Una
de las acepciones del vocablo “goût” es justamente: estilo. Y estilo derrocha
el A5 Vocal Ensemble, en este paseo
por el amor y la muerte del barroco frances, que abarca sus tres épocas desde
el primero al tercer barroco (Charpentier muere en 1733) y con muestras de la primera etapa y su lucha
contra la polifonía. Un extenso y ecléctico programa.
Los
motetes del occitano Guillaume Bouzignac se conservan en dos manuscritos. El
poliinstrumentista, fue uno de los autores de mayor nivel de la época, imbuido
por las más excelentes tradiciones del arte polifónico de la edad de oro. Con
conceptos musicales en sus motetes que profetizan a Charpentier o Carissimi. Injustamente
olvidado, quizás porque nunca vivió en Paris y trabajo en iglesias menores. De
este autor el coro seleccionó tres obras, interpretadas con exquisita limpidez
y elegancia. Con esa pureza que el autor imprimía a sus obras, ese valor
estético y funcional en los grupos de sonido, lo imprevisto de sus relaciones y
oposiciones, tan lejanas de la oscuridad de Victoria, o la pompa suntuosa de los
sonidos venecianos. Estas son melodías claramente “modernas”. Exquisitas armonías,
largas y reposadas notas dentro un empaste perfecto para este impresiónate
motete SATBB: Ha! Plange filia jerusalem (Crucifixión). El “Jubilate Deo”, Salmo 99 (Pentecostés), es un riquísimo juego cromático
que el coro atacó con brío y precisión, elevando el himno doxológico,
apoyándose en la excelente acústica de la bóveda del Convento Dominico de Santo
Tomas.
Excelente
la superposición de las distintas texturas para el “Fuge Dilecte mi” (Cantar de los Cantares), super Montes, super montes...
Étienne
Moulinié vio como muchas de sus composiciones se transformaban en textos
sagrados, para su uso en la iglesia, pese a que había escrito géneros como “airs de cours” y “airs á boire”, nada más lejano del recogimiento sacro. Otras de
sus obras fueron de concepto religioso desde su génesis. En las 36
composiciones que se recogen en la colección “Mesianges Cristianos”; prácticamente un testamento musical; destaca
su control de armónicos, el denso y claro contrapunto, unido a innovadoras
disonancias, a las que el mismo hace referencia en el prefacio de la colección.
En Alemania, el luteranismo abocaba a una religiosidad severa, en Italia el virtuosismo
de castratos y violines conquistaba
las cortes. En Francia convocados por el rey, esta corte de músicos
desarrollaba el “gout français”. El motete
se crece en este primer Barroco, con compositores como Moulinié, cuya capacidad
motetistica da paso al cambio del Renacimiento al barroco musical, con los
ideales de la Contrarreforma filtrados con ese “gusto” genuinamente frances. Diversidad
rítmica y melódica.
El diseño armónico de las melodías de Moulinié es muy
riguroso, estable, asertivo y claro, así
como el contraste entre timbres y números.
Lo que se busca ahora, y Moulinié lo deja muy claro, ya no es impresionar con
la complejidad del contrapunto o del número de voces. Ahora, en estos primeros
años del Barroco, los compositores buscan una mayor expresividad, buscan
impresionar por la belleza, la intimidad y la emoción que surgen de estas
obras, siguiendo así los ideales de la Contrarreforma romana (obviamente
filtrados con un gusto y un estilo totalmente franceses).
“Lauda Sion” es una secuencia de la misa de Corpus Christi. Un
motete a cinco al Santo Sacramento. Durante la interpretación de “Fulcite me Floribus”, el grupo jugó
con las frases y respuestas, recreando una pieza de gran belleza. Las
partituras de Moulinié requieren gran virtuosismo vocal sin olvidar esa “dulzura
francesa”; de aspecto más teatral; de reminiscencias cortesanas, que las aleja del madrigal italiano.
