martes, 15 de mayo de 2018

Series Históricas. Vikingos. Outlander. Hijos del Tercer Reich


                                                   




 





«A furore normannorum libera nos, Domine» («De la furia de los hombres del norte líbranos señor) en las oraciones de los clérigos.



Vikingos ha sido creada por Michael Hirts, guionista de “Elizabeth”  y de otra gran serie “Los Tudor”. Una apuesta que ha devenido en una de las mejores series de los últimos tiempos, con un diseño de producción espectacular, interpretaciones de lujo,  y mucha acción. Una mezcla llena de virtudes donde la leyenda se funde con la ficción. Desaparecen los (falsos) cascos con cuernos que el cine y la literatura nos habían transmitido, las mujeres se incorporan al ardor guerrero, las facetas de granjero y artesanos tienen el mismo valor que las incursiones bélicas, como sucedía en su vida cotidiana. La serie es un profundo panorama de la vida en el siglo IX. Una edad media profunda, supersticiosa, salvaje y llena de emociones humanas, que juega con la leyenda disfrazada de historia, sin olvidar que se trata de un producto de entretenimiento, no de una tesis doctoral sobre el mundo escandinavo. Los personajes están “inspirados” en personajes históricos y desarrollados para la serie. El mismo Ragnar Loobrók, que interpreta magníficamente Travis Fimmel, procede de las brumosas leyendas y parece  ser una mezcolanza de diversos héroes y príncipes vikingos personificados en un solo héroe a través de sagas como “Saga de los hijos de Ragnar Loobrók” o en crónicas como el “Gesta Danorum  o el “Krámumál”, donde se habla sobre su muerte. A Lathgertha la conoció en una incursión  y era; efectivamente; una gran guerrera, aunque se desconoce si tuvieron descendencia. 

La serie nos muestra como hilo argumental las desavenencias entre sus imaginarios hijos. Lathgertha tan sólo aparece en la obra del historiador danés “Saxo Grammaticus” (no era su nombre real),  en la “Gesta Danorum”, pero en la saga de Ragnar no es mencionada. En “Gesta Danorum”, escrita en latín, introdujo figuras míticas, extraídas de tradición oral, junto a panegíricos de figuras reales y eclesiásticas. Su versión de la saga del príncipe danés Amleth, fue, probablemente, la inspiración para “Hamlet”. Ragnar si tuvo hijos con su segunda esposa, Krake (cuervo), Uno de ellos, el temible Ivar que protagoniza la serie. También de las leyendas se extrae el apodo de “Ojo de Serpiente” que utiliza Sirgud. Según las sagas, Ragnar murió en Northumbria, al igual que en la serie y su costumbre de atacar iglesias cuando se celebraban ceremonias sagradas también está extraída de las leyendas. Lo que es más improbable es la escena donde Ragnar le pregunta a uno de los vikingos que le acompañan <<¿que día de la semana es?>>, para atacar la aldea. Al contestarle “domingo”; Ragnar sabe que puede atacar. La realidad es que, aunque el monje prisionero le había instruido en las costumbres cristianas, el vikingo que le acompaña difícilmente podía saber lo que era un domingo cristiano, ya que todavía no habían asimilado el calendario Juliano. El ataque a París está documentado para un tal Jarl Lodbroók, durante el reinado de Horik I de Dinamarca y terminó con un tributo. La leyenda también narra la muerte de Ragnar en el foso de las serpientes, aunque con matices mágicos ya que fue necesario quitarle una camisa hechizada que llevaba para que las picaduras le dañaran. “Mis hijos me vengarán” es otra de las referencias que aparece en las sagas y da pié a la continuación de las temporadas cuando los seguidores pensaban que con la muerte del carismático personaje todo había terminado. 

