Totalmente disímiles en concepto
visual. Dos modos diferentes de hacer arte. Un nexo en común: la calidad y el
buen hacer de cineastas que utilizan el lenguaje de la mirada para revolver
conciencias, evitando la ínfulas con que; otros provocadores vacuos y banales;
adornan producciones de escasa calidad para perpetrar sus desvaríos. Del buen
hacer de Eastwood, poco se puede decir. El creador de Malpaso, balancea su cine alternando producciones alimenticias con obras personales (la
industria manda) en una hábil obtención de fondos para reutilizarlos en sus
proyectos. En El Intercambio nos
propone una fotografía esplendida, luminosa. De paleta cromática clásica. Los
planos de una contenida Angelina Jolie y la narración certera, nos desvelan
mansamente los estados de ánimo y la opresión del entorno. En El Lector, la iluminación es de factura
europea. Pocas actrices soportarían, como la Winslet en su piel, el escaso glamour de esas
luces cenitales y mortecinas. Tan desnudas como el cuerpo de su protagonista en
estado de gracia. Dos enfoques distintos sobre la banalidad del mal. En El Intercambio, un pequeño sector de la
sociedad; un cuerpo de policía corrupto; es reflejo, como un microcosmos, del
mal superior que supone una sociedad entera corrompida por el
nacionalsocialismo. La desesperanza sobrevuela a la madre que busca; engañada;
a su hijo, aunque en el fondo, conoce la inutilidad de su lucha. La misma
angustia encontramos en el amor enfermizo, obsesivo, que el joven protagonista
de El Lector, siente por la antigua
guardiana de las SS, y que la lleva a la redención, mediante el castigo por
hechos que no protagonizó. De este modo se condenan (y se salvan) a la
destrucción de si mismos. La madre angustiada de El Intercambio también se autocondena a no abandonar; a seguir
creyendo; mientras le quede fuerza. Creer en una entelequia. Y lo hace
acompañada de una música minimalista y espléndida, mixturada con la narración y
firmada por el incombustible director. Si Harry
el Sucio, dudara sobre a que pasión dedicar sus ocios, el mundo de las
bandas sonoras le quedaría eternamente agradecido si decidiera continuar por
esa senda. Pero, como ha conseguido demostrar después el ex-alcalde de Carmel; a pesar de
anunciar su retiro cuando firmó esta obra; aún le quedaban varios cartuchos. ¡Maestro!
lunes, 29 de septiembre de 2014
sábado, 27 de septiembre de 2014
Sin Conciencia. Un estudio de los Psicópatas que nos rodean. Robert D. Hare
domingo, 21 de septiembre de 2014
El Corredor del Laberinto
viernes, 19 de septiembre de 2014
Desde el Infierno. Alan Moore y Eddie Campbell
El misterio de Jack the Ripper,
llevado en diversas ocasiones al cine, ha sido fuente de multitud de ficciones
y teorías, pero la novela gráfica realizada entre 1993 y 1997 por el mago Alan
Moore y Eddie Campbell, merece un lugar privilegiado en el Parnaso de los Rippeólogos. Sin duda una de las mejores
novelas gráficas que podamos disfrutar, no sólo por su hipnótico dibujo en
blanco y negro, retratando con agudeza la sordidez y los caracteres de los
personajes, también lo es por regalarnos un viaje iniciático al submundo de
Whitechapel, a la masonería, a la mente perturbada del sicokiller victoriano. Alan
Moore ha pergeñado algunas de las mejores obras del mundo del comic como La Liga de los Hombres Extraordinarios, u obras
de culto como Wachtmen y V de Vendetta.
Campbell utiliza trazos sucios, oscuros, de una negritud casi absoluta cuando
retrata los bajos fondos o la demencia del asesino, refleja de forma magistral
aquella sociedad donde la hambruna y la miseria eran cotidianas. Un mundo que
Jack London reflejó en su excelente novela La Gente del Abismo, que el mismo experimento
viviendo en el East End varios meses. A través de la teoría de la conspiración
política, Moore nos sumerge en la mente enferma del asesino en viñetas
magistrales, en la corrupción policial ( y de todo un Imperio que hace aguas).
