Ellos son los monarcas absolutos
de la mugre fílmica. Líderes de la
basurilla óptica y la cámara abisal. Hacedores de fiascos varios, sin coartada
contracultural. Perpetradores de infamias visuales como Ed Wood, irredento
fabricador de detritus en celuloide (aunque simpáticos), gurú del naufragio
narrativo y poseedor del dudoso título de "peor director de la
historia", aunque esto no sea exactamente certero. Wood fué cabecilla de
una troupe formada por desheredados, ex-luchadores, y desertores del talento,
con los que planeó sus diseños sicotrónicos más legendariamente casposos.
Bazofias narrativas como Plan 9 from Outher Space,on su ración de
tumbas de cartón derrumbándose al paso de Vampira, que caminaba
sonámbula, con los brazos extendidos.
O lápidas aplastadas bajo las zarpas de
Tor Johnson, recién escapado de recibir golpizas en el ring, cuyas
consecuencias estaban bien patentes en su mirada ausente. La nave espacial de
una civilización avanzada, se adornaba de cortinones de rebajas y casi una
mesa-camilla con lucecitas obtenidas del mecano de su sobrino. Por no hacer
referencia a las dotes interpretativas del elenco, formado por amiguetes,
allegados y mendicantes diversos. Añadir a este gazpacho, un Bela Lugosi
decadente, fallecido durante el rodaje (comprensible), que fue sustituido por
un doble que realizaba las escenas tapándose con la capa el rostro. Ejercicio
admirable de economía de medios. El intento de Wood de reivindicar el
travestismo, las boas y los jerseys de angora, terminó en una de las películas
más disparatadas imaginables. Bela, era aquí una suerte de Demiurgo que le
habla a la cámara, sentado, casi momificándose durante el rodaje. Las escenas
eran un pastiche de documentales, refritos y celuloide aprovechado de otras
películas. El director realiza una interpretación indigente y su actriz
fetiche, Dolores Fuller, hace lo propio dentro de un guión alucinado, resultado
de varios días de diarreas mentales. El engendro vomitado fue la infumable Glen
Or Glenda, cuyos resultados estuvieron en las antípodas de la intención
original. Estos dudosos méritos le han convertido en director de culto en los
cenáculos donde la mixtura de surrealismo cicatero, chapuza conceptual y
gramática visual autista, se coloca en un rupestre pedestal. Edward Wood, consumó
su no carrera, realizando películas de lubricidad exacerbada
(guarrindogas, vaya)
Otro de los sumos sacerdotes de la piltrafa audiovisual
fué el nefasto Al Adamson, que rubricó diversos himnos a la fullería
cinematográfica como Cinderella 2000. En la menesterosa Dracula
contra Frankenstein, se revela como el apóstol de la cutredad, utilizando
recortes de otros filmes, para alcanzar un metraje decente en sus disparate
embrionario. El rodaje de Bela Lugosi contra el Gorila de Brooklyn
(poético título) se realizó; como toda la obra del inefable William Beaudine;
en una sola toma. Exegeta del ahorro fílmico, basó su hedionda poética en el
mandamiento de que la primera toma es válida, para rodar este monumento al
guión oligofrénico y la caspa como estética. El rupestre resultado de la
impresentable teoría, se tradujo en obras maestras de la demencia aplicada y la
estética intestinal. Dinamitando todos los géneros desde la perspectiva del
despropósito, es el único autor capaz de hacer tambalearse el grasiento trono
de estiércol de Ed Wood. Con disparates del pelaje de Billy el Niño contra
Drácula, donde rezuma mugre, o Jesse James contra la Hija de Frankenstein,
ejemplos irredentos de cine aerofagico. El superhéroe más depauperado nos llegó
de la mano de R D Stecker, rodada con cuatro familiares tarados, look de Super
8, y calzando para la ocasión pijama y pasamontañas. Un galimatías óptico,
candidato a una hermosa lobotomía. Pagada por el espectador.
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