«A furore normannorum libera
nos, Domine» («De la furia de los hombres del norte líbranos señor) en las
oraciones de los clérigos.
Vikingos
ha sido creada por Michael Hirts, guionista de “Elizabeth” y de otra gran serie “Los Tudor”. Una apuesta
que ha devenido en una de las mejores series de los últimos tiempos, con un
diseño de producción espectacular, interpretaciones de lujo, y mucha acción. Una mezcla llena de virtudes
donde la leyenda se funde con la ficción. Desaparecen los (falsos) cascos con
cuernos que el cine y la literatura nos habían transmitido, las mujeres se
incorporan al ardor guerrero, las facetas de granjero y artesanos tienen el
mismo valor que las incursiones bélicas, como sucedía en su vida cotidiana. La
serie es un profundo panorama de la vida en el siglo IX. Una edad media
profunda, supersticiosa, salvaje y llena de emociones humanas, que juega con la
leyenda disfrazada de historia, sin olvidar que se trata de un producto de entretenimiento,
no de una tesis doctoral sobre el mundo escandinavo. Los personajes están “inspirados”
en personajes históricos y desarrollados para la serie. El mismo Ragnar Loobrók,
que interpreta magníficamente Travis Fimmel, procede de las brumosas leyendas y
parece ser una mezcolanza de diversos héroes
y príncipes vikingos personificados en un solo héroe a través de sagas como “Saga de los hijos de Ragnar Loobrók” o
en crónicas como el “Gesta Danorum” o el “Krámumál”,
donde se habla sobre su muerte. A Lathgertha la conoció en una incursión y era; efectivamente; una gran guerrera, aunque
se desconoce si tuvieron descendencia.
La serie nos muestra como hilo
argumental las desavenencias entre sus imaginarios hijos. Lathgertha tan sólo
aparece en la obra del historiador danés “Saxo Grammaticus” (no era su nombre
real), en la “Gesta Danorum”, pero en la
saga de Ragnar no es mencionada. En “Gesta
Danorum”, escrita en latín, introdujo figuras míticas, extraídas de tradición
oral, junto a panegíricos de figuras reales y eclesiásticas. Su versión de la
saga del príncipe danés Amleth, fue, probablemente, la inspiración para “Hamlet”.
Ragnar si tuvo hijos con su segunda esposa, Krake (cuervo), Uno de ellos, el
temible Ivar que protagoniza la serie. También de las leyendas se extrae el
apodo de “Ojo de Serpiente” que utiliza Sirgud. Según las sagas, Ragnar murió
en Northumbria, al igual que en la serie y su costumbre de atacar iglesias
cuando se celebraban ceremonias sagradas también está extraída de las leyendas.
Lo que es más improbable es la escena donde Ragnar le pregunta a uno de los vikingos
que le acompañan <<¿que día de la semana es?>>, para atacar la aldea. Al contestarle “domingo”;
Ragnar sabe que puede atacar. La realidad es que, aunque el monje prisionero le
había instruido en las costumbres cristianas, el vikingo que le acompaña difícilmente
podía saber lo que era un domingo cristiano, ya que todavía no habían asimilado
el calendario Juliano. El ataque a París está documentado para un tal Jarl Lodbroók,
durante el reinado de Horik I de Dinamarca y terminó con un tributo. La leyenda
también narra la muerte de Ragnar en el foso de las serpientes, aunque con
matices mágicos ya que fue necesario quitarle una camisa hechizada que llevaba
para que las picaduras le dañaran. “Mis hijos me vengarán” es otra de las
referencias que aparece en las sagas y da pié a la continuación de las
temporadas cuando los seguidores pensaban que con la muerte del carismático
personaje todo había terminado.
También en las sagas aparece la alianza militar
de Lathgertha y Ragnar, después de su divorcio y el asesinato de su marido, aunque
en la serie lo realiza con un cuchillo, en realidad fue con una lanza. “Ivar el
Deshuesado” dirige en la serie el “Gran Ejército Pagano” que invadió los cuatro
reinos anglosajones durante el reinado de Alfredo el Grande. Los historiadores
dudan que fueran los hijos de Ragnar quienes comandaran este ejército. También
forma parte de la historia la incursión de Björn Ironside “brazo de hierro” en
Hispania. En las sagas también se ejecuta al rey Aella según el terrible método
del “águila de sangre”, sacando los pulmones por detrás de la espalda.