Por sus paginas desfilan El Hombre Elefante, Oscar Wilde, La Reina Victoria y todo un
entramado de personajes y comparsas que contribuyen a dar verosimilitud a un
relato ya de por si, exacto en lo histórico, con un gran trabajo de investigación
a sus espaldas. La obra nos sumerge en el verdadero infierno de la mente
perturbada del médico real que interpreta su misión como mágica y divina. El
paseo de Sir William Gull. con su cochero, recorriendo las calles de Londres;
con una interpretación mágica de su diseño; es de una densidad apabullante. From
Hell es una lectura compleja, un comic para adultos presentado en forma de
muñecas rusas, capa tras capa hasta llegar al desnudo final. Guiado con trazo
magistral, es una obra para degustar en pequeños sorbos, para no dejar que nos
sumerja en el mundo alterado y paralelo del demente médico. Desde el infierno
bucea en los límites de la mente, nos manipula con sus dibujos inacabados,
siniestros, como un golpe directo a la razón. Esta teoría conspiratoria ya fue
llevada al cine con el personaje de Sherlock
Holmes, investigando los crímenes en Asesinado
por Decreto, donde Christopher Plummer
interpretaba al detective. Posteriormente otro film; eficaz, pero fallido;
permitió a Johnny Depp desarrollar el
papel de inspector Abberline, quizás la víctima más directa de estas atrocidades.
"Algún día, la gente mirará
hacia atras y dirá que conmigo nació el siglo XX"
Jack el Destripador.
Donde nadie te encuentre. Alicia Giménez Barlett
Si nos encontrásemos frente a un libro de ficción, no dudaría en calificarlo de apasionante. Así lo atestiguan el ritmo narrativo, el argumento; con ese montaje paralelo más propio del cine; o la tremenda historia humana que destilan estas páginas. Pero darle ese tratamiento a lo que ha sido la peripecia vital de un ser humano acorralado, a lo que es un canto lacerante de la soledad humana, y presentarlo tan sólo como un thriller tan negro como
Chef. Agridulce Comedia
Sorprende encontrar al frente de esta
producción al artífice de los blockbuster del universo Marvel; por otra parte
apreciables obras en su género; alejadas estética y conceptualmente de los
parámetros de esta Road Movie, con cierto
aire de cine independiente, pero narrada en clave de factoría mayors. Conociendo y entregando lo que
el público desea en una película con estos planteamientos. John Favreau, convertido
en catalizador de todo lo que aparece en pantalla, nos ofrece una comedia
agridulce, previsible, pero no por ello
menos entretenida, con su visión standardizada del sueño americano. Es el
tratamiento que le da, lo que convierte un rutinario y mil veces visto
argumento, en algo lúdico, apoyado en la empatía que despiertan los personajes.
Se agradece, para variar, que los grandes nombres queden en segundo plano, casi
como cameos. Dustin Hoffman, Scarlett Johansson o Robert Downey Jr (que ya
trabajo a sus ordenes en Iron Man) cumplen funciones anecdóticas dejando al
resto del elenco campar a sus anchas. El viaje iniciático de un chef que ha
tocado fondo, junto a un hijo; del que no se ha preocupado nunca; da lugar a
situaciones cómicas o sentimentales, que se dejan ver sin demasiadas
exigencias. La base está en el ritmo narrativo, los ágiles e ingeniosos
diálogos y una frescura exenta de toda pretensión. A destacar su homenaje al
mundo latino y al universo de los fogones. Chef pertenece a ese género que
consigue que nuestros jugos gástricos funcionen con independencia del cerebro. Un
homenaje al arte nutricio, teniendo como cómplice a un espectador que
literalmente saborea al preparación de cada plato. Y es este amor por la cocina,
como sucedía en la japonesa Tampopo o
esa otra joya de los fogones que es Deliciosa
Martha, donde la complicidad de la sala
se dispara, haciendo olvidar la excesiva blandura del conjunto y la falta de
acidez en el argumento. Se saborea el cine detrás y delante de la cámara, en un
producto que despierta simpatías, con interpretaciones correctas de John
Legizano y una esforzada Sofía Vergara, aunque en el doblaje se pierde todo el
contraste de acentos y diálogos de la V.O.
Trufada de una banda sonora que invita a invadir la pista. Chef es una película sin pretensiones
filosóficas, etiquetada para todos los publicos, y como tal hay que juzgarla.
Salir de un metraje dilatado, sin apenas haberte dado cuenta, dice mucho en su
favor. Y es que en la vida hay tiempo para apreciarlo todo. Del mismo modo que
un día te apetece fragmentarte las neuronas con los diálogos y enfoques de
Bergman, o flipar en el universo alternativo de David Lynch; sintiéndote un
kultureta de salón; en otras ocasiones tan sólo quieres un artesano hábil, que
te haga olvidar la mediocridad que nos rodea o echarte unas risas. Sucede igual
con la comida, unos días te aventuras en un restaurante deconstructivo; donde por
dos hojas de lechuga y un trozo de nabo (con nombre cursi en francés) te meten una clavada del quince, y otros, lo
que realmente te levanta el ánimo es un delicioso y pringoso bocadillo cubano.
