujer que lucha por ocupar el lugar que le corresponde, pero que la sociedad de su época le niega. Frente al espectáculo pirotécnico de Milos Forman, los silencios de Nannerl, las partituras a la luz de las velas, las miserias cotidianas, convierten en más próximos a los personajes históricos. Nannerl toca el violín casi como su hermano, pero las mujeres no debían utilizar este instrumento, por lo que se ve relegada al teclado y el canto, como acompañante del número circense de su pequeño hermano. Hay un cierto aroma a lo Eric Rohmer en esa calidez, en esos silencios, en el tempo ralentizado. Nannerl está tan subordinada a su hermano que después de su muerte recopiló su obra para su conservación. El film usa la coartada histórica para reivindicar el destino, el papel de la mujer, para lanzar un grito desgarrado por aquellas que habiendo sido dotadas para el arte por la naturaleza, eran castradas por la sociedad que les tocó vivir. Sería imposible calibrar las pérdidas (personales, por supuesto) pero también para la historia del Arte y la humanidad, que ha producido el nefasto falocentrismo. Luchando en un coto reservado para el género masculino, muchas mujeres han sido obligadas al ostracismo (esposa y madre ejemplares) sin poder desarrollar las facultades que les regaló la naturaleza. Y no solo ellas perdieron, toda la humanidad perdió las partituras no escritas, los libros nunca impresos, las pinturas nunca realizadas.
El director René Féret, a raíz del descubrimiento de unas cartas de Leopold Mozart escribió al mecenas que financiaba su “gira” por Europa, no sólo le regaló el papel a su hija Marie Féret; en un intento de justicia poética; también elaboró un argumento sobre este viaje para narrarnos la historia de la “otra” Mozart.
Anteriormente esta historia tan sólo había sido abordada por la literatura. «The Other Mozart» (2001), de Sharon Chmielarz; «Mozart's Sister: A Novel» (2006), de Nancy Moser; «La sorella di Mozart» (2007), de Rita Charbonnier; e «In Mozart's Shadow: His Sister's Story» (2008), de Carolyn Meyer.



De ellos, el más recomendable es el escrito por Rita Charbonnier (no se trata de novela histórica) dada su preparación musical, que puede apreciarse en el texto. En esta obra el adolescente Wolfgang Amadeus Mozart aparece como un cretino (en la línea de Milos Forman) que conduce a esa bifurcación en la que surge la pregunta sobre hasta qué punto las capacidades son fruto de una sólida formación, o un simple capricho de la naturaleza. Los que se dedican a estos menesteres saben el peso (y la ventaja) que aporta la genética (aparte del trabajo) en cualquier actividad artística. La joven Nannerl en palabras de su padre: << Toca tan maravillosamente que todos hablan sobre ella y admiran su ejecución.» Para entonces ya era una de las intérpretes más virtuosas de Europa, pero con un defecto: empezaba a ser casadera. El mismo Amadeus en una carta le refiere lo siguiente: ¡<<Cara Sorella Mia! Me asombra ver lo bien que compones>>. Algunos  especialistas aventuran que pudo colaborar con su hermano en las primeras partituras. Pero ninguna de sus composiciones ha sobrevivido. Esto es un precio demasiado alto para la cultura.


El modelo de mujer de la época, sumisa, con aceptación de su rol. hija obediente que aceptaba un matrimonio impuesto por sus padres, la llevó a un magistrado quince años mayor que ella, que aportaba cinco hijos de matrimonio anterior. Un ambiente excelente para la composición y la creatividad. La falta de apoyo para su faceta compositiva fue apagando su vocación, y se dedicó a dar clases de piano.

La relación de Nannerl con las hijas de Luis XV entra dentro del terreno de la hipótesis, pero sirve al director para mostrar una infanta conocedora de que habita en un mundo de hombres, que aconseja a la protagonista.
Nannerl se disfraza de hombre para acudir a  la Academia de Música.



Virginia Wolf ya imaginó en “Un Cuarto Propio”, la posibilidad de una hermana para el bardo de Avon. Se preguntaba que hubiera pasado si Shakespeare hubiera tenido una hermana a la que nadie hubiese permitido escribir, ni desarrollar sus posibilidades a pesar de nacer con las mismas capacidades que su hermano. Que se lo digan a Nannerl, víctima del patriarcado más casposo y rancio, o a Fanny Mendelssohn, que tuvo que legitimar la autoría de sus obras con la firma de su famoso hermano, Félix, para que pasaran a la posteridad. Sin olvidar a Bárbara Strozzzi, una de las más prolíficas compositoras del XVII, o a Clara Schumann que, una vez casada, no volvió a componer en una sociedad reacia a asumir la igualdad. Curiosamente en esta época se había producido una involución, ya que tenemos partituras más antiguas de la prolífica abadesa Hildegard Von Bingen. Las obras de la sibila del Rin; revolucionaria en lo musical y lo humano; aportaron amplios rangos tonales a la polifonía, usando intervalos de cuarta y quinta cuando sus contemporáneos apenas pasaban de terceras. Además desafió a todos escribiendo, algo impropio para una fémina. Aunque quizás el respeto por la obra de Hildegarda se debía a su condición religiosa, lo cual no suponía amenaza para la aquel patriarcado. 
En aquella era, vivir en la piel de una mujer era toda una proeza.