También en las sagas aparece la alianza militar de Lathgertha y Ragnar, después de su divorcio y el asesinato de su marido, aunque en la serie lo realiza con un cuchillo, en realidad fue con una lanza. “Ivar el Deshuesado” dirige en la serie el “Gran Ejército Pagano” que invadió los cuatro reinos anglosajones durante el reinado de Alfredo el Grande. Los historiadores dudan que fueran los hijos de Ragnar quienes comandaran este ejército. También forma parte de la historia la incursión de Björn Ironside “brazo de hierro” en Hispania. En las sagas también se ejecuta al rey Aella según el terrible método del “águila de sangre”, sacando los pulmones por detrás de la espalda.
El papel interpretado por Clive Standen (Rollo), no fue en realidad hermano de Ragnar. Está basado en Rollón el Caminante, que fue primer Duque de Normandía, aunque el título probablemente no se utilizaría hasta finales del XI. Rollón incursionó el Imperio Franco saqueando y llegando hasta París. A cambio de Normandía aceptó el bautizo y la obligación de defender la zona de otros vikingos. Lathgertha es uno de los protagonistas más carismáticos de la serie, interpretada por Katheryn Winnick, aúna una preparación física envidiable con unas dotes interpretativas que se apoderan del personaje. Antigua escudera (skjaldmö) y virgen, jamás se apellidó Lodbroók. Este era un apodo (Calzaspeludas), no un apellido. Los apellidos escandinavos procedían del padre (patronímicos) y nunca del marido, este es un concepto posterior. Aslaug (Alyssa Sutehrland), está basada en un personaje que aparece en las sagas: la reina vikinga Kraka o Randalin. La petición que Ragnar le hace está extraída de las Sagas: “Que la visite "ni vestida ni desnuda, ni alimentada ni hambrienta, y ella no debe estar sola, pero ningún hombre debe acompañarla." Ella se viste en una red de pescar, come sólo un vegetal (ajo porro) y, se va acompañada de un perro, haciendo todo lo que él pidió.
A lo largo de la serie se deslizan pequeños anacronismos como cuando la mujer oriental (Yidu), de la que se encapricha Ragnar y lo convierte en adicto al loto, responde a la pregunta de cual es su país. La mujer contesta: China. La malograda Yidu (Dianne Doan) en realidad debería contestar “Catay”, ya que China no recibió tal nombre hasta una época posterior. Se referían a este país como Cin o Catay (Marco Polo). China se refería a si misma como Zhōngguó. Otro de los escollos narrativos se produce cuando Ragnar carga a lomos a su hijo Ivar y le efectúa curas. Entonces bromea diciendo que el gran Ragnar está haciendo de “enfermera”. Sería bastante difícil que en el mundo medieval (o vikingo) existiera este concepto. Las primeras mujeres piadosas, denominadas Beguinas”, aparecen en el siglo XII, hasta entonces este era un feudo de las órdenes militares. La enfermería como profesión no nació hasta mucho después. La decoración mitológica que según Ragnarsdrápa (un poema escáldico). Debería tener el escudo de Ragnar, donde aparecerían escenas sobre Thor, la batalla entre Hedin y Goñi, etc, tampoco aflora por ninguna parte en el discreto escudo que utiliza en las batallas. Las mujeres guerreras eran algo puntual, En la sociedad vikinga había una división de funciones. La de la mujer era muy importante. Tenían que cuidar de la granja y los hijos en ausencia de los hombres. Para ellos eran roles naturales. Las mujeres sabían usar las armas y los usaban a diario. Tampoco los barcos mantenían los mascarones de proa en puerto si no estaban en campaña guerrera, como se ve en las escenas portuarias, ya que eran desmontables. Las leyes paganas prohibían el uso de los dragones cuando se salía al mar. Los utilizados para la guerra eran los largos “Snekke”. Ya en el primer capítulo de la serie el barco construido por Loki sale “a dar una vuelta” con la cabeza del dragón incorporada. Algo absolutamente incompatible con las normas vikingas. El tipo de caballos usado tampoco era el propio de la zona. Pese a estos pequeños detalles (y muchos otros), “Vikingos” es un excelente producto de entretenimiento que refleja una época oscura y siniestra, llena de salvajismo y sentimientos humanos. Plena de atrocidades y actos nobles. Como la vida misma.


“Outlanders” parte de las novelas homónimas de Diana Gabaldón. Aunque entremezcla componentes fantásticos con los hechos históricos, su presencia dentro del corpus de la serie no resta intensidad dramática a los hechos reales. Ambientada entra la revolución jacobina de la Escocia de los clanes a punto de extinguirse, es un efectivo retrato de las Tierras Altas escocesas. 