Bon apetit¡
Las Ranas de Aristófanes en Mérida
Las Ranas, de Aristófanes en Mérida
Sobre el
escenario toda una declaración de principio. Velos iluminados representan el
inframundo. Un decorado minimalista por que no están los tiempos para grandes
escenografías, y un aviso para navegantes. El peso de la obra recae sobre la
dirección de actores, sin coartadas ni
distracciones de cara a la galería. La misión era difícil. El texto repleto de
referencias, riqueza de personajes mitológicos, lugares atenienses, etc., que
se hacen ligeros y digeribles, merced a la adaptación. El Dios Baco (excelente
Pepe Viyuela), es un inmortal timorato, glotón y bravucón que trata con
desprecio a su criado Jantias (Miriam Diaz Daroca), un siervo que a la larga
demuestra ser más astuto que él. Durante su viaje a la laguna Estigia
encontrará a un Hércules un tanto perjudicado y un coro de ranas que le hacen
la vida imposible a pesar de no aparecer en escena. La presencia de la cantante
Beht dinamiza (y moderniza) la puesta en
escena sirviendo de transición o explicación con breves intervalos de su voz
rota, disfrazada como una ranita o duendecillo verde de San Patricio. El viaje
de Baco al Hades, vestido con piel de león y acompañado de una clava para
salvar al teatro, ocupa una primera parte con altibajos cómicos. A destacar una
Mirian Diaz Daroca cada vez más acertada y que se lleva las simpatías del
público. Un pequeño fallo en el micrófono durante el duelo final de los autores
griegos (Eurípedes y Esquilo) de concepciones tan distintas sobre teatro, y
algún defecto de sonido que impedía entender las letras de Beth, son el saldo
negativo de una obra a ritmo de musical. Homenaje vocacional a la poesía y el
teatro, y que juega con las similitudes de situaciones sociales de hace 2500
años, pero exportables a nuestros días. Pepe Viyuela compone un Baco mundano,
que adquiere la luz de la razón cuando se encuentra envuelto en los vapores de él
mismo. Bajo el barniz de la comedia subyace un mensaje extrapolabe a todas las
épocas del hombre, que nos habla de escasez en la honorabilidad y en los valores
(no sólo económicos). Sorprende la familiaridad con que se refería el autor a
los dioses en una época, donde solían invitarte a una degustación de cicuta en
caso de no ser respetuoso con los mismos. Momentos desternillantes como el
encuentro con el coro que transporta el sudario y su insufrible cancioncilla, o
la incursión de Baco (o Dionisos) en la barca de Caronte, sirvieron como
homenaje al creador de la comedia griega que, amén de un gran dramaturgo, era
un conservador de armas tomar. Esta
parábola, planteada como un juego de muñecas rusas (el teatro dentro del
teatro) llega al público fácilmente en esta versión. La escatología ya estaba
presente en el texto original, y es que Aristófanes aparte de satírico, también
podía llegar a ser obsceno y vulgar, mixturando lo poético con lo incisivo. De
ahí que no es de extrañar la pregunta que el criado Jantias (sobresaliente Mirian
Diaz Daroca) le hace al acuclillado Baco, que dice estar "haciendo una
libación", cuando le solicita la esponja para el aseo íntimo. Baco le dice
que le ponga la esponja sobre el corazón. Jantias le contesta ¿Es ahí donde tienes el
corazón, Baco?
lunes, 8 de septiembre de 2014
La Ladrona de Libros
La ladrona de libros
A pesar de presentarse como una coproducción (Estados
Unidos/Alemania) La Ladrona
de Libros podría incluirse; sin duda; por su estética y desarrollo, dentro de
ese cine Europeo de calidad que nos ha regalado otras obras sobre la temática
del nacionalsocialismo. Baste recordar las excelentes NAPOIA, visión sin
concesiones acerca de las academias infantiles del nazismo, GHETTO; contundente
denuncia de la impunidad que inútiles y opacos adquieren durante periodos de
guerra; sin olvidar otra excelente película como LA REDADA (no estrenada en
nuestro país), donde se muestra la vergonzosa colaboración de un sector del
país galo en las deportaciones de judíos y republicanos. Podríamos reseñar
dentro de este grupo la emblemática AMEN, del Director Costa-Gavras,
contundente denuncia sobre la grisura histórica del Vaticano a la hora de
enfrentarse con las monstruosidades del nacionalsocialismo, y su obsesión
visceral por el comunismo. Otra película altamente recomendable para conocer la
infancia del otro lado es LORE, donde se narran las vicisitudes de una
generación perdida, adoctrinada en la perversión política que les toco vivir.