Marie Féret regala una composición casi minimalista. Sin aspavientos. Calmada en sus renuncias. No se deja llevar por histrionismos en su triste aceptación de la realidad (para nada reñida con la rebeldía). Hay un cierto pudor en la exhibición de sentimientos y frustraciones, que la interpretación de la actriz francesa convierte en verosimilitud y delicadeza. 
Nannerl se sacrifica por el bien de los otros y consagra el final de su vida; tras años sin hablar con su hermano debido a la boda no deseada por su familia con Constante; a recopilar la obra del genio. A salvarla para la posteridad, después de renunciar a su propia creación, hoy desaparecida. Un mundo en el que si  las mujeres ganaban dinero con su música, se las consideraba prostitutas, según declaración de Sylvia Milo, la autora de la obra teatral “The Other Mozart”. Una extraordinaria propuesta de apabullante diseño escénico y de vestuario. Interpretada por ella misma. Este monólogo sobre la hermana mayor del genio, recibió diversos premios dramáticos. El acierto principal de “Nannerl, la Soeur de Mozart”, es la certeza histórica de comportamientos. La percepción real de la mentalidad de la época. Y también es su cruz, porque así podrá ser atacada por quienes confunden el rabel con las témporas Por quienes desean anacronismos históricos con hembras militantes y feminismo extremo, en épocas y lugares donde esto es históricamente imposible. Para eso siempre se reservan las expresiones: “excesivamente academicista”, “se queda a medio camino” “excesiva corrección” etc, etc. En fin, los de siempre con la misma cantinela.
Nannerl sigue la estela de otras compatriotas sacrificadas como Camille Claudel, manipulada por Rodin, y maravillosamente interpretada por Isabelle Adjani en estado de gloria (La Pasión de Camille Claudel. 1988) o la desdichada Adele H, recreada por la misma actriz en “La Historia de Adele H” (1975). Nada extraño si tenemos en cuenta que, de acuerdo con la compositora británica Dame Ethel Smylh (1838 1944), todo comenzó en el Jardín del Paraíso, en un episodio apócrifo bíblico, Adán pide a Eva que se calle cuando está soplando por una caña hueca a modo de flauta:
-Si a alguien le corresponde crear sonido es a mí.
Añade el Eclesiastés 12:4 <<Es necesario someter a todas las hijas de la música>>
En 1686 el papa Inocencio XI declaró: "La música es totalmente dañina para la modestia que corresponde al sexo femenino, porque las mujeres se distraen de las funciones y las ocupaciones que les corresponden... Ninguna mujer... con ningún pretexto debe aprender música (o)... tocar ningún tipo de instrumento musical". (Este edicto fue renovado en 1703 por Clemente XI)
Visto el panorama, hay que pensar que la infeliz Nannerl no escapó  demasiado mal.
En un momento de la cinta, Luisa de Francia, interpretada por otra de las hijas del director, reflexiona junto a Nannerl:
-Imagínate si ambas hubiéramos sido varones. Tú reinarías sobre tus creaciones, y yo sobre los hombres…
En este imaginario diálogo, las dos mujeres, constreñidas por su entorno, son perfectamente conscientes de la definición de “Género” como esa construcción cultural, social y artificial que condiciona los roles apropiados para cada sexo.
En la parte fotográfica (cámara en mano ultranaturalista) está Benjamín Echazarreta (Vida Sexual de las Plantas, Gloria). La influencia del claroscuro de Caravaggio o los candelabros del “Barry Lyndon” es claramente perceptible. El director de fotografía se recrea en las transparencias de la piel, el polvo. Todo un andamiaje “antiphoshop”, que navega por el ceño casi bressonniano de Nannerl, por sus ojos agacelados, por el carmesí de los delicados labios…


Madre: Sabes bien que ese no es un instrumento para niñas, tu padre te lo repite sin cesar..."
Padre: Mi pobre niña, se deben conocer los secretos de la armonía y del contrapunto, resulta incomprensible a mucha gente, sobre todo a las mujeres..."


Banda Sonora
Se ha recurrido a la “imitación” a pesar de encontrarnos en el XVIII y ser esta más característica del siglo XVII. Con frecuencia una imitación de la última parte continúa cuando los personajes ya han terminado sus interpretaciones. En volumen menor y segundo plano, como un encadenamiento que enriquece el tejido narrativo.
El soundtrack fue encargado, afortunadamente, a otra mujer: la compositora Marie-Jean Serero, que escribió la partitura imaginando como podría haberlo hecho Nannerl en aquella época. Profesora del Conservatorio Nacional de París, desgrana unas obras que muchos otros “afamados” compositores de bandas sonoras no hubieran podido realizar. Respetuosa con la época histórica, llega a plantearse la influencia que tenían los compositores que escuchaban en aquella época. Por ello en el "Concierto de Nannerl", la más hermosa de las piezas, pueden rastrearse a Bach, uno de los más aclamados en aquella época. Está compuesta en aire galante y combina momentos de gran melancolía con el éxtasis dionisiaco del alto Barroco
Hay uso del clavicordio y de la voz, con relámpagos sublimes como la interpretación en la abadía. Una obra para voz digna de ser firmada por cualquier autor de la época.
Gran parte de la música es diegética, interpretada por los propios personajes a tiempo real. Esto contribuye a la veracidad de la narración y a integrar el contexto.
 


Lo mejor: Nannerl interpretando su obra, disfrazada de hombre ante el Delfín. 
Un instante mágico, junto a la emotiva canción en la abadía, acompañada al órgano.

El momento en que Nannerl es consciente de la renuncia y arroja las partituras al fuego.
 Lo peor: Que no exista una máquina del tiempo para reparar tanto daño, tantas vidas destruidas, tantas obras de arte nunca nacidas. Gracias a la estupidez humana (masculina mayormente).  

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