Totalmente disímiles en concepto
visual. Dos modos diferentes de hacer arte. Un nexo en común: la calidad y el
buen hacer de cineastas que utilizan el lenguaje de la mirada para revolver
conciencias, evitando la ínfulas con que; otros provocadores vacuos y banales;
adornan producciones de escasa calidad para perpetrar sus desvaríos. Del buen
hacer de Eastwood, poco se puede decir. El creador de Malpaso, balancea su cine alternando producciones alimenticias con obras personales (la
industria manda) en una hábil obtención de fondos para reutilizarlos en sus
proyectos. En El Intercambio nos
propone una fotografía esplendida, luminosa. De paleta cromática clásica. Los
planos de una contenida Angelina Jolie y la narración certera, nos desvelan
mansamente los estados de ánimo y la opresión del entorno. En El Lector, la iluminación es de factura
europea. Pocas actrices soportarían, como la Winslet en su piel, el escaso glamour de esas
luces cenitales y mortecinas. Tan desnudas como el cuerpo de su protagonista en
estado de gracia. Dos enfoques distintos sobre la banalidad del mal. En El Intercambio, un pequeño sector de la
sociedad; un cuerpo de policía corrupto; es reflejo, como un microcosmos, del
mal superior que supone una sociedad entera corrompida por el
nacionalsocialismo. La desesperanza sobrevuela a la madre que busca; engañada;
a su hijo, aunque en el fondo, conoce la inutilidad de su lucha. La misma
angustia encontramos en el amor enfermizo, obsesivo, que el joven protagonista
de El Lector, siente por la antigua
guardiana de las SS, y que la lleva a la redención, mediante el castigo por
hechos que no protagonizó. De este modo se condenan (y se salvan) a la
destrucción de si mismos. La madre angustiada de El Intercambio también se autocondena a no abandonar; a seguir
creyendo; mientras le quede fuerza. Creer en una entelequia. Y lo hace
acompañada de una música minimalista y espléndida, mixturada con la narración y
firmada por el incombustible director. Si Harry
el Sucio, dudara sobre a que pasión dedicar sus ocios, el mundo de las
bandas sonoras le quedaría eternamente agradecido si decidiera continuar por
esa senda. Pero, como ha conseguido demostrar después el ex-alcalde de Carmel; a pesar de
anunciar su retiro cuando firmó esta obra; aún le quedaban varios cartuchos. ¡Maestro!
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