No olvidemos la parábola de EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS, hachazo frontal
sobre las ramificaciones del mal en propia piel. En La Ladrona de Libros, se dan
características comunes con algunas de las obras citadas. Prima lo cotidiano
sobre la pura acción, la intensidad dramática y los gestos humanos sobre esa
truculencia, que tan cara es a esta faceta del género histórico. La cámara,
enamorada de la mirada de la pequeña Sophie Nélisse, apoyada por grandes característicos
como Geoffrey Rush o Emily Watson, consigue transmitir la fuerza de la
convicción y el valor frente al horror y vacuidad que les ha tocado vivir.
Resistir frente al espanto cotidiano. Es lo que hacen los personajes de esta
historia, en la que todos resultan de un modo u otro, perdedores que no se
rinden frente a la injusticia. Desde los ojos inmensos de la protagonista
desfilan una serie de personajes; unos como marionetas que se dejan llevar por
el momento histórico y político; los otros, sobrellevando como pueden, desde el
humor, desde la aspereza, frente al absurdo histórico que les ha tocado vivir.
Sin perder su humanidad y superando su miedo cada día. La Ladrona de Libros es sobre
todo un hermoso homenaje a la fuerza de la palabra como transmisora de luz, la
palabra como arma para combatir el oscurantismo y que se sobrepone a las quemas
de libros, a todas las Inquisiciones, a la censura analfabeta y cruel. Es una
embajada sobre el poder del verbo y el necesario ocaso de las ideologías. Un mensaje
que se envía, utilizando las armas de una fotografía excelente; que recrea en
los planos de los ojos insondables de la protagonista; una mirada hacia el
futuro por encima de la estulticia de las doctrinas, o de la banalidad del ser
humano. No se trata, en definitiva, de un film con querencia lacrimógena, pese
a que toca con firmeza nuestras fibras más recónditas. La banda sonora del
inmenso John Williams, intimista, de un minimalismo vocacional; en simbiosis perfecta; evoluciona con los
personajes y refleja su mundo interior. Esta partitura ha sido acusada de ser
una obra menor del maestro del neorromanticismo cinematográfico. La melodía de
esta preciosa banda sonora, puede gustar o no gustar. El melómano puede
ejercitar el derecho de preferir la ampulosidad wagneriana de otros
backgrounds, (Indiana Jones, La
Guerra de las Galaxias) plagada de leitmotiv, o considerar
insípidos scores como Las Cenizas de Ángela, o decantarse por el lirismo
clásico y melancólico de La
Lista Schindler. Pero sería como acusar a las intimistas
creaciones de Erick Satie; cuya influencia; por cierto, está presente en
algunos momentos; de ser obras menores. La Ladrona de Libros es una película altamente
recomendable, un acercamiento alternativo y honrado, a la vida cotidiana en un
periodo histórico del que casi toda la información esta lastrada por clichés y
lugares comunes. Y es que para que no sucedan estos horrores, existen los
libros.
Las Diferencias. Barroco en El Real Alcázar de Sevilla
Las Diferencias. Barroco en las noches del Real Alcázar
Causa al melómano, profunda y sana envidia, enfrentarse a una cartelera del nivel de estas Noches en los Jardines del Real Alcázar,
pero cada ciudad cuenta con sus presupuestos y economía. El plantel de interpretes a
diario, a lo largo de todo el verano, es para quitar el hipo. Añadan a esto que
tras terminar estos ciclos; dónde la música antigua se da la mano con el jazz o
la música celta; comienza sin más otro mes dedicado a la Bienal de Arte Flamenco. Y
con precios asequibles para los tiempos que corren. Sevilla es mucho. Y la
cartelera, una gozada para las noches de estío. Si a esto le añadimos el
enclave privilegiado del Real Alcázar, se harán una idea de la experiencia de
asistir a un concierto ofrecido por una formación con el currículo musical de Las Diferencias, especialistas en música
antigua, llenos de talento y frescura. Un programa elegante y de un profundo
sabor barroco que pasaba desde Rameau hacia Emmanuel Bach, para deleitar con un
recorrido por la Trío Sonata en tiempos de Luís XV. Perfecto el
empaste entre los instrumentos del cuarteto, los tempos deliciosos en un
dialogo continuo, en fraseos encadenados (y endiablados) como todo buen
Barroco que se precie. Deliciosa la interpretación del Cinquiéme Concert de
Rameau en el que; como es habitual en el compositor francés; el clavecín no se
contenta con asegurar el bajo continuo, acompañando a los instrumentos melódicos
-violín, flauta, viola- en el caso de éste concierto, un violone, sino que
«concierta» en igualdad con ellos. En alguno de los movimientos consigue
desprenderse por completo de la arquitectura barroca y las florituras al uso
para definir una melodía de una belleza calma y casi anacrónica. La novedad de
