Gratificante y estimulante
sorpresa en el panorama creativo patrio. Obviamente por su contenido y
propuestas; para otro sector; se convertirá en estomagante e insufrible
castigo. Film de nacencia andaluza, pero de factura e inteligencia universales.
Insólita y valiente empresa que bebe directamente de Jeunet (Delicatessem);
argumental y cromáticamente; que recibe influencias de Amelie y
Tímidos Anónimos, con respaldo soterrado de la pesadilla lynchyana
(Cabeza Borradora), para; en su segunda parte; devenir en negra comedia, de
clara vocación polanskiana.
Una rareza deliciosa, con todos los puntos para convertirse en obra de culto coleccionable en los cenáculos culturetas. José F Ortuño y Laura Alvea nos regalan un homenaje cinéfilo que pasea por el cine mudo (Keaton, Chaplin) de latencia naif, hasta desembocar en la comedia negra mas vital y perspicaz. La historia desmesurada, encantadoramente pueril; de una elegante extravagancia; de la mujer-niña que se ha criado en una buhardilla de colorido inverosímil (y que decir de su vestuario) recogiendo su aprendizaje sobre el mundo de los libros, o escuchando a los vecinos a través de la pared, está narrada con una frescura y desenfado que hacen olvidar su peligroso equilibrio entre humorada negra y realismo mágico.
Impregnada de un
romanticismo “fou”, desmesurado (como toda ella), la fábula de amor entre dos
almas gemelas, a través de las cartas redactadas en una maquina de escribir, está
acompañada de una excepcional (y ditirámbica) banda sonora, impregnada de
vitalidad y ritmo hiperbólico, que se acomoda como un personaje más a los
estados de animo y vivencias. La eficaz partitura de Héctor Pérez, rememora
acordes de barrio bohemio o introduce un sentimental teclado en los momentos
intimistas, para describir musicalmente el devenir y la relación entre la
enferma de anhedonia (extraordinaria Aida Ballman) y su comprensivo amante el
actor afincado en España: Ken Applendorn.
De un romanticismo políticamente
incorrecto, esta parábola agridulce sobre la incapacidad para la maternidad,
encuentra una actriz en estado de gracia con los recursos expresivos
necesarios, que abarcan desde la revisitación del clown hasta el infantilismo mágico del cuento de hadas. Con un
desparpajo gestual pasmoso y equilibrado dominio del “gag” visual. Prueba irrefutable de que el talento, reñido
con las subvenciones de la “casta” cinematográfica, los escasos presupuestos y
el tiempo ridículo de rodaje, puede florecer en una pequeña joya de la cual
deberían aprender los directores aforados al capital y al sufragio de
Ministerios mecenas. Un escenario opresivo, una pieza de cámara para terceto
(los dos protagonistas y la madre). Los actores no salen de las cuatro paredes
de la casa. La vocacional huída argumental del cine patrio más reiterativo (rancias
comedias urbanas con reprimido sexual, o el postrero bodrio sobre la Guerra Civil ), elevan
la ecuación de esta película al cubo de la cinematografía valiente y creativa.
Humorístico acercamiento a la dificultad de la convivencia y la paternidad (a
lo cual contribuye, no poco, la presencia inquietante del niño zangolotino). Bizarrada
en color rosa con final nada acomodaticio, las escenas en que la protagonista
intenta acercarse; infructuosamente; al desconocido mundo de la maternidad
están solventadas con pericia. Navegando entre el slapstick y el comic más
desatado. Destacar la secuencia donde la pareja se acerca al mundo del sexo a
través de un libro. El peregrinaje de estos dos outsiders, de infancia
complicada, tenía que acabar necesariamente en naufragio y en un abrupto final
abierto, donde se deja a juicio del espectador lo que ha podido suceder con el
“enfant terrible”. Ballman compone una Melibea sin nombre, (a su pareja lo
conocemos como “querido amigo), infantiloide, que no ha recibido instrucción sobre
la vida; su madre solo le enseñó a multiplicar; encantadora, e incapaz de
superar las vicisitudes de la maternidad. The Extraordinay Tale
llega cargada de premios fuera de nuestras pantallas. Un cuento de hadas con
mala leche, como todos si los analizamos detenidamente, que parece nacido de
una pesadilla de Tim Burton, introducida
en la turmix junto al universo de Wes Anderson Una sorpresa, de fresca teatralidad
e ingeniosa sátira, que al espectador adocenado y medio se le atragantará a la
altura del esófago. Bon Apetit!
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