Existen
episodios en la historia que podrían ser narrados como una leyenda urbana.
Sotto voce. En voz baja, entre el crepitar de las llamas de una chimenea o las
sagradas paredes de una biblioteca. Dudo que en ningún otro ámbito (léase
bares, campos de fútbol, etc) hubiera nadie interesado en este tipo de fábulas. Pero aquí lo lacerante; para la
protagonista y para la historia de la música; es que la historia fue cierta.
Una historia real y terrible para alguien a quien le tocó ser mujer en el siglo XVIII: la desdichada Nannerl, hermana mayor
a la sombra del genio.
Desde las primeras imágenes sabemos que no vamos a
encontrarnos un producto a lo milosforman.
No es una reconstrucción suntuosa, apabullante, basada en el diseño de dirección, con grandes salones y bailes
exuberantes. Nannerl, acuclillada en el campo, realizando una bucólica micción,
nos transmite la otra cara de la vida de los personajes. La dureza del camino.
Leopold Mozart, el patriarca, se empeña en transitar Europa para mostrarlos
como fenómenos de feria. Asistimos a la falta de medios, la cara menos glamorosa
de la historia. La protagonista, apagada por el sol radiante de “Wolfie”, sólo
puede luchar desde la sombra. No por su falta de talento, sino por su condición esclava de miembro del
género femenino.
La familia transita por habitaciones a la luz de las velas,
durmiendo todos juntos, llevando una vida austera y llena de sacrificios a la
hora de estudiar los instrumentos. Hay mucha contención en la narrativa. Incluso
la palpitante y presumible vitalidad de Nannerl, es ocultada por la opresión
social, sin que nunca llegue a surgir el caudal de genialidad, apagado por los
prejuicios sociales y culturales. Un cierto aire documental, que se agradece,
acerca a la cotidianeidad de los personajes, con un cuidado exquisito para los
detalles y una iluminación natural, habitaciones a la luz de velas o chimeneas.
La opción de colocar al pequeño Wolfgang en un papel secundario, donde
únicamente destaca su genialidad instrumental y compositiva, no deja de tener
cierta justicia poética. Si en “Amadeus” era Salieri quien se encontraba con la
sombra alargada del genio, en ésta, es su hermana quien ve como va creciendo y
agigantándose, mientras las circunstancias eclipsan su propia vocación y
capacidades.
Marie
Féret compone un personaje de una pieza, subordinada a las leyes no escritas de
su mundo. Una mujer que lucha por ocupar el lugar que le corresponde, pero que
la sociedad de su época le niega. Frente al espectáculo pirotécnico de Milos Forman,
los silencios de Nannerl, las partituras a la luz de las velas, las miserias
cotidianas, convierten en más próximos a los personajes históricos. Nannerl
toca el violín casi como su hermano, pero las mujeres no debían utilizar este
instrumento, por lo que se ve relegada al teclado y el canto, como acompañante
del número circense de su pequeño hermano. Hay un cierto aroma a lo Eric Rohmer
en esa calidez, en esos silencios, en el tempo ralentizado. Nannerl está tan
subordinada a su hermano que después de su muerte recopiló su obra para su
conservación. El film usa la coartada histórica para reivindicar el destino, el
papel de la mujer, para lanzar un grito desgarrado por aquellas que habiendo sido
dotadas para el arte por la naturaleza, eran castradas por la sociedad que les
tocó vivir. Sería imposible calibrar las pérdidas (personales, por supuesto)
pero también para la historia del Arte y la humanidad, que ha producido el
nefasto falocentrismo. Luchando en un coto reservado para el género masculino,
muchas mujeres han sido obligadas al ostracismo (esposa y madre ejemplares) sin
poder desarrollar las facultades que les regaló la naturaleza. Y no solo ellas
perdieron, toda la humanidad perdió las partituras no escritas, los libros
nunca impresos, las pinturas nunca realizadas.
El
director René Féret, a raíz del descubrimiento de unas cartas de Leopold Mozart
escribió al mecenas que financiaba su “gira” por Europa, no sólo le regaló el
papel a su hija Marie Féret; en un intento de justicia poética; también elaboró
un argumento sobre este viaje para narrarnos la historia de la “otra” Mozart.
Anteriormente
esta historia tan sólo había sido abordada por la literatura. «The Other
Mozart» (2001), de Sharon Chmielarz; «Mozart's Sister: A Novel» (2006), de Nancy Moser; «La sorella di Mozart» (2007), de Rita
Charbonnier; e «In Mozart's Shadow: His Sister's Story» (2008), de Carolyn
Meyer.
