No es nada fácil desarrollar una
película en un único ámbito cerrado. La creación de espacios personales es uno
de los factores más exigentes a la hora de ponerse delante de una cámara, y
diferencia al autor del artesano adocenado. Situar el guión en un espacio casi exclusivo como una morgue; en tiempo real; es un tour de force, que se apoya en la
solvencia de actores como Jose Coronado, quien tras su nihilista y
autodestructivo policía de No habrá paz
para los malvados, recrea un protagonista obsesionado, atormentado, además de lucir un look infumable. Belén Rueda, cada vez más intensa y cercana a la cámara,
esboza una víctima de presencia ambivalente, y Hugo Silva, navega, un poco desnortado dentro
de un personaje que no llega a cuajar. La subyugante y obsesiva atmósfera juega
al engaño con el espectador vendiendo trucos de barraca de feria, para hacernos
creer que vamos a visionar un relato de terror clásico, con apariciones,
sustos al uso y griterío vario. Pero el timón da un viraje radical para regalar
un thriller autoconclusivo, dónde las trampas y agujeros formaban parte del
juego. Básicamente el argumento es la historia de una obsesión, donde el
listillo cinéfilo de turno; ese mismo que destripaba El Sexto Sentido y perjuraba que había adivinado el final; se
aplicará a lo suyo una vez concluida la cinta. Nada más lejos de la realidad.El Cuerpo atrapa en su giro argumental.
Lo hace con morosidad narrativa vocacional. Moviéndose en un espacio donde todo
es posible, ayudado de la asfixiante y notable fotografía. La trama solicita
la complicidad del espectador ante lo inverosímil. Algo común, por otra parte,a
todas las propuestas que vemos en pantalla, si nos detenemos a pensarlo. Inicio. Desarrollo.
Desenlace. Todo esto entreteniendo. Eso es el cine. A destacar en el elenco la
presencia seductora de Aura Garrido, un valor a tener en cuenta.
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