Dirección: Goran Paskaljevic
Reparto: Mustafa Nadarevic, Predrag Ejdus, Nebojsa Glogovac
y Meto Jovanovski
Título en V.O.: Kad Svane Dan
Año: 2012 Fecha de estreno: 21-02-2014
Duración: 90 min.
Género: Drama
Color o en B/N: Color
Guión: Filip David y Goran Paskaljevic
Fotografía: Milan Spasic
Música: Vlatko Stefanovski
Nos
llega esta película gracias al trabajo del equipo del Festival de Cine
Inédito de Mérida,
que
con vocación ecuménica, ha decidido extender sus alas y abarcar nuevos
horizontes. Los agradecidos espectadores a los que se posibilita el visionado
de estas películas, lo disfrutarán sin conocer el trabajo y constancia que
requiere cualquier tinglado de estas características. Agradecer también a Caja
Badajoz, permitir la exhibición en ese impresionante salón . Un saludo
cinéfilo.
La
llegada de una carta al profesor jubilado Misha Brankov, es el inicio de un
conmovedor drama humano. Un paseo por el amor y la muerte, por la historia y el
recuerdo. Por los afectos perdidos y los no encontrados, una parábola sobre la
manipulación del ser humano y su lucha eterna contra la adversidad. El viaje
iniciático hacia sus orígenes, le sorprende en el ocaso de su vida, tras la
jubilación. Cuando los hombres creemos que todos los capítulos están escritos.
El profesor de música comienza a preguntarse por su verdadera identidad, una
identidad robada por la vesania y el odio, que le ha privado de su legítima
vida. Una partitura hallada en la caja; encontrada en los terrenos del antiguo
campo de exterminio; inacabada por su verdadero padre, que murió en el campo.
Esta partitura se convierte en su Ítaca particular, en búsqueda de sus
orígenes. La anécdota argumental deviene parábola sobre la facilidad de
manipulación del ser humano, testimonio de su fragilidad, y nos regala un viaje
por la emoción y la esperanza. Mustafa Nadarevic, interpreta a su personaje sotto
voce. Su mirada interrogante y sus gestos comunican con maestría, lo
que no habría podido transmitir con
gritos, dolor o convulsiones. Es este mapa humano de emociones tan intensas,
pero tan contenidas, de sufrimientos tan diversos, pero tan asumidos, lo que
crea una bola en el estómago del espectador y le mantiene pegado al asiento,
deseando que el profesor complete su ciclo vital hacia la felicidad. Pero nada
es complaciente en este film (como en el mundo real), y lo que en manos de otro
director hubiera sido un dechado de buenas intenciones de los músicos a los que
solicita ayuda (entre otros su hijo) con apoteosis final y fanfarria happy
end, se convierte en un doloroso fracaso, en un sendero hacia la decepción.
Al Caer el Día nos muestra el paisaje después de la batalla.
Un lienzo donde tan sólo resta el dolor. Un lamento manejado visualmente con maestría en los tiempos. Con una dirección de actores envidiable y certera, ya que todo el peso de esta crónica conmovedora en gris (que no sensiblera), descansa sobre las miradas y diálogos de eficientes (y desconocidos) interpretes, de un calado humano impactante. Estamos ante una película hermosa en la crudeza, que hace de la sobriedad escénica su arma más poderosa. Que consigue imbricar en la trama humana, lo que en inicio parecía ser un macguffin hitchconiano, una mera excusa para el desarrollo del argumento, pero que se convierte en parte palpitante y viva: la partitura inacabada de su padre. Y es esta presencia de la música como un protagonista más, que nos es presentada ya en la primera y magistral secuencia, dónde no se puede contar más con menos recursos técnicos. En breves pinceladas se nos pone en antecedentes de la Exposición Universal, la sensibilidad del profesor, su entorno, su ingenuidad, el cariño que le prestan. Y lo más importante, sirve de aviso para navegantes de que toda la; preciosa y eficiente; banda sonora va a ser diegética. Va a formar parte, a tiempo real, de las vidas y sensaciones de estas personas castigadas por la vida, y evolucionando con ellos. El guión escrito en colaboración con el dramaturgo Filip David, está basado en una experiencia real. David y sus padres vivieron la historia en primera persona durante la invasión de Belgrado.