De
ellos, el más recomendable es el escrito por Rita Charbonnier (no se trata de
novela histórica) dada su preparación musical, que puede apreciarse en el
texto. En esta obra el adolescente Wolfgang Amadeus Mozart aparece como un
cretino (en la línea de Milos Forman) que conduce a esa bifurcación en la que
surge la pregunta sobre hasta qué punto las capacidades son fruto de una sólida
formación, o un simple capricho de la naturaleza. Los que se dedican a estos
menesteres saben el peso (y la ventaja) que aporta la genética (aparte del
trabajo) en cualquier actividad artística. La joven Nannerl en palabras de su
padre: << Toca tan maravillosamente que todos hablan sobre ella y admiran
su ejecución.» Para entonces ya era una de las intérpretes más virtuosas de Europa, pero con un defecto: empezaba a ser casadera. El mismo Amadeus en una carta le refiere lo siguiente:
¡<<Cara Sorella Mia! Me asombra ver lo bien que compones>>. Algunos especialistas aventuran que pudo colaborar
con su hermano en las primeras partituras. Pero ninguna de sus composiciones ha
sobrevivido. Esto es un precio demasiado alto para la cultura.
El
modelo de mujer de la época, sumisa, con aceptación de su rol. hija obediente
que aceptaba un matrimonio impuesto por sus padres, la llevó a un magistrado
quince años mayor que ella, que aportaba cinco hijos de matrimonio anterior. Un
ambiente excelente para la composición y la creatividad. La falta de apoyo para
su faceta compositiva fue apagando su vocación, y se dedicó a dar
clases de piano.
La relación de Nannerl con
las hijas de Luis XV entra dentro del terreno de la hipótesis, pero sirve al
director para mostrar una infanta conocedora de que habita en un mundo de
hombres, que aconseja a la protagonista.
Nannerl se disfraza de hombre
para acudir a la Academia de Música.
Virginia
Wolf ya imaginó en “Un Cuarto Propio”, la posibilidad de una hermana para el
bardo de Avon. Se preguntaba que hubiera pasado si Shakespeare hubiera tenido
una hermana a la que nadie hubiese permitido escribir, ni desarrollar sus
posibilidades a pesar de nacer con las mismas capacidades que su hermano. Que
se lo digan a Nannerl, víctima del patriarcado más casposo y rancio, o a Fanny
Mendelssohn, que tuvo que legitimar la autoría de sus obras con la firma de su
famoso hermano, Félix, para que pasaran a la posteridad. Sin olvidar a Bárbara
Strozzzi, una de las más prolíficas compositoras del XVII, o a Clara Schumann
que, una vez casada, no volvió a componer en una sociedad reacia a asumir la
igualdad. Curiosamente en esta época se había producido una involución, ya que
tenemos partituras más antiguas de la prolífica abadesa Hildegard Von Bingen.
Las obras de la sibila del Rin; revolucionaria en lo musical y lo humano; aportaron
amplios rangos tonales a la polifonía, usando intervalos de cuarta y quinta
cuando sus contemporáneos apenas pasaban de terceras. Además desafió a todos
escribiendo, algo impropio para una fémina. Aunque quizás el respeto por la
obra de Hildegarda se debía a su condición religiosa, lo cual no suponía
amenaza para la aquel patriarcado.
En aquella era, vivir en la piel de una mujer
era toda una proeza.
Marie
Féret regala una composición casi minimalista. Sin aspavientos. Calmada en sus
renuncias. No se deja llevar por histrionismos en su triste aceptación de la realidad (para nada
reñida con la rebeldía). Hay un cierto pudor en la exhibición de sentimientos y
frustraciones, que la interpretación de la actriz francesa convierte en
verosimilitud y delicadeza.
Nannerl
se sacrifica por el bien de los otros y consagra el final de su vida; tras años
sin hablar con su hermano debido a la boda no deseada por su familia con
Constante; a recopilar la obra del genio. A salvarla para la posteridad,
después de renunciar a su propia creación, hoy desaparecida. Un mundo en el que
si las mujeres ganaban dinero con su música, se las consideraba prostitutas, según declaración de Sylvia Milo, la
autora de la obra teatral “The Other Mozart”. Una extraordinaria propuesta de
apabullante diseño escénico y de vestuario. Interpretada por ella misma. Este monólogo
sobre la hermana mayor del genio, recibió diversos premios dramáticos. El
acierto principal de “Nannerl, la Soeur de Mozart”, es la certeza histórica de
comportamientos. La percepción real de la mentalidad de la época. Y también es
su cruz, porque así podrá ser atacada por quienes confunden el rabel con las
témporas Por quienes desean anacronismos históricos con hembras militantes y
feminismo extremo, en épocas y lugares donde esto es históricamente imposible.
