Es un privilegio poder asistir a
un concierto de estas características. Un privilegio, que la brisa serrana acaricie las gradas de una
Plaza de Toros tan hermosa como la de Ronda. Lo es aun más cuando la Orquesta Wets-Eastern Divan nos invita a la concordia (una orquesta formada por músicos
Palestinos e Israelíes) proyecto personal de Barenboim y del intelectual
palestino Edgard Said. Y es un privilegio poder escuchar estas partituras
desgranadas por excelentes (y jóvenes) intérpretes abarcando del más puro
clasicismo al espíritu del romanticismo. Frente al atril, Barenboim es puro
fuego, es todo su cuerpo el que dirige. Un espectáculo no tan sólo sonoro. Hay
fisicidad en la lectura de las obras, incluso una cierta socarronería interpretativa
que arranca las simpatías del público. La noche tenía embrujo. Gracias a la Fundación Pública
Andaluza Barenboim-Said, se podía degustar un espectáculo irrepetible cuyos
siguientes puertos eran ciudades como Pekín (Ciudad Prohibida), Salzburgo,
Berlín o Seúl. Todo un lujo. El programa arrancó con la Sinfonía Haffner de Mozart una
expresión puramente clásica, dónde ya se adivina la intención mozartiana de elevarse sobre las
convenciones a que estaba obligado en su ciudad natal, con un dominio del
contrapunto y la búsqueda de una rotundidad dramática, interpretada por la
orquesta Al Ándalus. A destacar el Presto conclusivo donde se adivina la
teatralidad que más tarde hará aparición en El Rapto del Serrallo o la obertura
de Las Bodas de Fígaro. Tras los atronadores aplausos al director (y al genio
de Salzburgo), Barenboim regala a la humanidad su concepto de la Sinfonía número 4 del
genial sordo (más de 30 minutos de duración) Es este un Beethoven lleno de luz,
con un Allegro Vivace agilísimo, poderoso,
donde la orquesta tiene ocasión de desgranar un enorme virtuosismo. Sin olvidar
el hermosísimo y doloroso Adagio. La Sinfonía numero 7 del
mismo autor, fue incomprendida en su época, quizás por su carácter dionisiaco y
la duración de la introducción. Aquí el alemán utiliza los metales en un
adelanto temporal a su época. El Allegretto
de la misma se convirtió en una de las obras más populares del genial sordo, no
así el resto de la obra, aunque a juzgar por los aplausos en el coso Rondeño,
el público actual sabe apreciar los atrevimientos sonoros y el ímpetu rítmico
que con maestría transmitía la orquesta y la genialidad del conductor que
(literalmente) interpretaba con su cuerpo la partitura. Carpe Diem. Aprovecha
el instante. Noche inolvidable. Todo un privilegio, Don Daniel…
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