Un lienzo donde tan sólo resta el dolor. Un lamento manejado visualmente con maestría en los tiempos. Con una dirección de actores envidiable y certera, ya que todo el peso de esta crónica conmovedora en gris (que no sensiblera), descansa sobre las miradas y diálogos de eficientes (y desconocidos) interpretes, de un calado humano impactante. Estamos ante una película hermosa en la crudeza, que hace de la sobriedad escénica su arma más poderosa. Que consigue imbricar en la trama humana, lo que en inicio parecía ser un macguffin hitchconiano, una mera excusa para el desarrollo del argumento, pero que se convierte en parte palpitante y viva: la partitura inacabada de su padre. Y es esta presencia de la música como un protagonista más, que nos es presentada ya en la primera y magistral secuencia, dónde no se puede contar más con menos recursos técnicos. En breves pinceladas se nos pone en antecedentes de la Exposición Universal, la sensibilidad del profesor, su entorno, su ingenuidad, el cariño que le prestan. Y lo más importante, sirve de aviso para navegantes de que toda la; preciosa y eficiente; banda sonora va a ser diegética. Va a formar parte, a tiempo real, de las vidas y sensaciones de estas personas castigadas por la vida, y evolucionando con ellos. El guión escrito en colaboración con el dramaturgo Filip David, está basado en una experiencia real. David y sus padres vivieron la historia en primera persona durante la invasión de Belgrado.
Goran Paskaljević se va convirtiendo en el
director de la memoria de los que son olvidados. Sus largometrajes han
participado en festivales de cine como el de Cannes, San Sebastián, la
Berlinale o la SEMINCI. Es el director que mayor número de espigas de oro de
este último festival atesora, con un total de tres. Conocedor de los estragos
de los regímenes totalitarios, su primera película fue prohibida por los
comunistas. Se convirtió en un cronista del ser humano, un abanderado de la
memoria histórica, que rompe el molde separándose de autores como Kusturica,
Žbanić o Tanović. La visceralidad, el sufrimiento, la cólera ante la ingratitud
de la historia son sus armas fílmicas. Esta no es sólo otra película sobre el
Holocausto. Se transforma en parábola humana, cuando la violencia se repite en
la boda de la hija de sus amigos gitanos. Como en un espejo pervertido, el odio
y la violencia siguen reflejados. No aprendemos de nuestros errores. Hay que
volver la mirada al pasado. Pero no para el rencor, para crear un futuro. El
director nos habla de la persistencia de la memoria como algo doloroso, un
proceso que hay que padecer, como una catarsis para alcanzar la pequeña parcela
de felicidad que nos reserva la vida. Y lo hace en planos a ritmo de adagio,
lentos, despaciosos, recreándose en la contención; acierto interpretativo; incluso en los momentos de
dolor más intenso. Todos los estilemas del cineasta serbio están presentes en
la pantalla. Austeridad narrativa. Personajes que viven un cambio en sus vidas.
Emociones abruptas. Desgarro vital. Cromatismo cálido (ocre, amarillo, marrón).
Énfasis en los silencios. Memoria como motor de futuro. Hiperrealismo. Las
escenas de sueños están tratadas como un cuento, sin caer en lugares comunes,
ya que sólo tratan de transmitir la
nostalgia de aquello que se ha perdido, sin nunca haberse conocido. Por ello la
cámara pasa de soslayo por los camiones "chupa almas", como se les
denominaba sarcásticamente, y que fueron los primeros experimentos, antes de
industrializar la muerte humana. Como una fábula melancólica, plena de
esperanza; pero al tiempo desgarradora en su irrealidad; finaliza el metraje.
Un aliento de vida en medio del desencanto. La partitura que invoca y homenajea
a los muertos, es interpreta y respetada, únicamente (una vez más) por los
desheredados. Por los olvidados de la tierra. En una secuencia hermosa y
terrible a la vez, que remueve las tripas del observador. Los otros (el
director de orquesta, la directora del coro) representan los acomodaticios
ciudadanos serbios (o de cualquier nacionalidad) a quienes no interesa el
pasado, para no cambiar su estable presente. Aunque la más hermosa melodía, es
el rostro del profesor de música, melancólico, perplejo, expectante. Un mapa de
emociones humanas. Arropado por esa hermosa zambra; compuesta por Vlatko
Stefanovski; que vuelve sobre sí misma en continuo ritornello, para
mantenernos aferrados a la esperanza.
Mientras
exista la música, estaremos vivos. Sobran las palabras
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