Las Diferencias. Barroco en las noches del Real Alcázar
Causa al melómano, profunda y sana envidia, enfrentarse a una cartelera del nivel de estas Noches en los Jardines del Real Alcázar,
pero cada ciudad cuenta con sus presupuestos y economía. El plantel de interpretes a
diario, a lo largo de todo el verano, es para quitar el hipo. Añadan a esto que
tras terminar estos ciclos; dónde la música antigua se da la mano con el jazz o
la música celta; comienza sin más otro mes dedicado a la Bienal de Arte Flamenco. Y
con precios asequibles para los tiempos que corren. Sevilla es mucho. Y la
cartelera, una gozada para las noches de estío. Si a esto le añadimos el
enclave privilegiado del Real Alcázar, se harán una idea de la experiencia de
asistir a un concierto ofrecido por una formación con el currículo musical de Las Diferencias, especialistas en música
antigua, llenos de talento y frescura. Un programa elegante y de un profundo
sabor barroco que pasaba desde Rameau hacia Emmanuel Bach, para deleitar con un
recorrido por la Trío Sonata en tiempos de Luís XV. Perfecto el
empaste entre los instrumentos del cuarteto, los tempos deliciosos en un
dialogo continuo, en fraseos encadenados (y endiablados) como todo buen
Barroco que se precie. Deliciosa la interpretación del Cinquiéme Concert de
Rameau en el que; como es habitual en el compositor francés; el clavecín no se
contenta con asegurar el bajo continuo, acompañando a los instrumentos melódicos
-violín, flauta, viola- en el caso de éste concierto, un violone, sino que
«concierta» en igualdad con ellos. En alguno de los movimientos consigue
desprenderse por completo de la arquitectura barroca y las florituras al uso
para definir una melodía de una belleza calma y casi anacrónica. La novedad de
estas piezas radica en que incorporan una parte obligada “solista” para todos
los instrumentos, incluso para la viola da gamba y el clavecín, cuya función
normalmente era la parte de bajo continuo, de ahí que Rameau de título a la
colección de: Piezas de clavecín “en concierto” es decir; clavecín obligado en
concierto con otros instrumentos. Y los interpretes de Las Diferencias saber
extraer de cada uno de sus aparejos sonoros, un aire evocador y certero del
sentimiento de la época. La noche sevillana se llenó del hedonismo cortesano
que Raemau o Leclair llevaron al Palacio de Versalles, del refinamiento
afrancesado y ¿por qué no? de la artificiosidad de una música, que puede ser criticada
por su pulcritud (o amaneramiento), pero que no está exenta de emoción y
complejidad técnica. Y los músicos de Las
Diferencias superan el reto con excepcional maestría, en esta evocación de
danzas, fiestas reales y despreocupación conceptual que caracterizaba la época prerrevolucionaria
-también en lo musical, ya que estos compositores andan a caballo entre el
barroco y el clasicismo- Un programa excepcional, para unos interpretes también
excepcionales, en un entrono envidiable. ¿Se puede pedir más? Por supuesto un bis
de Leclair, como regalo para el público, y la sustitución de la densidad. la calidez del sonido de la flauta barroca, por
otra con siglos de antigüedad, y un mayor
número de llaves que aporta un sonido
cristalino, potente y de mayor agilidad. Después los espectadores hubieron de
abrir los ojos.Comprender que habían despertado de un sueño de tapices,
alfombras y pelucones. De rostros blanqueados con polvos hechos de harina y
arroz. Grandeza y miseria del Barroco.
Recordaremos mucho tiempo a este cuarteto. !Mercie Beaucoup¡ a Las Diferencias por esta música
inolvidable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.