Ocho apellidos vascos se ha convertido en un fenómeno bocaoreja sin precedentes. Este método
democrático y popular de ver cine, también sirvió para levantar otras producciones,
que sin venir arropadas por las majors,
sin embargo fueron recibidas por agrado por el público soberano. Detrás de
estos fenómenos se esconde todo un imaginario colectivo. Los productores
todavía no han conseguido catalizar estos particulares, que conlleva el
hundimiento de grandes producciones y el boom
de otras con escasas pretensiones. Quizás ahí radique la respuesta a como una
película, que esta en difícil equilibrio entre la astracanada y el esperpento,
jugando con los tópicos mas manidos y chistes de club de la comedia, consigue
que el personal se eche unas risas. Es esta absoluta falta de pretensiones lo
que la hace cercana y de fácil digestión, pese a lo espinoso del tema en algún
momento. Pasa de puntillas sobre temas que podría resultar molesto o herir
sensibilidades, y utiliza el humor como motor de una trama que no puede ser
enfocada de otro modo. Apuntalado el liviano guión sobre el reparto: Karra
Elejalde en estado de gloria, como un aita,
que tras su fachada hosca oculta un corazón magnánimo. Carmen Machi; excelente;
haciendo de Carmen Machi. Dani Rovira, estereotipo con polo de marca y rebujito, clavando ese sevillano (que
haberlos, haílos), y una esforzada Clara Lago, interpretando a una aberchandal, después de haber recibido
un tratamiento de hormonas femeninas. No es nuevo este enfrentamiento entre
distintos y regionalistas conceptos del entorno. La película Bienvenidos al Norte, nos mostraba estas
pequeñas desavenencias entre regiones. Le lastraba a aquella, lo mismo que a
ésta: su imposibilidad de exportación, dada la dificultad para comprender giros
y chistes de carácter interno. ¿Se imaginan a un londinense riendo cuando el
camarero le dice a Rovira: te pongo un Kortatu?
Afortunadamente las arcas nacionales han funcionado de modo efectivo,
estimulando el producto nacional y la industria. Aunque sólo fuera por esto,
habría merecido la pena. Y también para que diarios como Gara, sacaran a pasear su maquinaria. Algo positivo habrán
detectado cuando se han ofendido.
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