estas piezas radica en que incorporan una parte obligada “solista” para todos
los instrumentos, incluso para la viola da gamba y el clavecín, cuya función
normalmente era la parte de bajo continuo, de ahí que Rameau de título a la
colección de: Piezas de clavecín “en concierto” es decir; clavecín obligado en
concierto con otros instrumentos. Y los interpretes de Las Diferencias saber
extraer de cada uno de sus aparejos sonoros, un aire evocador y certero del
sentimiento de la época. La noche sevillana se llenó del hedonismo cortesano
que Raemau o Leclair llevaron al Palacio de Versalles, del refinamiento
afrancesado y ¿por qué no? de la artificiosidad de una música, que puede ser criticada
por su pulcritud (o amaneramiento), pero que no está exenta de emoción y
complejidad técnica. Y los músicos de Las
Diferencias superan el reto con excepcional maestría, en esta evocación de
danzas, fiestas reales y despreocupación conceptual que caracterizaba la época prerrevolucionaria
-también en lo musical, ya que estos compositores andan a caballo entre el
barroco y el clasicismo- Un programa excepcional, para unos interpretes también
excepcionales, en un entrono envidiable. ¿Se puede pedir más? Por supuesto un bis
de Leclair, como regalo para el público, y la sustitución de la densidad. la calidez del sonido de la flauta barroca, por
otra con siglos de antigüedad, y un mayor
número de llaves que aporta un sonido
cristalino, potente y de mayor agilidad. Después los espectadores hubieron de
abrir los ojos.Comprender que habían despertado de un sueño de tapices,
alfombras y pelucones. De rostros blanqueados con polvos hechos de harina y
arroz. Grandeza y miseria del Barroco.
Recordaremos mucho tiempo a este cuarteto. !Mercie Beaucoup¡ a Las Diferencias por esta música
inolvidable.
domingo, 7 de septiembre de 2014
El Tiempo Entre Costuras. Maria Dueñas
El Tiempo entre Costuras.
El acierto de una novela como
El Tiempo entre Costuras consiste, no solamente en perfilar unos personajes que se introducen en
la piel del lector, y consiguen perdurar más allá de la última página, también
contribuyen notablemente la excelente ambientación del relato y la precisión
milimétrica del argumento. La obra de María Dueñas es una notable Novela
Histórica, camuflada de folletín de
época (al que contribuye el engañoso título), que invitó a que los misóginos,
la clasificaran con esa prosaica y eufemística definición de Literatura para Mujeres, extraño híbrido genérico, pergeñado desde un machismo
analfabeto que considera a la mujer un ente alternativo, incapaz de consumir
otra gramática, que esa novela romántica decimonónica, teóricamente impresa
para su consumo. Nada más lejos de la intención esta obra militante,
inteligente, certera. Plena de personajes vivos que abordan la vida tal como
les llega, y esquivan el toro arriesgándolo todo, y con sentido del humor
cuando hace falta. Caracteres inolvidables como La Matutera con su
dialogo socarrón y pícaro sentido de la supervivencia; históricos; como
Rosalinda Fox, la inglesa indómita cuya vida hubiera dado de sí para otra
novela, secundarios de lujo como el hijo amanerado o el gris comisario que
sobrevive a las incidencias políticas. Protagonistas que no llegan a caer nunca
en el estereotipo debido a su calado humano. El Tiempo Entre Costuras es una narración inteligente a ritmo de
thriller donde la peripecia humana se sobrepone al opresivo entorno histórico,
narrado con una precisión que no les vendría mal a otras pretendidas novelas
históricas, cuya única aproximación al género, consiste en otorgar a los
protagonistas nombres de la época visitada o situarlos en un determinado contexto,
olvidando el pensamiento acorde con cada etapa histórica, y la influencia del
entorno en la condición humana. Por sus páginas desfilan figurantes arrebatadores,
como el “Cuñadísimo” Serrano Suñer,
personaje de opereta; ciertamente inoportuno para el Régimen; o el políglota
Coronel Beigdeber un opositor dentro de la maraña burocrática, que acabó
pagando cara su desafección a la grisura imperante. Pero sobre todos los protagonistas
destaca la protagonista Sira; que se hace cercana con esa narración en primera
persona; donde el personaje va evolucionado desde la desesperación hasta
combatir al destino con sus mismas armas. Sira es un ser profundamente humano
que va creciendo frente a la adversidad; capaz de reconocer sus errores. De
corregirlos. El final abierto es otro de los aciertos de una narración que,
dejando un sabor agridulce y descarnado, en un mundo donde las zonas grises
abundan mucho más que el blanco o el negro, construye uno de los fenómenos
literarios de los últimos tiempos. Esta es una realidad innegable.
