El hombre, en la vida y en el mar no tiene más que dos caminos: el
torcido y el derecho.
Las Inquietudes de Shanti Andia
es la primera de las novelas que Pío Baroja dedica al mar, inclinado por el
ambiente familiar marino y sus lecturas (se había zampado a Stevenson, Verne y
Defoe). Y es también una de esas películas basadas en la calidad literaria del
original, que conserva su dignidad, añadiendo características propias a la narración
estrictamente visual. Pío Baroja, maestro de la economía expresiva, nos dejó en Las Inquietudes, una diatriba contra la
vulgaridad frente a la uniformidad, un canto a la grandeza del mar (que
conlleva respeto a su peligrosidad), y nostalgia de su bravura cuando uno se
adocena en tierra. Obra atípica, frente al planteamiento de la cinematografía
nacional en aquella época, volcada en folklores patrióticos casposos, risibles
españoladas y comedias de teléfonos blancos. El director Arturo Ruiz Castillo
realiza una película de aventuras; basada en la narración oral; con
planificación intrépida, con angulaciones de cámara notables y primeros planos
que reflejan la psicología de los personajes. El protagonista (Jorge Mistral)
va uniendo retazos de vida, de historia, de sus antepasados, en base a un
diario y los recuerdos que desgranan los personajes, interpretados por aquellos
excelentes secundarios, que llenaban estas producciones de calidad,
(impostaciones correctísimas de voz, expresividad natural, etc.). Lleno de
nostalgia por el mar de antaño, Shanti rememora su historia y la de su tío: Juan de Aguirre, trasunto de marinos
vascos, que fabricó continuamente su destino.
Los personajes tienen un diseño
robusto, del mejor cine clásico. Para esta arriesgada opera prima, el cineasta
se encargó del diseño de figurines y decorados, ya que había sido también
portadista de libros. De ahí la extraordinaria fuerza visual y el expresionismo
latente en los decorados. Arturo Ruiz Castillo navegó entre dos aguas, pues al
mismo tiempo que fue uno de los fundadores de la mítica compañía de teatro
ambulante La Barraca ;
junto a Lorca; y activo en la escena cultural de la II República , también
realizó una película ad maiorem gloriam del franquismo: El Santuario no se Rinde, tras lo
cual intervino en los géneros más tópicos de panorama nacional: folklórico,
futbolero, sainete o patriótico. Este pecadillo no cambia la calidad de un film
como Las
Inquietudes de Shanti Andia, interpretado con
sobriedad y eficiencia por Jorge Mistral y Josita Román, cuya ampulosa perfomance recuerda a una Aurora
Bautista en sus inicios. Irene Caba Alba y Jose Mª Rodero redondean, como
certeros secundarios, una propuesta atípica, testamento de un director que
nunca volvió a alcanzar el nivel de esta obra primeriza. Plena de un lirismo
visual notable, consigue conjugar con la aventura clásica con el acento
intimista. Como dato anecdótico figura la interpretación de si mismo que hace
Baroja en el epílogo cuando el marino termina su historia y le promete
escribirla. Un giro de tuerca inteligente y emocionante.
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