La batalla de Culloden (1746), juega un papel fundamental en la estructura argumental. Allí, los jacobitas fueron destrozados por los británicos y el sueño de restauración de la casa de Estuardo dejó de existir. Esta batalla no está en los libros de la escritora, pero la serie la recrea con notable efectividad y verosimilitud histórica, con la participación de muchos extras voluntarios. Luchando contra la etiqueta de “serie para señoras”, “Outlander” añade escenas de alto voltaje erótico (no en vano es un producto Starz) y una violencia terrible en algún capítulo. La alternancia de épocas está bastante equilibrada, así como las diferencias y contrastes entre formas de pensar y el conocimiento que la protagonista tiene de lo que ya ha sucedido en el pasado, mientras vive en esa época sin poder cambiar nada. Outlander se transforma en un drama adulto en la pantalla, con un fantástico diseño de producción, esmerado y solvente. La temporada que transcurre en la Francia absolutista mantiene un ritmo narrativo sorprendente, con interpretaciones de primera línea: Dominique Pignon (Delicatessem, Amélie) como el alquimista Master Raymond, Stanley Weber, un sorprendente Conde St Germain, o Frances de la Tour en una anacrónica Madre “Hildegarde”, homenaje a la religiosa Hildegarda Von Bingen, cuyas cualidades musicales ayudan a resolver un enigma. En el apartado de malos de la función, la interpretación de Tobias Menzies en su doble papel, es un recital de dualidad expresiva. El apartado fotográfico es impecable, desde las verdes praderas de las Highlands, pasando por bosques feéricos, hasta las playas de Jamaica o los Jardines Reales Franceses. 


El vestuario roza la perfección y hay episodios modélicos como el de road movie a la búsqueda del protagonista masculino, con encuentros con pícaros, artistas ambulantes, etc. Este periodo histórico había sido poco profundizado en la pantalla, a pesar de su importancia. Outlander es una astuta mezcla de romanticismo, carnalidad palpitante, reivindicación histórica con el disfraz de lo fantástico y paleta de conductas humanas atemporales que en las manos de Starz no pierde el tiempo en divagar sobre lo políticamente correcto y presenta con crudeza la barbarie, la sexualidad y las pasiones humanas. La voz en off de Claire (excelente Caitriona Balfe) conduce a lo largo de su trayectoria vital, desde su misión como enfermera en la Segunda Guerra Mundial hasta los años posteriores y se refleja con notable acierto en peinados, estilismo, e incluso mentalidad (modélicos los episodios con su hija). “Outlander” juega con el tempo narrativo y las subtramas con notable acierto, eso sí, no hay que perder atención a la pantalla por los innumerables sesgos (brujería, magia, revolución, sexo, belicismo, intriga, etc.) que ebullicionan en cada capítulo.

 Destacar el uso de la paleta cromática para cada temporada jugando con los verdes y marrones de la campiña escoceses, los granates y azules gabachos, la luminosidad jamaicana, jugando también con los caracteres de los personajes. Astucia taimada, pomposidad y arrogancia en la etapa francesa, frente a la autenticidad  y espontaneidad de la primera temporada. La banda sonora de Bear McCreary, habitual de la casa, también es autor de la intro de “Black Sails”, regala un tono feérico y misterioso.

Hijos del Tercer Reich” es una de esas propuestas que reconcilian al espectador con las ofertas sobre esta época, siempre a caballo entre el panfleto, el lugar común y el cliché para el desconocedor de la historia. Esta miniserie está realizada para desgustadores con conocimiento y criterio no contaminado. “Nuestras madres, nuestros padres” es el título original de esta sobria producción, que ofrece calidad y sacude emociones. El diseño de producción y la ambientación son excelentes. Esto unido a las sobresalientes interpretaciones de los cinco amigos que viven en Berlín y a los que la guerra marca para siempre, la convierten en una referencia imprescindible para los amantes de esta etapa histórica. “Hijos del Tercer Reich” habla sobre el destino, sobre la inconsistencia de los deseos humanos frente a la cruda realidad. Los cinco amigos, que prometen volver a verse cuando todo haya acabado, desconocen que el destino ya ha trazado sus propios planes. La perspectiva de la propuesta, que se aleja del habitual contenido de cine bélico, realizada desde la perspectiva de los participantes, ofrece una bocanada de aire fresco en el encorsetado subgénero. “Nada resultó como imaginamos”. La voz en off es lapidaria y certera. Un mundo que agoniza, sentimientos perdidos, ilusiones rotas. Las escenas bélicas son tan efectivas y certeras como las intimistas. Apoyada en un notable guión desarrolla un acertado montaje sobre las vivencias de los protagonistas. Volker Bruch, Tom Schilling, Katharina Schüttler, Miriam Stein y Ludwig Trepte, cumplen a la perfección integrándose en época y personalidades.  Una obra profunda y emotiva, que agita conciencias con un recital de registros dramáticos. Acerquémonos a la historia desde un punto de vista diferente.




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