viernes, 5 de septiembre de 2014
El Nombre de la Rosa en el Festival de Niebla
El Nombre de la Rosa en el Festival de Niebla
El original sistema de escenario
móvil que propone la versión teatral de El Nombre de la Rosa –libro que se transmuta
en movimiento perpetuo- permite que en su fondo vacío se vislumbre el lienzo de
la muralla del Castillo de Niebla, lo que constituye un aliciente en cuanto al
entorno; mágico y evocador; de la
fortaleza, y sumergirse de lleno en l a oscura época en que transcurre el
thriller de Umberto Eco. Llevar a los escenarios una obra magna como ésta, de un
elevadísimo nivel literario y cuya versión en la pantalla, dirigida en 1986 por
Jean-Jacques Annaud alcanzó similar cota de calidad, constituía un esfuerzo
ímprobo. El resultado ha sido sobresaliente. Desarrollar un elenco de
personajes, convertidos en iconos para los amantes del género, y cuyos
seguidores llegan a recitar de memoria partes del texto (si bien no gozo de tu
experiencia, Andso) teniendo como referentes la calidad cinematográfica y
literaria, no era empresa fácil. Hacer olvidar un personaje como el
interpretado por Sean Connery (Guillermo de Baskerville por antonomasia) o
iconos como Andso, los hermanos Berengario y Salvatore (¡Penitenciagite¡) que pertenecen al imaginario común de lectores y
cinéfilos, borrarlos del inconsciente colectivo, representaba todo un desafío. La primera
pregunta que surge es si Karra Elejalde es el interprete más apropiado para
estos menesteres. Aunque iniciado en el teatro, su carrera –básicamente
cinematográfica- se compone de acertadas interpretaciones: La Madre Muerta , Alas de Mariposa, Invasor, Ocho Apellidos
Vascos. El bagaje fílmico de Ballesta tiene su saldo en El Bola o Bruc, el desafío, papeles
totalmente alejados de la caracterología de estos monjes medievales, su papel
surge de una bisoñez escénica que nos deja un personaje casi anecdótico. El
principal escollo que encuentran los intérpretes no habituados a las tablas es
la proyección de la voz, así como la memorización de largos textos sin cortes en
escenas. Esto se traduce en titubeos en las frases y pequeñas lagunas en el
desarrollo. El Nombre de la Rosa
es un thriller iniciático. Obra magna que tiene su génesis en Conan Doyle; al
que homenajea en el nombre de su protagonista; sacia su sed en Borges,
agasajado con el personaje del monje ciego, y se enfrenta al milenarismo con la luz de la Ilustración. Desafía
el oscurantismo teocrático vigente, con el conocimiento que se abriría paso;
representado por la razón; en el personaje de Guillermo de Baskerville. El
libro de Umberto Eco se convirtió en referencia obligada y génesis de multitud de imitadores, y supuestos
renovadores de la Novela Histórica
o el género policiaco. A partir de esta obra, surgen detectives incluso
coetáneos del Hombre de Neardental. Esta novela-río es un manifiesto de la luz
frente a las tinieblas del fanatismo. En una época en que la cultura estaba
restringida (y controlada) por la
Iglesia , y el hombre no tiene acceso a las Sagradas
Escrituras, la custodia e interpretación de la literatura y el mundo, pasaban
sin remedio por las manos del inquisidor de turno. Karra Elejalde compone un
Guillermo fresco y cercano, alejado del cinismo intelectual de Connery. Como
lastre, la escasa experiencia en escenarios de los protagonistas principales,
con diversos lapsus de memoria a lo largo de la obra. A destacar los monjes
Remigio (Pedro Antonio Penco), pleno de facultades; Cipri Lodosa en un
excepcional Jorge de Burgos, David Gutierrez dominando las tablas como el abad,
o Koldo Losada en un impresionante Salvatore, el hereje encubierto. Una producción
valiente, altamente recomendable, de una intrepidez que se agradece en la
crisis actual y resuelta con profesionalidad encomiable. Acompañada de una
música envolvente, que en el entorno mágico de las murallas del Castillo de
Niebla se transforma en una experiencia inolvidable para los sentidos, gracias
a una excelente organización. Y es que lo único que nos quedará de las cosas,
del esplendor del pasado, es tan solo su Nombre.
