Si
tuviéramos que utilizar términos culinarios para definir este concierto de “Lux Contemporánea”
podríamos decir que la agrupación deconstruye
la música sacra. Un rápido vistazo al programa de mano, podría invitar a creer
que nos encontramos ante un recital de música sacra al uso. Los títulos así lo
insinúan (Puer Natus, Eli! Eli”!, Magnificat), pero durante la primera línea
melódica del The Lamb(1982), del
ortodoxo Taverner, el espectador descubre que esto no es Palestrina ni Juan Vásquez,
y se deja invadir por el minimalismo expositivo, las inversiones y los intervalos
(lo que sube, baja y viceversa) basadas en el poema de William Blake, que nos
hablan del destino del espíritu humano. Una hermosa obra donde lo viejo y lo
nuevo se entremezclan, con inversiones en espejo, juego con las texturas
homofónicas y monofónicas, interpretado con un gusto exquisito por el coro, que
alcanza niveles casi de fisícidad al fundirse con el entorno arquitectónico. Puer Natus (Introitus ad tertiam Missam
in die Nativitatis Domini) nace de la necesidad de Giuseppe. Mignemi de renovar
el repertorio de villancicos para la Corale "Maria SS del
Rosario”. Bebiendo de la matriz gregoriana, el coro interpretó esta obra; a la
que el autor imprimió un aura envolvente; experimentando con la técnica
aleatoria y la falta de desarrollo, tradicionalmente entendido. Excelente
empaste en las voces.
La popularidad del compositor György Ligeti, llegó de la
mano de Stanley Kubrich, que usó parte de sus obras para películas como 2001: Una odisea en el espacio, El resplandor
y Eyes Wide Shut.
“Magány” es una composición
primeriza del rumano (1946), mientras todavía estudiaba en la Academia Frank
Listz, con claras influencias de Bela-Bartok. Basada en la obra del poeta húngaro
Sándor Weöres, dividida en tres partes. Hace
uso de una melodía melancólica, que llega en su epílogo al segmento final,
marcado “Súbito: Quasi Tempo”, para
retornar al primer segmento. La agrupación llevó la micropolifonía del húngaro
a niveles etéreos en su “aparente” sencillez.
Para su composición temprana: “Oh
Sacrum Convivium”, el compositor Oliver Messiaen abandonó el habitual francés,
para escribir por primera vez en el lenguaje oficial de la iglesia, con acordes
sedados. Los inusuales intervalos, dotan de gran belleza con instantes de éxtasis;
casi silencioso; frente al estallido en "y futurae gloriae nobis pignus datur", hasta alcanzar la paz
en la redonda final. El coro le aportó precisión y belleza, ese flujo y reflujo
de melismas y construcciones modulares claras y trasnfiguradoras que solicita
este motete de gran riqueza armónica, hasta ese juego con los límites donde
parece que “se van a escapar” las frases. Pero siempre permanecen dentro de la
cordura. Un difícil ejercicio que requiere gran control de respiración. Pura
belleza.
Para su “Magnificat”,
Arvo Pärt aplicó su técnica de “tintinnabulación” en su forma más flexible y
refinada. Obra de tempo meditativo y lento, deudora del minimalismo. Es una
escritura serena, de un lirismo aparentemente espontáneo. Magnifica la progresión
de las secciones de “Lux Contemporánea”, en un texto donde las sílabas
acentuadas; con frecuencia coinciden con un cambio de dirección melódica; con
hermosa reverberación tonal sonora que siempre es armónicamente estable, pero
llena de disonancias brillantes de las voces. Ciertamente parecía suspenderse
en el tiempo. Una perfecta fusión de referencias renacentistas y modernidad,
que languidece en ese largísimo “Dominum”.
Eli! Eli! resultó una de las piezas más impactantes
del concierto. Acertadamente elegida para el “vis” final por su extraña belleza
Eli, Eli! fue compuesta en 1933, para celebrar el 1900º aniversario de la muerte
de Jesucristo. Forma parte de unos cantos (Parasceve), integrados por textos de
los evangelios de san Mateo y san Juan. Concretamente, esta composición se basa
en el texto de san Mateo, 27, 46. Aunque poco conocido fuera de su tierra, el
músico húngaro György Deák Bárdos ha conseguido que la fuerza dramática de su
obra Eli, Eli (1920) y las
dificultades interpretativas que entraña, atraigan a numerosos coros de todo el
mundo que la utilizan en sus repertorios.
El estonio Umas Sisask estuvo representado por su partitura “Benedictio”. Umas trabajó con la escala
pentatónica japonesa en sus obras, aplicando teoría de cinco notas y rotaciones
de planetas para su “astro-música”. En la partitura encontramos desde una sola
línea de texto, que se canta indefinidamente como una melodía, repeticiones
hipnóticas de bajo ostinato, texturas luminosas hasta díadas explosivas. “Benedictio” es Sisask en estado puro.
Experimentalismo y Minimalismo Espiritual. “Benedictio”
está ambientada en un estilo de encantamiento, basado en repetidos patrones
hipnóticos rítmicos y melódicos, que culmina en un clímax enorme, casi bacanal.
Sus conceptos son cercanos a la religión chamánica precristiana indígena de la
región báltica y la música folclórica asociada a ella. Umas ha desarrollado su propio y expresivo
lenguaje musical basado en estas influencias, que, con su constante referencia
a cuartos y quintos perfectos, está armónicamente más cerca de los antiguos
modos de iglesia que del sistema diatónico mayor / menor utilizado por Pärt y
Sandström. El resultado fue una simbiosis perfecta con el entorno acústico del
MEIAC. Un “Benedictio” exuberante,
rítmicamente contagioso y de minimalismo convincente.
“O Lux Beata Trinitas”,
es un pieza hipnótica en su aparente “desarmonía”. Escrita por Ko Matsushita,
nacido en Tokio, es todo un “tour de force” para cualquier coro y un ejemplo de
la renovación de la música sacra en su vertiente más arriesgada. Una vez más las
voces de Lux Contemporánea
demostraron la precisión que nace del trabajo y la dedicación con esta notación
extrema, escrita en latín, como la mayoría de las obras más populares
en occidente de este autor de gran espiritualidad. En 2005, Ko Matsushita se
convirtió en el primer asiático en recibir el Premio Robert Edler de Música
Coral.
“Lux Contemporánea”
también apoya la creación extremeña interpretando obras como “Palabras” de
Rebeca Santiago Martinez, “Origami”, que María Quintanilla Campano dedicó a la
agrupación y fue un estreno absoluto; junto a “Punto de Fuga” de María José
Fontán, una apuesta difícil y técnicamente compleja.
El universo sonoro de este grupo invitó al silencio y a la
interiorización. ¡Hágase la luz!
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