El
papel interpretado por Clive Standen (Rollo), no fue en realidad hermano de
Ragnar. Está basado en Rollón el Caminante, que fue primer Duque de Normandía, aunque
el título probablemente no se utilizaría hasta finales del XI. Rollón incursionó
el Imperio Franco saqueando y llegando hasta París. A cambio de Normandía aceptó
el bautizo y la obligación de defender la zona de otros vikingos. Lathgertha es
uno de los protagonistas más carismáticos de la serie, interpretada por
Katheryn Winnick, aúna una preparación física envidiable con unas dotes interpretativas
que se apoderan del personaje. Antigua escudera (skjaldmö) y virgen, jamás se
apellidó Lodbroók. Este era un apodo (Calzaspeludas), no un apellido. Los
apellidos escandinavos procedían del padre (patronímicos) y nunca del marido,
este es un concepto posterior. Aslaug (Alyssa Sutehrland), está basada en un
personaje que aparece en las sagas: la reina vikinga Kraka o Randalin. La
petición que Ragnar le hace está extraída de las Sagas: “Que la visite "ni
vestida ni desnuda, ni alimentada ni hambrienta, y ella no debe estar sola,
pero ningún hombre debe acompañarla." Ella se viste en una red de pescar,
come sólo un vegetal (ajo porro) y, se va acompañada de un perro, haciendo todo
lo que él pidió.
A
lo largo de la serie se deslizan pequeños anacronismos como cuando la mujer
oriental (Yidu), de la que se encapricha Ragnar y lo convierte en adicto al
loto, responde a la pregunta de cual es su país. La mujer contesta: China. La malograda
Yidu (Dianne Doan) en realidad debería contestar “Catay”, ya que China no
recibió tal nombre hasta una época posterior. Se referían a este país como Cin
o Catay (Marco Polo). China se refería a si misma como Zhōngguó. Otro de los
escollos narrativos se produce cuando Ragnar carga a lomos a su hijo Ivar y le efectúa
curas. Entonces bromea diciendo que el gran Ragnar está haciendo de “enfermera”.
Sería bastante difícil que en el mundo medieval (o vikingo) existiera este
concepto. Las primeras mujeres piadosas, denominadas Beguinas”, aparecen en el
siglo XII, hasta entonces este era un feudo de las órdenes militares. La
enfermería como profesión no nació hasta mucho después. La decoración mitológica
que según Ragnarsdrápa (un poema escáldico). Debería tener el escudo de Ragnar,
donde aparecerían escenas sobre Thor, la batalla entre Hedin y Goñi, etc, tampoco
aflora por ninguna parte en el discreto escudo que utiliza en las batallas. Las
mujeres guerreras eran algo puntual, En la sociedad vikinga había una división
de funciones. La de la mujer era muy importante. Tenían que cuidar de la granja
y los hijos en ausencia de los hombres. Para ellos eran roles naturales. Las
mujeres sabían usar las armas y los usaban a diario. Tampoco los barcos mantenían
los mascarones de proa en puerto si no estaban en campaña guerrera, como se ve
en las escenas portuarias, ya que eran desmontables. Las leyes paganas prohibían
el uso de los dragones cuando se salía al mar. Los utilizados para la guerra
eran los largos “Snekke”. Ya en el primer capítulo de la serie el barco construido
por Loki sale “a dar una vuelta” con la cabeza del dragón incorporada. Algo
absolutamente incompatible con las normas vikingas. El tipo de caballos usado
tampoco era el propio de la zona. Pese a estos pequeños detalles (y muchos
otros), “Vikingos” es un excelente producto de entretenimiento que refleja una época
oscura y siniestra, llena de salvajismo y sentimientos humanos. Plena de atrocidades
y actos nobles. Como la vida misma.
“Outlanders”
parte de las novelas homónimas de Diana Gabaldón. Aunque entremezcla
componentes fantásticos con los hechos históricos, su presencia dentro del
corpus de la serie no resta intensidad dramática a los hechos reales. Ambientada
entra la revolución jacobina de la Escocia de los clanes a punto de
extinguirse, es un efectivo retrato de las Tierras Altas escocesas.
La batalla
de Culloden (1746), juega un papel fundamental en la estructura argumental. Allí,
los jacobitas fueron destrozados por los británicos y el sueño de restauración
de la casa de Estuardo dejó de existir. Esta batalla no está en los libros de
la escritora, pero la serie la recrea con notable efectividad y verosimilitud
histórica, con la participación de muchos extras voluntarios. Luchando contra
la etiqueta de “serie para señoras”, “Outlander” añade escenas de alto voltaje
erótico (no en vano es un producto Starz) y una violencia terrible en algún capítulo.