jueves, 4 de septiembre de 2014
Ocho Apellidos Vascos
Ocho apellidos vascos se ha convertido en un fenómeno bocaoreja sin precedentes. Este método
democrático y popular de ver cine, también sirvió para levantar otras producciones,
que sin venir arropadas por las majors,
sin embargo fueron recibidas por agrado por el público soberano. Detrás de
estos fenómenos se esconde todo un imaginario colectivo. Los productores
todavía no han conseguido catalizar estos particulares, que conlleva el
hundimiento de grandes producciones y el boom
de otras con escasas pretensiones. Quizás ahí radique la respuesta a como una
película, que esta en difícil equilibrio entre la astracanada y el esperpento,
jugando con los tópicos mas manidos y chistes de club de la comedia, consigue
que el personal se eche unas risas. Es esta absoluta falta de pretensiones lo
que la hace cercana y de fácil digestión, pese a lo espinoso del tema en algún
momento. Pasa de puntillas sobre temas que podría resultar molesto o herir
sensibilidades, y utiliza el humor como motor de una trama que no puede ser
enfocada de otro modo. Apuntalado el liviano guión sobre el reparto: Karra
Elejalde en estado de gloria, como un aita,
que tras su fachada hosca oculta un corazón magnánimo. Carmen Machi; excelente;
haciendo de Carmen Machi. Dani Rovira, estereotipo con polo de marca y rebujito, clavando ese sevillano (que
haberlos, haílos), y una esforzada Clara Lago, interpretando a una aberchandal, después de haber recibido
un tratamiento de hormonas femeninas. No es nuevo este enfrentamiento entre
distintos y regionalistas conceptos del entorno. La película Bienvenidos al Norte, nos mostraba estas
pequeñas desavenencias entre regiones. Le lastraba a aquella, lo mismo que a
ésta: su imposibilidad de exportación, dada la dificultad para comprender giros
y chistes de carácter interno. ¿Se imaginan a un londinense riendo cuando el
camarero le dice a Rovira: te pongo un Kortatu?
Afortunadamente las arcas nacionales han funcionado de modo efectivo,
estimulando el producto nacional y la industria. Aunque sólo fuera por esto,
habría merecido la pena. Y también para que diarios como Gara, sacaran a pasear su maquinaria. Algo positivo habrán
detectado cuando se han ofendido.
La Vida Después. Marta Rivera de la Cruz
No
es; hasta bien avanzada la novela; después de un introito para presentar
personajes y circunstancias, cuando aparece la Marta Rivera cronista de
historias mínimas que se van creciendo, hasta introducirnos en ese mundo de las
pequeñas cosas dónde destaca esta autora. Creadora de anécdotas que se van entrelazando; incluso ha pergeñado
su propio territorio en Rivanova; trasunto
del Macondo garciamarqueano, población en la que se desarrollan algunos de sus
mejores relatos. En Hotel Almirante,
que comienza como un presunto thriller,
la escritora va desgranando una serie de personajes que se apoderan del lector,
para relatarnos el crecimiento de un mundo entre fogones, con maestría y
dominio de los recursos narrativos. Marta jugará con la referencia de estos
personajes en otras novelas, creando un mundo cíclico y reconocible para el
lector fiel a su obra. Si en Hotel
Almirante, magnificaba los sentimientos reinantes en su intramundo de
Rivanoba, en Veinte años no es nada,
componen la pieza principal de un engranaje perfecto; como mecanismo de relojería;
que se engrandece con ese final abierto. Enternecedor y a contracorriente. Los
personajes de Marta Rivera se hospedan en nuestra piel, y permanecen allí después
de cerrar el libro, ya sea la joven protagonista de Veinte años no es nada o esa mujer atrapada en el duelo por su
madre muerta, que encabeza la mejor de sus novelas: En Tiempo de Prodigios, donde alcanza cotas narrativas elevadas. Partiendo
de un lenguaje medido, contenido, descriptivamente práctico, sin florituras,
Marta introduce al lector en su cosmos particular, que por otra parte es un
cosmos universal de sentimientos, amores, dolores, emociones. Lo forja a través
de unos personajes cercanos y palpitantes. Seres que se dejan aceptar por su
enorme humanidad. Hay que destacar la absoluta coherencia de sus microhistorias, apoyadas en la fisicidad de
los personajes. Su evitación de esa línea literaria, tipo guión cinematográfico
y narrativa plana, con que castigan al lector algunos autores de moda pasajera.
Si en Hotel Almirante la corporeidad
de fogones y recetas, era casi tangible; en esa realidad alternativa en que nos
invita a colaborar En Tiempo de Prodigios, vivimos con la
protagonista su drama interior ante los acontecimientos que no se pueden
controlar en esta vida. En un excelente montaje paralelo (si se me permite el
termino cinematográfico), alternando el presente, con las vivencias de Zachary
West. En La Vida
Después , vuelven a
retornar esos personajes que se desbordan de las páginas para llegar al lector.
