miércoles, 18 de julio de 2018

Carmen y Lola. Un hachazo al patriarcado. 24 Festival Ibérico de Cinema


                       




La propuesta de Arantxa Echevarría es de esas que continúan habitándote la piel después de los títulos de crédito. La historia de amor de dos muchachas de etnia gitana, es una apuesta esforzada y al mismo tiempo espinosa, por la situación necesaria para el rodaje y las implicaciones sociales. La bilbaína abre su película con un plano estático de una de las protagonistas, vistiendo el traje de pedida, en completa soledad, que es toda una declaración de principios. “Carmen y Lola” rezuma frescura por sus poros. Filmada casi como un semidocumental, en algunas secuencias es un estudio antropológico del imaginario caló, observado con una honestidad no exenta de reivindicación. A través de la lente, cámara en mano, se muestran las periféricas barriadas, las costumbres, los brillos, las creencias, los rituales incardinados en lo cotidiano, con un naturalismo sincero en la fotografía (Pilar Sánchez Díaz), que no se desliza por la pendiente del costumbrismo. Una postura que no da pábulo al folklorismo o el reality-show de querencia plebeya.

Este retorno al cine de denuncia social (vía Calos Saura), está manejado con hilos de esperanza y sensibilidad para manejar una situación extrema en el entorno social en que se desarrolla (incluso es vista como una posesión diabólica), focalizando sobre la experiencia interior de las protagonistas, envueltas en un opresivo mundo para el que no se muestra ninguna complacencia. Para acercarse a este tema tabú, pese a lo asfixiante de algunas secuencias, el arma es una cámara espontánea, la huída del plano-contraplano, que es sustituido por un eficaz juego de foco en los rostros, cambiando alternativamente de protagonista. La lente deja a la profundidad de campo (o la falta de ella), indefinir el rostro de fondo para volver a jugar con el anterior. Flujo y reflujo visualmente hermoso y efectivo. En una excelente secuencia de baile entre Carmen y Lola, la cámara ralentiza el tiempo, alejándolas del entorno, dejando vivir la ensoñación, desapareciendo la triste realidad a su alrededor. Hay que destacar la valentía de las actrices, de las que Arantxa Echevarría es capaz de extraer una gran riqueza de matices, de silencios cómplices, de miradas introspectivas, en esa huída hacia adelante que es el amor entre mujeres, con la falta de referentes en un entorno hostil y estancado en otros tiempos. Valentía, y una capacidad interpretativa espontánea, libre de lastres y de una naturalidad apabullante. 

Las dos actrices principales, Zaida Morales y Rosy Rodríguez, extraen un abanico interpretativo pleno de frescura y sinceridad. Moreno Borja, dota a su personaje de una verdad impactante. A destacar el papel de la madre, de sincero registro dramático, y el personaje de “Paqui”, fresco e intenso, dibujado por la extremeña Carolina Yuste.   Carmen y Lola” es una propuesta universal aunque haya sido situada en la idiosincrasia gitana. Un canto a la falta de prejuicios y a la libertad, al rechazo de la propia cultura, si ésta encorseta y comprime nuestras vidas y anhelos. La banda sonora de Nina Aranda es escueta, con instantes intimistas para tecla y cuerda, predominando la música diegética, de raíz flamenca, que se escucha en las reuniones, fiestas y culto. Desafortunadamente ese idílico final abierto aún está muy lejos de ser real. Prueba de ello son los múltiples problemas que la directora ha tenido con asociaciones y colectivos contrarios a esta película, incluso sin verla. Y no precisamente con las estructuras patriarcales. Aunque seguramente el film se convertirá tras su estreno comercial en uno de los crowdpleasers del estío, todavía queda mucho camino.



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