Para eso siempre se reservan las expresiones: “excesivamente academicista”, “se
queda a medio camino” “excesiva corrección” etc, etc. En fin, los de siempre
con la misma cantinela.
Nannerl
sigue la estela de otras compatriotas sacrificadas como Camille Claudel, manipulada
por Rodin, y maravillosamente interpretada por Isabelle Adjani en estado de
gloria (La Pasión de Camille Claudel. 1988) o la desdichada Adele H, recreada
por la misma actriz en “La Historia de Adele H” (1975). Nada extraño si tenemos
en cuenta que, de acuerdo con la compositora británica Dame Ethel Smylh
(1838 1944), todo comenzó en el Jardín del Paraíso, en un episodio apócrifo bíblico, Adán pide a Eva que se calle cuando está soplando
por una caña hueca a modo de flauta:
-Si
a alguien le corresponde crear sonido es a mí.
Añade
el Eclesiastés 12:4 <<Es necesario someter a todas las hijas de la
música>>
En 1686 el papa Inocencio XI declaró: "La música es
totalmente dañina para la modestia que corresponde al sexo femenino, porque las
mujeres se distraen de las funciones y las ocupaciones que les corresponden...
Ninguna mujer... con ningún pretexto debe aprender música (o)... tocar ningún
tipo de instrumento musical". (Este edicto fue renovado en 1703 por
Clemente XI)
Visto
el panorama, hay que pensar que la infeliz Nannerl no escapó demasiado mal.
En
un momento de la cinta, Luisa de Francia, interpretada por otra de las hijas del
director, reflexiona junto a Nannerl:
-Imagínate
si ambas hubiéramos sido varones. Tú reinarías sobre tus creaciones, y yo
sobre los hombres…
En
este imaginario diálogo, las dos mujeres, constreñidas por su entorno, son
perfectamente conscientes de la definición de “Género” como esa construcción
cultural, social y artificial que condiciona los roles apropiados para cada
sexo.
En
la parte fotográfica (cámara en mano ultranaturalista) está Benjamín Echazarreta
(Vida Sexual de las Plantas, Gloria). La influencia del claroscuro de
Caravaggio o los candelabros del “Barry Lyndon” es claramente perceptible. El
director de fotografía se recrea en las transparencias de la piel, el polvo. Todo un andamiaje “antiphoshop”, que navega por el ceño casi bressonniano de
Nannerl, por sus ojos agacelados, por el carmesí de los delicados labios…
Madre: Sabes bien que ese no es un instrumento para
niñas, tu padre te lo repite sin cesar..."
Padre: Mi pobre niña, se deben conocer
los secretos de la armonía y del contrapunto, resulta incomprensible a mucha
gente, sobre todo a las mujeres..."
Banda
Sonora
Se
ha recurrido a la “imitación” a pesar de encontrarnos en el XVIII y ser esta
más característica del siglo XVII. Con frecuencia una imitación de la última
parte continúa cuando los personajes ya han terminado sus interpretaciones. En
volumen menor y segundo plano, como un encadenamiento que enriquece el tejido
narrativo.
El
soundtrack fue encargado, afortunadamente, a otra mujer: la compositora Marie-Jean Serero, que escribió la partitura imaginando como podría haberlo hecho Nannerl en aquella época.
Profesora del Conservatorio Nacional de París, desgrana unas obras que muchos
otros “afamados” compositores de bandas sonoras no hubieran podido realizar.
Respetuosa con la época histórica, llega a plantearse la influencia que tenían
los compositores que escuchaban en aquella época. Por ello en el "Concierto de
Nannerl", la más hermosa de las piezas,
pueden rastrearse a Bach, uno de los más aclamados en aquella época. Está
compuesta en aire galante y combina momentos de gran melancolía con el éxtasis
dionisiaco del alto Barroco
Hay
uso del clavicordio y de la voz, con relámpagos sublimes como la interpretación
en la abadía. Una obra para voz digna de ser firmada por cualquier autor de la
época.
Gran
parte de la música es diegética, interpretada por los propios personajes a
tiempo real. Esto contribuye a la veracidad de la narración y a integrar el
contexto.
Lo
mejor: Nannerl interpretando su obra, disfrazada de hombre ante el Delfín.
Un
instante mágico, junto a la emotiva canción en la abadía, acompañada al órgano.
El
momento en que Nannerl es consciente de la renuncia y arroja las partituras al
fuego.
Lo
peor: Que no exista una máquina del tiempo para reparar tanto daño, tantas
vidas destruidas, tantas obras de arte nunca nacidas. Gracias a la estupidez
humana (masculina mayormente).
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