Servida con su usual y diestra narrativa. Esgrimiendo esa musicalidad interna
del texto, que se agradece, los giros argumentales y; sobre todo; la galería de personajes enérgicos, conmovedores y certeros que
han situado a la novelista en merecido territorio dentro de nuestra literatura.
Mariza y Javier Conde en Badasom
Mariza y Javier Conde en Badasom
miércoles, 3 de septiembre de 2014
Barenboim en Ronda
Daniel Barenboim en Ronda
martes, 2 de septiembre de 2014
Salomé en el Festival de Mérida
SALOMÉ
60 FESTIVAL DE TEATRO CLASICO DE MERIDA
Motivo recurrente en todas las artes, la decapitación del Bautista, merced a las a las malas artes de Salomé y su danza de los siete velos, ha sido imaginada y recreada en pintura, literatura y danza. La difícil mixtura que conlleva esta versión de la hermosa ópera de Strauss: libreto basado en obra teatral del sarc Oscar Wilde, poesía instrumental, instrumento vocal, danza, escenografía y dramaturgia, nos revela la ópera como una de los grandes géneros, nunca bien comprendido por un sector alejado de estos menesteres y degustado por los connaiseurs como un manjar exquisito. Con premeditación y alevosía. La Salomé de Strauss no es una protagonista telúrica. La luna, astro de presencia irracional, de entidad voluptuosa, está presente en los sentimientos y reacciones de los protagonistas, como una esfera gigante sobre el escenario, dejando fluir su albedrío irracional sobre la insania de los protagonistas. La dicotomía definida por una corte libertina, desenfrenada, encabezada por la voluble Salomé; secundada por la pérfida Herodías; y el amedrentado y vicioso Herodes, se enfrenta al ascetismo y moralidad extrema de Iokanaán. De esta conflagración surge una atracción enfermiza, un poema a la sinrazón, dónde tienen cabida las más elevadas y bajas pasiones. La amoralidad, el erotismo latente, la soberbia ofendida, el temor a poderes desconocidos, o el hedonismo más decadente fluyen en las arias apoyándose en atmósferas tonales malsanas, para lo que el compositor dinamitó y forzó la partitura, representando el estado de ánimo de los personajes con los instrumentos. Todo en Salomé es enfermizo, incluso el fanatismo integrista de Iokanaán, basado en la amenaza; no en la redención; en el castigo; no en el perdón. Los personajes se mueven al límite, arropados de una instrumentación con motivos armonizados para presentar los principales personajes. El atrezo; osado y vanguardista; combina soldados de la guardia mora con el paje interpretado por la mezzo Mireia Pintó, que gasta fajín de generalísimo venido a menos. Todo ello presidido por un disco lunar omnipresente y fatídico. La diosa Selene dispuesta a manipular los recónditos deseos de los protagonistas. A destacar la esplendida presencia de la soprano Ángeles Blancas, de poderoso instrumento vocal cuyo lucimiento en el aria: Nada hay tan blanco, sobrecoge al espectador por su belleza armónica. Acompañado de la presencia poderosa del barítono José A López; en original duplicidad escénica; ya que la voz surge desde la zona de orquesta, en tanto que el personaje es representado en escena por el excelente bailarín Carlos Martos, que regala un profeta de movimientos convulsivos, con la desmesura como arma. El mismo recurso permite duplicarse a la Salomé cantante en la bailarina Arantxa Sagardoy, para ofrecer un dificilísimo tour de forcé frente a la extravagante melodía de la Danza de los Siete Velos, resuelto con maestría y eficacia en una coreografía magistral de Víctor Ullate. La Orquesta de Extremadura en una soberbia conjunción bajo la batuta de Álvaro Albiach con el nivel de excelencia acostumbrada. Un cambio en el libreto nos deja con Salomé a punto de ser asesinada por orden de Herodes (excelente el tenor Thomas Moser), ya que en la obra del extravagante Wilde, la desdichada moría ahogada en un lago helado. Se nos oculta la reacción de la viperina Herodías, interpretada por la mezzo de gran belleza Ana Ibarra, cuya presencia escénica es axiomática. Los amantes de la ópera degustaron un espectáculo de nivel altísimo. Agradecimiento a la organización, que ha decidió devolver a estas piedras milenarias arriesgados ejercicios de belleza tan necesarios como esta Salomé de Strauss. Quienes ya disfrutaron en estas mismas gradas de joyas como Medea de Massenet y Herodiade, abrigan la esperanza de que esto sea el comienzo de una gran amistad (con el permiso de Bogart).
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