La alternancia de épocas está bastante equilibrada, así como las diferencias y
contrastes entre formas de pensar y el conocimiento que la protagonista tiene
de lo que ya ha sucedido en el pasado, mientras vive en esa época sin poder
cambiar nada. Outlander se transforma
en un drama adulto en la pantalla, con un fantástico diseño de producción,
esmerado y solvente. La temporada que transcurre en la Francia absolutista
mantiene un ritmo narrativo sorprendente, con interpretaciones de primera línea:
Dominique Pignon (Delicatessem, Amélie) como el alquimista Master Raymond,
Stanley Weber, un sorprendente Conde St Germain, o Frances de la Tour en una
anacrónica Madre “Hildegarde”, homenaje a la religiosa Hildegarda Von Bingen,
cuyas cualidades musicales ayudan a resolver un enigma. En el apartado de malos
de la función, la interpretación de Tobias Menzies en su doble papel, es un
recital de dualidad expresiva. El apartado fotográfico es impecable, desde las
verdes praderas de las Highlands, pasando por bosques feéricos, hasta las
playas de Jamaica o los Jardines Reales Franceses.
El vestuario roza la
perfección y hay episodios modélicos como el de road movie a la búsqueda del
protagonista masculino, con encuentros con pícaros, artistas ambulantes, etc. Este
periodo histórico había sido poco profundizado en la pantalla, a pesar de su
importancia. Outlander es una astuta
mezcla de romanticismo, carnalidad palpitante, reivindicación histórica con el
disfraz de lo fantástico y paleta de conductas humanas atemporales que en las manos
de Starz no pierde el tiempo en
divagar sobre lo políticamente correcto y presenta con crudeza la barbarie, la
sexualidad y las pasiones humanas. La voz en off de Claire (excelente Caitriona
Balfe) conduce a lo largo de su trayectoria vital, desde su misión como enfermera
en la Segunda Guerra Mundial hasta los años posteriores y se refleja con
notable acierto en peinados, estilismo, e incluso mentalidad (modélicos los
episodios con su hija). “Outlander”
juega con el tempo narrativo y las subtramas con notable acierto, eso sí, no
hay que perder atención a la pantalla por los innumerables sesgos (brujería,
magia, revolución, sexo, belicismo, intriga, etc.) que ebullicionan en cada capítulo.
Destacar el uso de la paleta cromática para cada temporada jugando con los
verdes y marrones de la campiña escoceses, los granates y azules gabachos, la
luminosidad jamaicana, jugando también con los caracteres de los personajes. Astucia
taimada, pomposidad y arrogancia en la etapa francesa, frente a la autenticidad
y espontaneidad de la primera temporada.
La banda sonora de Bear McCreary, habitual de la casa, también es autor de la intro de “Black Sails”, regala un tono feérico y misterioso.
“Hijos del Tercer Reich” es una de esas propuestas
que reconcilian al espectador con las ofertas sobre esta época, siempre a
caballo entre el panfleto, el lugar común y el cliché para el desconocedor de
la historia. Esta miniserie está realizada para desgustadores con conocimiento
y criterio no contaminado. “Nuestras madres, nuestros padres” es el título
original de esta sobria producción, que ofrece calidad y sacude emociones. El
diseño de producción y la ambientación son excelentes. Esto unido a las
sobresalientes interpretaciones de los cinco amigos que viven en Berlín y a los
que la guerra marca para siempre, la convierten en una referencia
imprescindible para los amantes de esta etapa histórica. “Hijos del Tercer
Reich” habla sobre el destino, sobre la inconsistencia de los deseos humanos
frente a la cruda realidad. Los cinco amigos, que prometen volver a verse
cuando todo haya acabado, desconocen que el destino ya ha trazado sus propios
planes. La perspectiva de la propuesta, que se aleja del habitual contenido de
cine bélico, realizada desde la perspectiva de los participantes, ofrece una
bocanada de aire fresco en el encorsetado subgénero. “Nada resultó como
imaginamos”. La voz en off es lapidaria y certera. Un mundo que agoniza,
sentimientos perdidos, ilusiones rotas. Las escenas bélicas son tan efectivas y
certeras como las intimistas. Apoyada en un notable guión desarrolla un
acertado montaje sobre las vivencias de los protagonistas. Volker Bruch, Tom
Schilling, Katharina Schüttler, Miriam Stein y Ludwig Trepte, cumplen a la perfección
integrándose en época y personalidades. Una obra profunda y emotiva, que agita
conciencias con un recital de registros dramáticos. Acerquémonos a la historia
desde un punto de vista diferente.
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