Couperin
fue una leyenda del teclado en vida. El Kirie
de la “Messe pour les Convents”, de
François Couperin fue desgranado con técnica y sentimiento por Juan Batanero,
consiguiendo un instante de gran intensidad sacra para un género (Organ Mass),
que estaba gobernado por estrictas reglas, relacionadas con la liturgia y en
las que el “estilo francés” consiguió colocar diferentes configuraciones musicales,
en conjunción con las partes escenificas de los diversos instrumentos.
Le
restaba una libertad muy limitada al organista, que difícilmente podía
desarrollar (un poco) el acompañamiento de Offertory,
Elevation y Deo Gratias. La misa de convento no poseía canto llano. Las dos
misas de Couperin representan el apogeo del género en Francia.
Charpentier
es uno de los compositores más olvidados y originales del Barroco. De enorme
elegancia en el contrapunto vocal. La agrupación eligió una obra señera “Le Renienment de Saint Pierre”, donde se
recrean las negaciones de Pedro, con Teresa Martínez en un papel masculino
(Pedro). Charpentier supo alejarse de los esquemas estilísticos rígidos de
Lully, consiguiendo un lenguaje musical de flexibilidad expresiva, con contrastes
instrumentales, vocales y de color, que
beben de la operística italiana. El oratorio “Le Reniement de Saint Pierre” fue todo un tour de force para la
agrupación. Los diálogos y contrapuntos que dramatizan la narración bíblica,
fueron desarrollados con afinación y empaste por las voces, recreando el clima con
amplia ductilidad. Excelente la densidad del bajo Alejandro Ramírez, la
agilidad del tenor Julio López o los
hermosos timbres de las sopranos María Jesús Pacheco y Raquel Batalloso, que
supieron jugar con los contrastes dinámicos obteniendo, una gama cromática
amplia y de gran brillo.
Ningún
otro compositor podría haber escrito la partitura para la bellísima oración de
San Buenaventura (siglo XIII) “Transfige
dulcisime Jesu”. Conectando las secciones de 5 voces en tutti y los pasajes
más íntimos con 1, 2 o 3 voces. Charpentier transcribe magistralmente en su
música la expresividad y la sensualidad del texto, mediante un contrapunto
denso y variado. Esta es una obra plena de matices, y espiritualidad, amplios
paisajes sonoros y belleza estructural. Es exigente y compleja. Los melismas se
elevaron, apoyados en la notable acústica de la iglesia. Tremendamente hermoso
ese juego final de timbres: et firma, et immobiliter
semper sit radicata mens mea, et cor meum
Rameau
quizás haya sido el más grande orquestador del siglo XVIII. Usaba todo tipo de
percusiones, desde timbales comunes a redoblantes, tambores gigantescos y
panderetas. Tiene escasa obra sacra
Componer
una fuga coral o un motete no es un esfuerzo menor a componer un concierto para
piano.
El motete “Laboravi Clamans” Treaty
of Harmony ... , París: Ballard, 1722, p. 341
Género:
Motet
Catálogo:
RCT 16 fue una obra que Rameau utilizó este trabajo como un ejemplo para la
parte dedicada a la fuga en su 'Traité de l'Harmonie', donde teoriza sobre el
“bajo fundamental”.
Esto podría ser un movimiento de un motete
perdido. Una hermosa y sentida interpretación del A5 Vocal Ensemble, extrajo de
esta obra toda la belleza y espiritualidad que emana de esta hermosa notación.
Este concierto fue ofrecido como primicia por A5 Vocal Ensemble, para los
afortunados espectadores que se acercaron al convento de Santo Tomas. Numerosos
aplausos de un público que sabía muy bien lo que había escuchado, muchos de
ellos músicos. Un extraordinario programa de apoteosis barroca.
PD: Es tan solo una opinión de este cronista, pero si los programas se acompañaran con el idioma nativo de las obras, sería más fácil su seguimiento.
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