Cuando
Verdi compone “Il Trovatore” ya se encuentra en un claro distanciamiento respecto
a las obras del primer romanticismo, donde predomina la continuidad y la división
de números (recitativo, aria y cabaletta) pierde esencialidad. También pierde
densidad la obertura y se abrevia el preludio. El disparatado argumento queda
en un segundo plano frente a la belleza de la partitura, frente a la búsqueda
de perfección en el timbre, los ornamentos y esa gran extensión de la tesitura
que aboca hacia belcantismo, adoptado por el autor en esos años. Verdi con sus
ideas avanzadas impone al libretista (Salvatore Cammarano), una serie de
cambios como la eliminación del coro al inicio, la fusión de dos actos en uno,
incluso trató de evitar cavatinas, dúos y coros finales.
El resultado fue justamente
lo contrario al fervor renovador del compositor. Las arias, tercetos y dúos
revisten gran dificultad y solicitan unos intérpretes de alto nivel, incluso en
la brevedad del bajo. Una certera escenografía romántico-medieval, en aguas de
un tono verdoso, que coincidía cromáticamente con los uniformes de los
soldados, da lugar a hermosos instantes en la luminotecnia. Acertada utilización
de los paneles y focos para resaltar los diversos intervalos desaforados de
este drama. Potente y limpia la emisión de la soprano en “Tacea la notte Placida”, con su melodía fluida y suave, arropada
por el ritmo oscilante de la cuerda, potenciada por el uso del verso ottonario,
marcando los acentos para construir la música. Aquí la anacrusa es la reina del
pentagrama, para un aria de gran carga emocional. El papel de Leonora es
exigente en cuanto a registro y coloraturas, pero sin perder delicadeza y
suavidad, sin olvidar el concepto spinto del verismo verdiano y su búsqueda de acentos dramáticos. Esta aria es un aroma
suave frente a la oscuridad del resto del libreto. El rol de Leonora solicita notas
altas, notas bajas, voz de pecho, coloratura, staccato, legato. El paquete
completo.
Impecable
el papel de Azucena, la madre gitana, plena de carácter y su aria en el acto
II. Un papel sin duda muy goloso para las mezzos.
Hay una estructura atípica de cuatro partes (similar al Nabucco) y una clara
evolución respecto al melodrama romántico al uso, que se hace más complejo, desafiando el libreto las unidades
aristotélicas.
Para
el aria “Il Balen del Suo Sorriso” se
precisa un barítono dúctil porque abarca
instantes de bravura, en una de las arias más hermosas de la partitura,
resuelta con limpieza, poderío y emoción por el interprete.
Pero
todavía se guardaban un as en la manga: la impresionante cabaletta del aria Ah!
Sì, ben mio coll’essere. Aquí el
tenor interpreta “Di quella Pira”. El amor más allá de la muerte es el contexto
para esta pieza en Do Mayor, para un agudo do4 que Verdi no escribió jamás y se ha
convertido en tradición, exigiéndolo todo del tenor. El personaje de Marnrico requiere
pasar del lirismo a la fuerza de la cabaletta y cantar a medio gas en instantes
románticos hacía el brioso momento de la Pira. La soprano también desgranó el
aria D’amor sull’ali rosée, que
solicita de un gran control en el legato y notable agilidad. Destacar el uso
que Verdi concede a cada papel femenino, siendo las frases de Leonora de
elevada calidad aspirante, al tiempo que las melodías de la gitana Azucena se
basan en patrones rítmicos y frases cortas.
Esta
obra creada “tras los años de galera”, en palabras del propio Verdi, aporta esa
indudable transformación del barítono en un elemento de personalidad propia.
Para ello elevó la tesitura vocal, incorporó la quinta más aguda, alejándolo
del bajo; al rango normal de uso. El barítono también debe tener un amplio catálogo
de colores para el legato verdiano y
adaptación a los cánones del bel canto, que ya ensayase en uno de sus primeros capolavori baritonales (Ernani. 1844).
En
“Il Balen del suo Sorriso”, Verdi
utiliza al barítono con rango vocal de tenor, algo que quedó patente en la
potencia y destreza del interprete, consiguiendo que los soles hereden el
efecto de apogeo de un si bemol tenoral, en el aria interpretada frente al
convento donde Leonora se ha recluido. Toda
esta obra es un arrebato del belcantismo con imposiciones vocales de gran
belleza y agilidad.
"D'amor sull'ali rosee" comienza con
una leve introducción orquestal con maderas principiando ese ambiente lúgubre y
nocturno. Aria exigente para la soprano con expresividad en el recitativo, que
requiere regulaciones de intensidad, trinos y el fiato (la dosificación del
aire). Es un aria que requiere de una técnica belcantista depurada. En este
adagio que es el aria la soprano debe controlar el legato y los portamentos,
también deberá ejecutar todo tipo de agilidades vocales.
El
Miserere contrasta con su media voz y
las campanas doblando a muerto. En su epílogo el coro se funde con tenor y
soprano. Se requiere perfil en la voz y equilibrio para este instante de gran
belleza (con permiso de los Hermanos Marx y su Noche en la Ópera)
El
epílogo con la caballeta (no demasiado exigente) y su agudo final, conforman un
aria intensa y emocional, con grandes variaciones en la dinámica.
Una
notable interpretación de Opera 2001
de la más verdiana de las óperas si bien
lastada por los lugares comunes y una cierta ranciedad del libreto decimonónico
con todas sus clichés y lastres, resalta sobre el corpus del compositor
parmesano. Un pequeño lastre técnico que desconectó el panel de subtítulos, quedó en mera anécdota frente a las potentes interpretaciones y dirección de Il Trovatore. Un trovador, por cierto, que aparece escasamente en la trama.
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