El
“Rondó en Re Mayor. K, 184 del maestro de Salzburgo, es una obra jubilosa,
exultante, de una arquitectura exquisita, que fue compuesta originalmente en Do
Mayor y destinada para violín. Estrenada en Viena por Antonio Brunetti,
posteriormente fue transcrita para flauta con la colaboración de su amigo
Hoffmeister. La pieza fue resuelta con precisión técnica y fluidez por el dúo,
sin perder de vista la “joie de vivre”. Esa alegría, ese júbilo gozoso que
solicita el paisaje del estilo galante, lo convierte en una experiencia que
desmiente la supuesta aversión de Mozart por el instrumento y que se debía a
otros motivos, ya explicados por el ejecutante. A pesar de su apariencia, más
lúdica que virtuosísitica, más etérea que académica; la obra de Mozart para
flauta solicita todos los adornos y recursos técnicos del instrumento en cuanto
a los ornamentos: trinos, apoyaturas, mordentes o gruppetos. Fue el famoso
flautista Jean-Pierre Rampal, quien escribió una cadencia para esta obra. W. A. Mozart
compuso esta partitura durante una de sus épocas de éxito económico y
profesional en 1781, recién casado con Constance.
A
continuación una obra del (Wq), el catálogo más antiguo de C.P.E. Bach, se
ejecutó “Sonata en Re Mayor Wq 83, para flauta y clave obligado”, de su obra
compuesta en Postdam entre 1745/55. Aún con claros trazos del estilo galante,
estas composiciones acusan los primeros síntomas del Clasicismo, y contribuyen
al concepto moderno de Sonata con un uso libre del color armónico y la ruptura
de los esquemas rígidos e la escuela italiana. C.P.E. recurrió al empleo de
elementos como disonancias avanzadas, alternancia de modos mayor y menor o
acordes interrumpidos. Su producción durante esta época se articulaba entre el
traverso y el cémbalo para composiciones, harto apreciadas por Federico II, el
rey “flautista”, que gustaba del estilo “sensitivo” (Empfindsamkeit),
evolución lógica desde el "galante", tan usado por el compositor y homenajeado
irónicamente en las novelas de Jane Austen. Este pathos (de cierto aire
burgués) sería el precursor del aliento romántico durante el siguiente siglo. A
C.P.E. Bach, le persiguió el fantasma de compartir escenario histórico con
Hadyn y Mozart, o cual “apagó” sus grandes dotes de sinfonista, concertista y
su magisterio en polifonía vocal y contrapunto.
En
la tercera ejecución, el concierto da un
giro de 360º. La “Debla” de C. Halffter para flauta sola, obra temida y
respetada, del repertorio flautístico. Todo un “tour de force” para cualquier
ejecutante de este instrumento. Compuesta en 1980 para el Festival del año
siguiente de Montepulciano en Italia. Esta composición, sin perder de vista las
raíces nacionalistas, experimenta con toda la gama cromática del instrumento
siguiendo los pasos del toque popular de la debla. Largos silencios, agudos
encontrados con un cofrade ritmo interno, salpican la obra de uno de los
mejores compositores de la generación del 51. Halffter utilizó las escalas del
cante hondo para esta obra, reinventando los parámetros, buscando efectos de
quejíos, palmeos, ayes, melismas, incluso jugando con la “salida” del cantaor
flamenco cuando templa la voz para tomar referencia de la línea melódica.
Alquimizándolos en el crisol de su partitura y trasformándolos. Para conseguir
una obra donde la vanguardia se hermana con el misterio del cante, donde la
hondura se mixtura con las nuevas técnicas de composición.
Aunque el autor bebe de la fuente del
flamenco, lo hace para nutrirlo de elementos propios y sublimar la tradición.
Francisco López resolvió con sentimiento y limpia técnica una obra plena de
dificultades, desarrollada sobre la altura Re. Más cercana al ejercicio
virtuosístico que a la complacencia del público no iniciado.
Para
la segunda parte del programa se principiaba con el revolucionario compositor
Gustave Fauré. Una joya de la música de cámara, de dificultad alta. Fantasie
Op. 79 para flauta. “Fantasie” fue escrita para el flautista francés Paul
Taffanel, y aunque con frecuencia se quejó a sus amigos acerca de lo mucho que
despreciaba la pieza, se ha convertido en algo así como un elemento básico en
el repertorio de flauta. La obra de Fauré es un arte sobrio, sutil, de pura y
clásica belleza. Perfecta encarnación de las nuevas direcciones de la música
europea.
Esta
obra se sustenta sobre dos estados del hombre representados por el
Andantino y el Allegro. El piano comienza por una romanza,
la flauta, en nota aguda, desciende para dotar de un carácter nostálgico. Ya
contiene características más propias del
romanticismo. Las terceras disminuidas se utilizan para crear el
ambiente doloroso y trágico. Utilización de arpegios y coda al final. La
primera parte requiera una óptima utilización del aire para frasear
correctamente, sonido limpio para cambios de color de matiz impresionista,
terminando casi como la caída de una hoja.
El cambio se produce en la segunda parte donde la alegría, el
virtuosismo se apoderan del instrumento en un movimiento que precisa habilidad
mecánica y amplio manejo de la tesitura por el rango utilizado.
Airs
Valaqués, op. 10, es una obra de hermosos cromatismo que juega con cadencias
nacionalistas de matiz bucólico y acordes inspirados en el folclorismo húngaro.
Donde pueden rastrearse influencias lisztianas Compuesta por el flautista F.
Doppler. Esta partitura es un poético viaje, compuesto para el color claro de
la flauta. Un pasaje armónico que camina a través de toda la arquitectura
cromática del instrumento, sin perder en ningún instante los referentes folkies
(casi zíngaros) y teñida de un romanticismo de carácter nacionalista. Permitió
el lucimiento el intérprete, especialmente en su tramo final, siendo largamente
aplaudido.
“Chant
de Linos” se ha convertido en una obra imprescindible en el repertorio moderno
de flauta. A. Jolivet se inspiraba en los mitos antiguos helénicos. En este
canto de luto se intercalan gritos, bailes para el duelo por el fauno Linos,
profesor musical de Hércules. Ya existía una tradición francesa de obras de
flauta inspiradas en el mito griego antiguo, como Syrinx de Debussy para flauta
en solitario y Joueurs de Flute de Roussel.
Basada en una escala modal arcaica de seis tonos que utiliza 5/4 para lamentos
y un ostinato fuertemente acentuado para las secciones de danza salvaje en 7/8,
que culminan en modo frigio. Frases irregulares y extremos cambios dinámicos
para este ritual arcano que emplea técnicas como Flutter-tonguing (aleteo) para
un tejido único y espinoso de contrapunto y armonías, así como un desafío sin
antecedentes a la destreza técnica de la flauta, basado en el mundo mitológico.
Tanto el pianista como el flautista deben encontrarse seguros de su papel
rítmico individual y también tener un conocimiento de la otra sección. La
sensación es la de estar en una ceremonia de derviches girovantes. Una pieza
técnicamente muy complicada y expresivamente más aún, que explora todo el rango
del instrumento. Francisco López y Estela Bernat, resolvieron con elevado nivel
técnico y sentimiento, reconocidos por los aplausos entusiasmados del público,
lo que obligó a un “extra”. Una
transcripción del "Eugene Onegin" de Piotr Ilich Chaikovski que clausuró este
notable concierto.
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